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REAL MADRID
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tiempo de Zidane

Ante un fallo multiorgánico de todo el Madrid, es hora de que el francés intervenga más como entrenador que como gestor

Zinedine Zidane durante la derrota ante el Tottenham.Vídeo: JOHN SIBLEY
José Sámano

Tan volcánico como es el fútbol, dos derrotas a siete meses de concluir el curso pueden ser apocalípticas si se trata de un club con el infinito eco del Real Madrid. Arrecian los diagnósticos más diversos y el volumen llega a ser ensordecedor. Blanco o negro, no se repara en los grises. El apogeo o el ocaso, todo es hiperbólico, todo son enmiendas a la totalidad. Y más cuando no se vislumbra un epicentro claro del desplome. La sintomatología de este Madrid repentinamente fundido apunta a un fallo multiorgánico.

Lo mismo que el deslumbrante Real del reciente doblete fue un compendio de virtudes corales, ahora resulta un equipo quebrado colectivamente. Más allá de Isco, no hay andamiaje. En los malos días ya no hay cabezazo de Sergio Ramos o un gancho de Cristiano a la barbilla. Tampoco una genialidad de Modric, una virguería de Marcelo, un cometa de Asensio, un baile de Benzema, un arreón de Lucas Vázquez, un parpadeo de Bale, la corneta de Carvajal, un acelerón de Kovacic… Por supuesto también hubo un goteo de James y Morata y nunca faltó el sentido marcial de Pepe para marcar territorio. Donde el Madrid no llegaba de forma gremial irrumpían los solistas. También el Real de las cumbres sufría desconexiones en un mismo partido, pero su extraordinaria diversidad le hacía maquillar el discurrir del choque. Hasta la fecha, con Zidane al frente nunca fue un Madrid subsidiario de sus titulares y los reclutas resultaron igual de relevantes. Se dirá que ahora hay lesionados. Sí, como también en la campaña precedente. No hay coartada que valga.

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Sin causas elocuentes para tal desgarro general, hay datos que agravan el diagnóstico. En Girona, pongamos por caso, los tres volantes con galones —Casemiro, Modric y Kroos— acumularon 40 pérdidas. En Wembley, Marcelo, por su cuenta, llegó a los 29 pases fallados. Y en la plaza que sea a Cristiano le cuesta un mundo dar con la diana, como si ahora precisara de fórceps quien ha flirteado con el gol como casi nadie, quien ha sido un “arma nuclear”. Esta temporada ha rematado 73 veces (26 a portería) para solo ocho goles.

A tenor de la trayectoria de jugadores de tal calibre cabría pensar que la crisis sea transitoria, un paréntesis. Uno de esos momentos del fútbol en los que se impone la ilógica. Sería motivo de un simposio mundial urgente que unos cuantos de los mejores futbolistas del planeta se hubieran licuado al mismo tiempo, los mismos días, a las mismas horas y en los mismos lugares.

A la vista de la zozobra, es la hora de Zidane. Le toca intervenir, ya sea con tratamiento de choque o sentando en el diván a los jerarcas. Lo primero implicaría dar pista a la reserva, una de las distinciones del equipo la pasada temporada. Pero la transición no es la misma y le ha puesto altavoz ni más ni menos que Cristiano: “Con Pepe, James y Morata éramos más fuertes. Los chicos [Achraf, Vallejo, Theo, Ceballos, Llorente, Mayoral] son el futuro, pero son jóvenes y se nota la experiencia”. Es decir, al Madrid le falta ese segundo aire que antes encontraba en la despensa. Ocurre que nada dijo Cristiano sobre el aire que también parece faltarle a él. Porque a la espera de que se gradúen “los jóvenes”, tampoco Zidane ha encontrado la manija adecuada con los pretorianos. Con ellos repitió en Montilivi y en Wembley: dos cruces.

En la abundancia, Zidane ha demostrado saber gestionar la plantilla. Ahora, con más trabas, es el momento de que el Zidane entrenador dé dos pasos por delante del Zidane gestor. En apariencia, noviembre puede ser un laboratorio idóneo, con un calendario, en teoría, sin muchas espinas: Las Palmas, Atlético, Apoel, Málaga y Fuenlabrada. Luego ya le tocará enrolarse en el farragoso Mundialito de Clubes que tanto distrae. Conviene haber hecho antes los deberes, no sea que, como el pasado enero —también con dos derrotas consecutivas (Celta y Sevilla)— el equipo se enfangue de nuevo y le caiga un segundo chaparrón. Zidane no puede esperar. El Real Madrid, sea el mes que sea, siempre apremia. Ni un ayer tan glorioso como reciente supone un crédito ilimitado. Hoy ya es pasado mañana.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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