Etiqueta blanca
Al Real Madrid le disgusta el día a día y se viste de etiqueta para las fechas señaladas
El Madrid, un club señorial de por vida, cuenta hoy con un equipo tan pomposo que se permite jugar a la carta, alejado de las jornadas laborales que distinguen al Barça. No es casual que haya ganado precisamente la mitad de las Ligas (4) que el Barcelona (8) desde el debut de Messi en 2003 y en cambio solo tenga una Champions menos —cuatro frente a tres—, números interesantes si se comparan con los de Di Stéfano, el jugador que marcó las diferencias en los años cincuenta y sesenta con cinco Copas de Europa contra ninguna y ocho Ligas por dos del Barça.
Así se explicaría que al Madrid le duelan más los dos goles que tomó del 10 en la Champions de 2011 que el 2-6, el 0-4 o el 0-3 del aplaudido Ronaldinho en las últimas Ligas. Los blancos campean por Europa (12 trofeos) y viven todavía de rentas en España (33-24), como si la Liga fuera una cuestión de apetencia: Zidane anunció la temporada pasada que ya era hora de ganar el campeonato y salió campeón el Madrid. El señuelo es hoy el Barça del Guardiola, aunque el sextete de 2009 resulte imposible en un año natural para el grupo de Zizou, comparado ya con el técnico del Manchester City.
Ha recuperado el Madrid el buen gusto por el fútbol y presume más de un plantel exquisito que de un equipo, al punto de que el mérito del entrenador consiste en saber gestionar el vestuario y dar con la alineación, cosa por otra parte igual de difícil en los partidos sencillos que en los exigentes como es el caso del Barcelona. El papel de revolucionario futbolístico corresponde al Barça, el equipo de Cruyff, de Guardiola y de Messi, mientras que el poder y mazo son cosa de Florentino y de Cristiano.
Al presidente del Madrid se le pone al teléfono hasta el ministro del Interior en plena aplicación del 155 mientras el del Barcelona no consiguió ni siquiera que los Mossos le firmaran un papel para aplazar el partido contra el Las Palmas el 1-O. Tampoco se ven defectos en los portavoces del Madrid —a diferencia de los que parecen contradictorios en el Barça— porque se sabe que hablan por boca de Florentino.
Ni siquiera Messi ha logrado despegarse de Cristiano en el número de Balones de Oro (5). Y, jugador por jugador, Zidane dispone de más y mejores recursos que Valverde. Aunque le falta la clase media desde la partida de Morata, James, Pepe y Danilo, dispone de futbolistas muy contrastados y también con futuro, expresados en figuras como Isco y Asensio. La sensación es que el Madrid reúne a figuras que parecían calzar como un guante en el Barça.
A la mayoría de barcelonistas por tanto no les extrañó la superioridad del Madrid en la Supercopa después de la salida de Luis Enrique y la huida de Neymar. La sorpresa ha sido la fiabilidad con la que el Barça gobierna la Liga. Nadie ha defendido mejor el liderato encontrado que Valverde. La razón de ser azulgrana ya no es necesariamente el juego sino los 11 puntos que les sacan a los blancos a la espera del partido con el Leganés. El suyo es un ejercicio de resistencia a la espera de refuerzos contra un rival que aguarda al clásico para mostrar su superioridad en el cuerpo a cuerpo, finalista por naturaleza, dispuesto a reivindicarse como campeón de Liga. Al Madrid le disgusta el día a día con el que se gana la vida el Barça y se viste de etiqueta para las fechas señaladas, ninguna como la del sábado. Aunque el Madrid puede perdonarse no ganar la Liga, porque le da la gana, ni Florentino ni Cristiano se permiten perder ahora con el Barça de Messi.
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