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Nimes, entre Chiquetete y Froome

Así es la ciudad más española de Francia, escenario de la primera etapa de la Vuelta 2017

El equipo Sunweb a su paso por el antiguo anfiteatro romano de Nimes.
El equipo Sunweb a su paso por el antiguo anfiteatro romano de Nimes. JAIME REINA (AFP)

A un lado, en una de las brasseries junto a la explanada Charles de Gaulle, suena el falsete otoñal de Chiquetete, mientras los camareros aliñan el Ricard y los turistas reclaman el generoso café. Al otro lado, en la heladería-ensaladería, (si se acepta el palabro como traducción de saladerie), se escuchan los ruidosos acordes de la charanga Kalimucho entonando lo mismo una canción del carnaval brasileño que Paquito el Chocolatero, mientras el café y el Ricard crecen como el calor húmedo y el cielo inquieto. Al fondo, más lejos del anfiteatro, el lugar de culto, otra charanga desgrana uno a uno los pasodobles taurinos. Se instalan en una pequeña plaza semicircular y agotan el repertorio con el ímpetu del convencimiento. Solo faltaba la tuna, más otoñal que Chiquetete. Y estaba allí, en una esquina de otra brasserie, sentados, gin tonic en mano (los de la guitarra, no) versionando el cancionero tunero con la ironía de la ocasión. Jóvenes, maduros, muy maduros. Felices. Es Nimes, la ciudad más española de Francia, más clásica, más calurosa, con ese calor húmedo que deja el cercano Mediterráneo. Y el ejército patrullando la ciudad, más aún tras los atentados en Cataluya, fusil en mano junto a la policía francesa.

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Nimes o el caos organizado. Nimes invadida no por ciclistas, que son tan solo 198 y no se notan en el medio ambiente, sino por vallas, camiones, hinchables, y vallas, y más vallas. Y la circulación que no solo afecta a los coches sino a los peatones que ponen a prueba su paciencia -que a veces pierden la paciencia con los humildes voluntarios-, mientras Chiquetete, erre que erre, y el centro de la ciudad se puebla de banderas españolas. Y suena “Despacito”, pero eso ya no es noticia, ni tiene que ver con la genética social española de esta ciudad, tan taurina, tan feriante, experta en agricultura y coñac, algo así como el alfa y el omega de la cadena alimentaria.

Pero, sí, están los ciclistas, que no solo se pusieron a prueba durante el mediodía, conociendo y entrenando el circuito, sino examinaron al público con el laberinto de vallas que convierten tres metros en 150 hasta encontrar un paso libre. Pero prevalecía la calma, aunque Chiquetete, erre que erre, porque cuando no hay un mañana siempre queda el ayer hasta que David de la Cruz se cayó en un curveo de esos que abundan en los circuitos urbanos. Y se cayeron Dombrowski y Canthy en un túnel, por la presencia de espectadores dentro de las vallas, y hasta que, luego, un ciclista del Cannondale se chocó con un fotógrafo inaugurando el parte de lesiones leves de la Vuelta. Y Froome chillaba pidiendo paso libre. Y la gente buscaba un paso libre. Es Nimes, la ciudad de Nimeño II, el torero atormentado hasta la muerte, y, un poco, de José Tomás, donde Froome espera empezar a ganar la Vuelta. Donde nadie quería empezar a perderla, que es para lo que sirven los circuitos urbanos de contrarreloj: para dar emoción y pasar el trago. Y abrir la ventanilla o el muro de las lamentaciones. O cerrarlo. Y Chiquetete erre que erre.

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