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Los Lions resisten a los All Blacks en un choque mayúsculo (15-15)

El tercer y último partido del tour del combinado de británicos e irlandeses termina con unas poco frecuentes tablas que dejan la serie sin vencedor

El neozelandés Ngani Laumape anota durante el tercer y último partido entre los Lions y los All Blacks en Auckland.
El neozelandés Ngani Laumape anota durante el tercer y último partido entre los Lions y los All Blacks en Auckland.Brett Phibbs (AP)

La lucha de gigantes entre los British & Irish Lions y los All Blacks acabó sin perdedor. El rugby esgrimió un fenómeno en peligro de extinción: la interpretación del empate. La tradición de un tour centenario sobrevive a la dialéctica imperante entre vencedores y vencidos. Las series entre el combinado británico e irlandés y el gendarme del oval terminaron en tablas. El tercer partido no rompió un delicioso equilibrio entre rivales que solo se cruzan cada 12 años y sus capitanes, en la jugada que decidiría el partido, tuvieron su momento de intimidad. “Esto es rugby, tío”, le dijo Kieran Read al galés Sam Warburton. Y ambos sabían exactamente de qué hablaban.

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La derrota es un fenómeno tan extraño en Nueva Zelanda que exige un trato de excepción. El reto de Steve Hansen era que sus pupilos lidiaran con una rutina imprevista sin miedo al apocalipsis. Los All Blacks habían caído el sábado pasado en casa ocho años después, pero no perdían dos partidos seguidos desde hace dos décadas y solo habían caído en uno de los 11 tours de los Lions (1971). La lectura final no será optimista: dos partidos sin ganar es una travesía desértica. Y el día que Read se convertía en el séptimo neozelandés centenario. Que en la entrevista pospartido dijera por error “[…] la razón por la que hemos perdido” desvela el subconsciente del vestuario.

Y eso que impusieron su monopolio. Incluso el primer ataque con poso de los Lions –y su mejor baza– terminaría volviéndose en su contra. La acción, gestada por una patada aérea bien ganada por Daly y las cargas de la delantera, acabó interceptada por Beauden Barrett junto a la línea de marca. Bastante hicieron los turistas con frenar a las gacelas en plena contra, pero la defensa no tuvo tiempo para recuperar el aliento. Otra genialidad de Barrett, esta vez con el pie, les desnudó. Su patada desde el corazón de 22 a la banda la palmeó con tino su gigante hermano Jordie para que Laumape posara raudo.

La supervivencia de los Lions

El marcador no reflejaba el dominio local ante unos Lions que por momentos sobrevivían en su territorio el 75% del tiempo. No ayudaron dos fallos a palos de Barrett. Los All Blacks se pedían demasiado a sí mismos, con secuencias a una velocidad abrumadora. Sus imprecisiones –hasta ocho pérdidas en la primera media hora– son una rareza incluso a ese nivel de excelencia. La defensa de los turistas fue granítica. Placajes que ganaban metros como el de Jonathan Davies o la omnipresente labor del segunda Maro Itoje con y sin balón, salvando ataques y conteniendo al volcán de Brodie Retallick.

Ocurre que Retallick apenas necesita un descuido para romper cualquier fortaleza. Percutió imponente tras la touch y desató el huracán. En un suspiro, Beauden Barrett aceleraba el estribillo, Laumape firmaba un offload extraordinario en su zambullida y Jordie ya tenía creada la autopista al ensayo. Así son los All Blacks: la genialidad está en cualquier esquina. El brillo de recién llegados como Laumape, Jordie Barret o Ioane confirma que la maquinaria de jugadores neozelandesa es infinita.

Incluso en el descanso (12-6) los Lions podían estar satisfechos con el marcador. Su resistencia fue hercúlea gracias a un trabajo coral, con Owen Farrell, el pateador predilecto, jugándose el tipo en cada envite. Dejar a Nueva Zelanda media hora sin anotar en Eden Park –no caen en Auckland desde 1994– tiene un mérito enorme. Como el tiro a palos de Daily desde su propio campo: 52 metros y pasó sin apuros. Un par de placajes imprudentes de los locales –uno de ellos sancionado con amarilla– y los turistas habían empatado la contienda . En el cuarto de hora final se intercambiarían dos golpes a palos, un tiro cómodo de Barrett y uno lejano pero centrado de Farrell. Y así llegaron al último ataque.

Los All Blacks pusieron el balón en liza con una patada corta que terminó en fuera de juego de los Lions. El árbitro, que en un primer momento había señalado golpe de castigo, revisó la acción y lo consideró involuntario: solo melé. El partido pudo caer por cualquier precipicio hasta que la última guarnición de los turistas sacó a Jordie Barrett del campo cuando ya avistaba el ensayo. Tras el pitido final se saludaban con cautela, como si esperaran un veredicto. El rugby había decidido que en esta lucha no habría vencidos.

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