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Sergio García y Jon Rahm recuerdan a Seve y Olazabal en Valderrama

En su mejor año en el golf, el ganador del Masters y el número cinco del mundo, lideran la participación en el Masters de Andalucía

Carlos Arribas
Rahm, de gris, y García, de naranja, durante el ProAm previo al torneo de Valderrama.
Rahm, de gris, y García, de naranja, durante el ProAm previo al torneo de Valderrama.Warren Little (Getty Images)

Llueve como llovía hace 20 años, con furia a veces, ataques sorpresa que empapan las calles y greens de Valderrama, el campo bandera del golf español, donde Sergio García y Jon Rahm juegan, como una primicia de otoño, esta semana el Masters de Andalucía. Es el primer torneo en España de García desde que ganó el Masters en abril; es la primera vez que Rahm juega en España un torneo profesional, tan joven y brillante es que aún no ha cumplido los 22 años y ya es quinto del mundo en una sola temporada jugando con los mejores. Podría ser su trayectoria por los circuitos norteamericano y europeo, con triunfo en ambos, una definición de la palabra vértigo.

La lluvia de hace 20 años fue más intensa, y los caminos serpenteantes entre alcornoques acabaron convertidos en torrentes. La ocasión lo merecía, tanta fuerza, era la Ryder Cup de Seve Ballesteros la que estaba en juego, y José María Olazabal no andaba muy lejos. Sus hijos espirituales aún no tienen tanto tirón, y nunca tendrán tanto carisma, pero hacen lo que pueden. Y el torneo tampoco lo mismo, aunque para ambos es simbólico, y hasta se emocionan. Es la cadena sentimental del golf español, en la que los dos se declaran enganchados. “Es uno de mis sueños formar pareja en la Ryder del año próximo, en París, con Sergio, como la que formaron Seve y Olazabal”, dijo Rahm, plasmando en una imagen lo que le pesa la herencia. “Sería increíble, un honor jugar con él”. El vizcaíno no jugaba en España desde que en julio de 2015 ganó como amateur el Campeonato de España en el campo de Laukariz (Mungia).

Cuando la Ryder del 97 en Valderrama, García tenía ya 17 años, ya era conocido como casi un niño prodigio, y pudo empaparse de la energía y del valor que daba al golf Seve. Esa misma descarga no la pudo sufrir Rahm, que aún no había cumplido los tres años, pero sí que le llegó de alguna manera: unos amigos de sus padres la notaron tan fuerte que contagiaron a Edorta, el padre del futuro crack la afición por el golf, y de allí pasó a Rahm aumentada y reforzada. “Es una historia que me emociona un poco”, dijo el jugador vizcaíno. “Es una historia que hace que este lugar sea importante para mí”.

Sergio García dedicó una de sus fotos con la chaqueta verde de Augusta y el trofeo en una mano a Seve, al que señalaba en el cielo. Desde entonces, hace ya seis meses, no jugaba en España. Vuelve a su torneo (su fundación es uno de los patrocinadores junto a la Junta), que es el único español en el circuito europeo, a su campo favorito. “Es un año increíble, el mejor año de mi carrera”, dijo el jugador de Castellón. “He ganado el Masters, me he casado, voy a tener una hija…”

Rahm, bien afeitado, llega como un ciclón que busca ganar para alcanzar el último objetivo que le queda en su año loco, ganar la orden del mérito europea (la llamada Race to Dubai) cuando solo lleva desde marzo en el circuito. ¿Vértigo?, dice, y aclara innecesariamente. “No soy una persona que tenga miedo. Pocas veces he tenido medo a conseguir algo”.

Sergio García llega con barba y un aire de madurez y calma que solo se consigue con el paso de la edad y la conciencia de haber alcanzado lo que se quería. Su último desafío es agarrar el putter de forma natural, abandonado el agarre anterior, el que le dio el Masters, con los dedos pinzando el palo. “Me estoy obligando a hacerlo mentalmente”, dijo. “Y a veces también cierro los ojos en el putt. Busco fluidez, lanzar la bola guiado solo por mis sensaciones”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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