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Sin bajar del autobús
Columna
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El Barça nos debe una explicación

No es que se haya ido Neymar, es que sigue Bartomeu, y con todo de cara para estrellarse, los azulgrana se ha dedicado a ganar todos los partidos por goleada

Juan Tallón
Josep Maria Bartomeu, con la presidenta del Eibar, Amaia Gorostiza.
Josep Maria Bartomeu, con la presidenta del Eibar, Amaia Gorostiza.Quique García (EFE)

El Barça lo tenía todo a favor para fracasar con autoridad, como solo saben los grandes. Las vacaciones y la pretemporada dejaron en el aire la promesa de que esta vez al fin las cosas saldrían mal. De hecho, nada más empezar el Madrid le pasó por encima en la Supercopa. El equipo se encontraba en una posición privilegiada para firmar la peor temporada posible. No es que se hubiese ido Neymar, o que no fichasen a Verratti y Coutinho, o que en su lugar contratasen a Paulinho, con gran pitorreo de la afición, o que Iniesta y Messi siguiesen sin renovar, ¡es que continuaba el presidente Bartomeu! ¿Qué podía salir bien en esas condiciones? Y sin embargo, con todo de cara para estrellarse, el Barça se ha dedicado a ganar cada uno de sus partidos por goleada. Incomprensible. En menos de un mes dilapidó sus opciones de hacer un ridículo inmenso. ¿Qué va a pasar ahora con el pesimismo acumulado en pretemporada? ¿Se le da la vuelta? ¿Se vende? ¿Simplemente se abandona? ¡Pero si hasta habían hackeado la cuenta del club en Twitter!

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Cada vez nos ponen más difícil entender de fútbol, y de cualquier cosa. Siempre habíamos creído que las cosas que van bien a menudo se tuercen. Es la clase de milagro que nos cabe en la cabeza. Hablamos de un giro de los acontecimientos que conduce al desencanto, y que forma parte de lo previsible. Nunca falta algo que pueda salir mal, pues la realidad conspira contra los sueños. Sobran los ejemplos. Este verano leí Retiro de Serguéi Dovlátov y me encontré a un personaje sobrado de talento que, con el cielo al alcance de la mano, en el instante decisivo se hundía. Se llamaba Mitrofánov y la naturaleza lo había dotado de una curiosidad y memoria infinitas. Le interesaba todo: la biología, la geografía, la teoría de campos, la ventriloquia, la filatelia, el suprematismo, incluso los principios de la doma. Leía tres libros al día. Cuando llegó a la universidad fue la pesadilla del profesorado. Participaba paralelamente en seminarios de las facultades de derecho, biología y química. Era un genio del conocimiento puro con una sola debilidad: su vagancia. Quedó patente en su trabajo de fin de carrera, en el que se depositaban grandes esperanzas. No escribió más que la primera frase. “Para ser exactos, el inicio de la primera frase: 'Como es sabido…' Ahí quedó paralizado el genial proyecto”. Era un fantástico holgazán. Ni siquiera se ataba los cordones. En el momento que se vio sometido a la vida práctica, se acabó su futuro. Lo expulsaban de todos sus trabajos, incluido el de guarda de cine, que solo le exigía accionar cierto interruptor a las doce de la noche. Le producía abulia y siempre se olvidaba.

Esta historia, como todas las que empiezan bien y después se tuercen, cae dentro de lo normal. Se trata de los milagros innecesarios de la vida. Menos factible, en cambio, resulta adivinar que las cosas que van mal, de repente se encaucen, máxime si has puesto todo de tu parte para naufragar. Si yo fuese del Barça exigiría una explicación a su repentino éxito.

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