Kepa Arrizabalaga, el portero del futuro y el dilema del presente
El joven guardameta, de 23 años, sigue sin renovar con el Athletic y San Mamés se inquieta
“Me van a echar, yo creo que me van a echar”, decía en casa Kepa Arrizabalaga, según recordaba en una entrevista concedida el año pasado a El Mundo Deportivo sobre su etapa de entrenamientos con el primer equipo, cuando apenas era un adolescente, porque nadie le corregía posibles errores “y a los demás sí”. “Se va a ir, se va a ir”, repiten ahora muchos aficionados rojiblancos por la dilación en renovar con el Athletic un contrato que vence en junio de 2018 y que a partir de enero, si no hay acuerdo, le permite negociar libremente con cualquier club.
Los miedos han cambiado de bando. San Mamés teme que quien fue definido como el portero del futuro por todos los que le tuvieron a sus órdenes se convierta en el portero de un brevísimo presente. Nadie dice nada. El presidente, Josu Urrutia, no es hombre al que le agobien las urgencias y sabe manejar los tiempos. El protagonista, para él, es el equipo, el club. El jugador se resguarda en un silencio razonable mientras circulan las desavenencias —ficha, cláusula de rescisión— y día tras día se anuncia como inminente un acuerdo que no llega. Entre medias pululan los presuntos intereses de varios equipos de España, Italia, Inglaterra que estarían regalándole el oído si finalmente quedase libre. El Athletic anunció ayer la renovación de Mikel Vesga, hace unos días la de Beñat... Solo quedan la de Kepa y Aduriz por definir (amén de otros futbolistas de segunda línea con mal pronóstico en el futuro de la entidad).
Kepa Arrizabalaga nació en Ondarroa hace 23 años y llegó al Athletic cuando aún no había cumplido 10. Fueron cuatro amigos de la localidad pesquera y les cogieron a los cuatro. Los había captado José Mari Bengoetxea, un exjugador del Athletic y del Barakaldo, entre otros equipos, el killer de Lasesarre aquel año 1978 que el club fabril estuvo a punto de ascender a Primera. El delantero goleador se fijó en el portero que iniciaba un recorrido que le ha llevado por todas las categorías del fútbol. Ha jugado en alevines, infantiles, cadetes, juveniles, Tercera, Segunda B, Segunda (cedido por el Athletic) y Primera. En la selección española ha militado en la sub-17, sub-19, sub-20, sub-21 y absoluta (convocado sin llegar a debutar). Ni un peldaño del presente se ha saltado el portero del futuro hasta llegar a aquello que soñaba desde que Marcelo Bielsa lo usó para entrenar con el primer equipo y lo nombró después tercer guardameta de la plantilla. Eran tiempos de promesas y a Kepa no le sentaron muy bien algunos incumplimientos de palabra.
La pregunta que flota en el ambiente es si Kepa estaría capacitado para soportar la presión de defender la portería de un equipo de máxima exigencia deportiva y económica. El Real Madrid y el Nápoles han sido los más citados en las presuntas ofertas del portero vasco. El hecho de que Luis Llopis sea el responsable de porteros del equipo blanco carga de razones a quienes piensan que puede acabar en el Santiago Bernabéu. Llopis estuvo en Lezama con Caparrós y lo tuvo a sus órdenes cuando el muchacho entrenaba con el primer equipo. Y se dice que él también veía al portero del futuro rojiblanco con un potencial enorme por materializar.
Kepa ya ha vivido muchas experiencias para hacer frente a la presión: problemas de espalda, fractura de un dedo, lesión muscular (ya en Primera), dos cesiones consecutivas, halagos continuos y un partido maldito en Valencia donde erró en dos goles como un principiante. Al siguiente partido, lejos de hundirse en un mar de nervios, firmó otra actuación sobresaliente. Ha vivido también una situación insólita: alternar la portería con Iraizoz, a razón de un mes cada uno en la Liga, por decisión de Valverde.
Cesiones en Segunda
Las cesiones a la Ponferradina y el Valladolid —en Segunda— más que dos exilios fueron dos escaparates que reforzaban la idea de que se estaba fraguando un portero de época. Pero también le demostraron que el fútbol anímicamente es pendular en cualquier categoría. Cuando volvió a jugar en Ponferrada defendiendo la portería del Valladolid (tras rechazar otra cesión al club del Bierzo) recibió de todo menos aplausos. De ídolo a villano hay solo un paso. Otro aprendizaje.
En Lezama estaba claro que lo querían en cualquier sitio menos en el banquillo. Sus cesiones no eran la última oportunidad, sino la primera antes de un regreso que se esperaba triunfal. De ahí el hecho de que Valverde lo alternase con Iraizoz, en aquella fórmula rocambolesca, para que su entrada en San Mamés (tan exigente con los porteros, con Iribar y Carmelo en la mente de forma constante) fuese paulatina, con la presión justa, pero con la exigencia máxima. Y así acabó Iraizoz su andadura en el Athletic y así la ha iniciado Kepa. Su duración, de momento, es incierta. ¿Desacuerdo en la ficha?, ¿en la cláusula?, ¿en la relación entre ambas?, ¿temor a una reacción en cadena si Kepa se instala en el club de los elegidos? Todo cabe en el silencio calculado de ambas partes, mientras crecen los rumores de ofertas ajenas y de acuerdo con el Athletic. O sea, nada concreto, mientras San Mamés se muerde las uñas. Y diciembre a la vuelta de la esquina.
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