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Real Madrid: De Figo a Asensio

Con más ojo clínico que órdagos multimillonarios, el Madrid puede marcar época si Zidane armoniza igual de bien la plantilla sin que Bale le despeje el camino y CR se sosiega

José Sámano
Asensio festeja con Modric (i); Kovacic se toma la cabeza, incrédulo.
Asensio festeja con Modric (i); Kovacic se toma la cabeza, incrédulo.J. MEDINA (REUTERS)

Diecisiete años después de la llegada de Florentino Pérez a su primer mandato presidencial, el Real Madrid ha dado un vuelco a la galaxia: de Figo a Asensio. Un giro copernicano. De fichar a los de mayor caché a alistar a los justos y necesarios, del vedetismo rimbombante a los agostos discretos y sin purpurina. Como el fútbol no tiene precio, este Madrid tiene más cuajo que aquel y sus resultados han sido extraordinarios, con un primer doblete en 58 años, dos Copas de Europa consecutivas y ya dos Supercopas en la mochila para alumbrar el curso. Si no hay sobresaltos antes del cierre del mercado el próximo día 31, por segundo verano consecutivo el club se ha contenido en el bazar. ¡Quién lo iba a decir!

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En Chamartín hoy predomina el ojo clínico sobre la chequera: Theo (19 años) para dar aire a Marcelo, Llorente (22) para que respire Casemiro, Ceballos (21) para cubrir la salida de James, Vallejo (20) como alternativa a Pepe y Mayoral (20) como posible recambio de Morata. Aunque Llorente —visto el rendimiento de Kovacic como medio-tapón—y Mayoral quizá tengan otro desembarco, si nada se tuerce todo apunta a un Madrid al alza. Si acaso un par de dudas, quién asumirá el caudillaje de Pepe y quién o entre quiénes sellarán los 15 goles de Morata. Con todo, el espinazo se mantiene con un segundo batallón con Asensio e Isco a la cabeza, con jugadores como Nacho, Casilla, Kovacic y Lucas siempre en perfecto estado de revista.

Tanto ha enmendado el Madrid el proyecto que resulta chocante que el mayor debate se focalice en su delantera, donde anidan sus tres principales pretorianos. Desde que la celebérrima BBC se alineara por última vez, en el clásico liguero en el Bernabéu del pasado 23 de abril, el equipo blanco ha ganado más del 90% de sus encuentros. Tanto empujan futbolistas como Isco y Asensio que Bale y Benzema son cada vez más discutidos. Por supuesto, no Cristiano, pero con él los desvelos son otros y pueden marcar el devenir de este Madrid. Tiene que ver con su estado de ánimo y sus despechos y resentimientos. Para CR todo mimo es poco.

Cristiano ha tenido en vilo a la entidad desde que en junio el diario luso A Bola publicara su presunto deseo de dejar La Castellana indignado con la Hacienda española. El jugador nada dijo al respecto durante su concentración rusa con motivo de la Copa Confederaciones. Tampoco ha dicho ni pío a su regreso a Madrid. Sus flirteos públicos con Jose Mourinho camino de los vestuarios del estadio macedonio de Skopje, sede de la reciente Supercopa de Europa, han permitido sacar punta a un sector del madridismo. Es tal lo que supone CR que su silencio ante la información del citado medio portugués ha prevalecido sobre su más que careada y consabida relación con Mou. Ni siquiera se ha reparado en que, de momento, no se atisba quien esté dispuesto a abonar los 1.000 millones de su cláusula, casi cinco veces la de Neymar. Y tampoco el futbolista ha dado, al menos en territorio abierto, síntomas de una posible insurgencia. Con la pelota por el medio, como se advirtió en el Camp Nou en la Supercopa, solo se ha visto al Cristiano hipercompetitivo.

La afición madridista sabe de primera mano que el asunto de los impuestos no ha sido su primer berrinche. Sus rabietas son una constante, con hinchas, prensa, compañeros, técnicos adversarios... Es Cristiano, sin más. Pero esta vez al Real le iría bien que el jugador despejara cualquier sospecha de duda que haya calado.

A sus 32 años, CR todavía es el pilar mayúsculo del Real Madrid. El 7, que ya ha superado a Di Stéfano en partidos con el escudo blanco, no solo aún luce un cuerpo esculpido por Miguel Ángel. Mantiene la fiebre, golea y golea sin empacho y justo ahora acaba de coleccionar títulos como nunca en su brillantísima carrera, con el Real Madrid, con Portugal y con el hollywoodiense Balón de Oro. Y todo con un acuerdo tácito con Zidane, que le ha pautado los descansos sin que CR rechiste.

Si Ronaldo, el luso, sobresale en el Madrid más coral en años, Zidane no se queda atrás. Desde el 4 de enero de 2016 ya suma siete títulos, el mismo número de derrotas que ha tenido el equipo con él al frente. Pese a su indisimulada preferencia por la BBC, ha manejado con mano y verbo de seda a la plantilla. Si hubo alguna disidencia no pasó de ser un susurro. Cierto que las habituales lesiones de Bale le segaron de espinas el camino, pero el francés supo evitar cualquier escaqueo, no hubo suplente que dimitiera. Más bien, todo lo contrario. A Zidane nunca le faltaron meritorios. El último ejemplo, Kovacic, capital en la Supercopa española.

Ante la nueva aventura, la batuta de Zizou quizá sea aún más decisiva. Si no se le dan las mismas circunstancias con Bale, o el galés y Benzema no espabilan, el técnico, quiera o no, se verá abocado a un dilema considerable. El británico y el francés —aunque en menor medida— son patrimoniales para el club. Pero futbolistas como Isco y Asensio ya son mucho más que teloneros, aprietan y aprietan y se han ganado el fervor de la parroquia. El propio Zidane ha comprobado el peso de la segunda unidad en el primer doblete (Liga y Copa de Europa) desde 1958. En este Madrid que ha pasado de Figo a Asensio y de zidanes y pavones a una sinfónica tan afinada ya no debería haber Bale que valga si no lo vale.

De Zizou depende. Y del palco, también, donde ya han comprobado que 17 años dan para mucho. Ya nada es lo que era y en una galaxia más cercana este Madrid puede marcar época. Va camino.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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