Barcelona - Real Madrid: Cristiano manda en casa de Messi
El Madrid impone su mejor fútbol y amplitud de banquillo para derrotar al Barça en el Camp Nou en el partido de ida de la Supercopa
Cristiano fue protagonista en casa de Messi. El portugués salió para resolver el clásico en el momento en que el partido era un mano a mano entre la figura del Real Madrid y la del Barcelona y marcó un golazo que festejó con una liturgia parecida a la que el argentino exhibió la temporada pasada en el Bernabéu. CR mostró sus abdominales y cargó con una tarjeta que supuso a la larga su expulsión porque poco después el colegiado le volvió a amonestar por caer ante la entrada de Umtiti. No pareció que se tirara ni que hubiera penalti del central del Barça. La deficiente actuación arbitral no alteró el paseo victorioso final del Madrid. Asensio certificó con un tiro precioso el triunfo del equipo de Zidane, superior al azulgrana, vencido desde que Piqué, el jugador más antimadridista del Barça, se marcó un gol en propia puerta ante el asombro de Ter Stegen. Muy pocas veces el guion del clásico fue tan claro a favor del Real Madrid.
Las alineaciones acostumbran a ser muy reveladoras sobre el momento en que se disputa el partido y la situación que vive cada equipo: Cristiano, por ejemplo, puede ser suplente en el partido de ida de la Supercopa mientras al Barça le sobra Sergi Roberto, sustituido en el lateral por Aleix Vidal y en la punta derecha por Deulofeu mientras Paulinho viaja hacia Barcelona. Valverde cuadró una alineación nada más llegar al Camp Nou y desde entonces no ha movido más pieza que la de Deulofeu como sustituto de Neymar. La sensación es que el técnico pretende jugar con un extremo-extremo o un medio como Denis y no con un falso delantero en la banda como ocurría en tiempos del tridente y Luis Enrique. El técnico entrena y juega como si no esperara a nadie, confiado en su alineación y con una convicción sorprendente en el juego de su equipo si se atiende a la confusión de la directiva y a la inquietud de la afición después de la rueda de prensa de Piqué.
La sensatez acostumbra a ser también la virtud de Zidane. El francés es un virtuoso para escapar del ruido que genera el Madrid. Aunque le cantan la formación en cada partido, porque dispone de una plantilla para todos los gustos y el exigente calendario de un campeón de Liga y de Europa exige rotaciones, el entrenador pone a los futbolistas que le convienen, ya sea en casa o en el Camp Nou. Ante el Barcelona, simplemente sustituyó al sancionado Modric por Kovacic y mantuvo en el banquillo al reincorporado Cristiano. Zizou, al fin y al cabo, puede jugar de mil maneras un mismo partido, incluso contra el Barça. Ahora mismo la mirada está puesta en Casemiro e Isco. A pesar de vestir de azul, nadie dudó de que se trataba del Madrid. Nada más salir a la cancha, los muchachos de Zidane fueron a por el Barça. A los azulgrana, lentos en la circulación y poco profundos, les costaba llegar hasta Navas. La única noticia ofensiva del Barça fue constatar que Messi tira algún córner que antes sacaba Neymar.
El Real Madrid se obcecó en Messi y su afrenta se paró cuando a los diez minutos apareció el 10. Zidane dispuso una marca al hombre de Kovacic sobre el argentino, una decisión sorprendente, salvo que quisiera proteger a Casemiro y negar al Barça. Al argentino le costó entrar en juego pese a que forzó una tarjeta para Casemiro. Las ocasiones azulgrana eran tan mínimas como las del Madrid. Acaso la aportación de Messi y Luis Suárez era superior a la de Benzema y Bale por un costado y en el otro sufría Aleix Vidal en las coberturas mientras se descolgaba bien Jordi Alba. Los madridistas respiraban por el costado de Marcelo y con las apariciones de Isco. El partido, muy igualado, plagado de imprecisiones y presidido por la presión más que por la elaboración, solo se iluminaba en los momentos en que la pelota caía a pies de Isco y a Messi. El argentino revolotea, gambetea y enfila; simboliza el peligro. El malagueño pisa, toca, baila, se adorna y embauca; representa el virtuosismo en el fútbol, una delicia que ya se hace admirar en todos sitios como Iniesta.
Isco fue quien metió el balón para la entrada de Marcelo y su centro lo embocó en su portería Piqué. El encuentro se puso a pedir de boca para el Madrid, superior en recursos, excelente en las transiciones después del 0-1. Los laterales blancos se arrimaron y se achantó el Barça por el flanco de Aleix Vidal, nada nuevo si se atiende a lo sucedido en tiempos de Luis Enrique.
Valverde se corrigió con la entrada de Denis y el partido, muy bien madurado por el Madrid, se equilibró, ya con Cristiano Ronaldo y Asensio. Ya liberado de Kovacic, el Barça buscó a Messi y el Madrid a Cristiano. Apareció el argentino, que dirigió una buena carga, rematada con un penalti —Messi transformó la falta que no pareció de Navas a Luis Suárez— y respondió Cristiano. Marcó el portugués en pleno debate futbolístico, presidido por un divertido ir y venir de unos y otros, y se acabó el clásico para desdicha del Barça. El impacto del gol fue tan rotundo que los azulgrana ni se levantaron con la expulsión de CR, impecable en el quiebro a Piqué y el remate a la escuadra de Ter Stegen. El éxito madridista lo remató un futbolista igualmente exquisito que acostumbra a reservarse su momento: Asensio. Nada fue más elocuente que la previsibilidad del Madrid.
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