La cantera inglesa corona su año triunfal con el Mundial sub-17
Inglaterra funde a España (5-2) y se lleva en la India su tercer trofeo en categorías inferiores en el 2017 tras la conquista del Europeo sub-19 y el Mundial sub-20
En Calcuta, ciudad de la India, el país del críquet en el que fútbol busca abrirse paso bajo el reclamo de las viejas glorias europeas, y ante las 66.000 personas que acudieron al Salt Lake Stadium como si de una final profesional se tratase, Inglaterra, el país fundador, arrasó a España y completó el mejor año de su historia en categorías inferiores con la conquista del Mundial sub-17, el tercer título tras el Europeo sub-19 y el Mundial sub-20. Cerró el círculo Inglaterra con un ejercicio de superioridad física y futbolística, evidenciando que las generaciones futuras opositan a darle una vuelta de cinta al tradicional fútbol inglés. Poco o nada pudo hacer una España que soñó durante 45 minutos y que terminó fundida y goleada ante un rival que fue un ciclón con una fuerza desmedida.
Ni un minuto tardó el equipo que dirige el galés Steve Cooper en dar muestras de que en su catálogo hay algo más que la tradicional verticalidad de los muchachos ingleses. Esta, como las camadas sub-19 y sub-21, añade al físico, la velocidad y el gol el futbol de toque. Las nuevas generaciones inglesas combinan y se asocian tanto como galopan. De todo ello dio muestras el grupo de Phil Foden, la perla que pule Pep Guardiola en el City, y Rhian Brewster, el emergente goleador que repudió hace un año el Chelsea y abraza ahora Jürgen Klopp. Junto a ellos no pudo estar la joya de la corona, Jadon Sancho, al que el Borussia Dortmund reclutó tras la primera fase. Sus virtudes no eran novedosas para una España que meses atrás, en la final del Europeo de la categoría, salió victoriosa en la tanda de penaltis.
En la primera final europea de la historia un torneo dominado por los países africanos y sudamericanos, Inglaterra arrancó dispuesta a imponer su ley. Combinaron Foden y Brewster, remató Guehi, salvó Álvaro y suspiró España. Era el segundo 48 y los ingleses comenzaron a hacer valer su portentoso físico, unos cuantos escalones por encima del de España, que vive de otra cosa. Fiel al estilo, el grupo de Santi Denia se plantó en la final gracias al olfato de Abel Ruiz, el goleador del Barcelona, y a la fantasía de tres jugones, Ferrán Torres, la nueva promesa del Valencia, César Gelabert, mediapunta que pide paso en Valdebebas, y Sergio Gómez, otro de los nombres señalados en rojo en La Masía. El talento de los cuatro atacantes sorprendió a Inglaterra y en un par de acciones rápidas España se puso dos arriba. Mucho premio para el equipo de Denia, que no parecía España, una selección más bien disfrazada hoy de la Inglaterra de años pasados o de la Italia tradicional, agazapada, sin mediocampo, esperando una opción para correr a campo abierto. Las tuvo y no falló. Parecía tan irreal que ni siquiera Abel fue el protagonista de los dos tantos, esta vez con el sello de Sergio Gómez. El primero llegó por la izquierda, en un envío del lateral que remató Gelabert y empujó el del Barça; el segundo por la derecha, con el madridista otra vez como asistente y de nuevo Sergio rematando entre la floja defensa inglesa, su punto más débil junto a la portería.
Llegó a creérselo y hasta a ser mejor España durante un rato. Fue excesivamente breve y se terminó en el momento en el que apareció Brewster, máximo goleador del torneo, para hacer su octavo tanto con un buen cabezazo y meter el miedo en el cuerpo a una España que terminaría siendo un muñeco en manos inglesas. Más bien en las manos de Foden. Al ritmo de la zurda del talento inglés, desatado, aplastó Inglaterra. Tiene una joya Guardiola y sonríe el fútbol inglés, necesitado de quilates de este calibre. Antes de su media hora de monólogo, empató Gibbs-Whithe. Después se desató el del City. Dos goles y una asistencia para que España terminase goleada y sin el Mundial sub-17, campeonato que se le resiste, el único que le falta en sus vitrinas. La gloria esta vez fue para una Inglaterra que culmina un año triunfal a nivel formativo y se frota las manos con lo viene desde abajo.
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