Alemania, la buscadora de remiendos
Löw ha utilizado a 22 de sus 23 jugadores a lo largo de un torneo que considera un banco de pruebas
La estructura deportiva actual del fútbol alemán se concibe a partir de una fecha muy determinada. En 1999, tras caer eliminada en cuartos de final del Mundial de Francia un año antes ante Croacia -le endosó un 3-0-, la Federación Alemana de Fútbol (DFB) decidió reconvertir su programa de formación de futbolistas tras descubrir que su concepción había quedado algo anticuado.
La DFB se inspiró para desarrollar ese nuevo programa en las metodologías de trabajo creadas por el Instituto Nacional de Fútbol de Clairefointaine en Francia, y en la academia de formación del Ajax, icono del fútbol holandés y uno de los máximos exponente del fútbol europeo en el tratamiento de la cantera. Las posteriores derrotas ante España en la final de la Eurocopa de 2008, y en las semifinales del Mundial de 2010, sirvieron para encontrar una filosofía de juego moderna -el 4-3-3 se instauró como el sistema capital para entender el fútbol moderno- a la que adaptar sus nuevos recursos, a pesar de tener muy poco que ver con el estilo establecido durante las décadas de los 70 y los 90.
En toda esta reconfiguración ha estado presente el seleccionador Joachim Löw, defensor de ese tratamiento transversal de las distintas categorías de la mannschaft y que le ha llevado a lograr el último Campeonato del Mundo.
Entiende Löw que Alemania es equipo en permanente adaptación y que por ello necesita valorar el mayor número de piezas disponibles. Por eso decidió llevar a la Copa Confederaciones a un equipo plagado de jugadores sin trayectoria internacional y que vieran el torneo como una oportunidad para reivindicarse. Tan solo Draxler o Kimmich cuentan con presencia habitual en la absoluta. “La meta para mí es que tres, cuatro o hasta cinco jugadores nuevos tengan una evolución en este torneo y en la próxima temporada les permita disputa un puesto con los habituales de cara a 2018”, advirtió Löw para justificar una decisión que generó gran controversia en el país.
No se ha salido de ese carril el seleccionador alemán que ha utilizado a 22 de los 23 jugadores que tiene a su disposición -solo Trapp, el tercer portero, cuenta con el casillero de minutos a cero-, a lo largo de los tres partidos de la fase de clasificación. Una plantilla que a pesar de contar con futbolistas veterano como Wagner, de 29 años, ostenta una media de edad de 23,8, la más baja del torneo. Chile, con 28,6 se encuentra en el otro extremo.
En los tres partidos Alemania formado a partir de un 3-4-2-1 que no se ha puesto en cuestión independientemente del rival y de lo que fuera ocurriendo sobre el campo. Con 46 remates realizados es el equipo con mayor número de acciones ofensivas del torneo y con 38 faltas cometidas, el que menos infracciones ha cometido igualado con Portugal. Semejante rotación de jugadores ha servido para ver la amplitud de recursos de una Alemania B que cuenta entre sus meritorios con futbolistas como Brandt, de enorme talento en el uno contra uno, Stindl, un delantero menudo con enormes semejanzas con Müller o Wender, un nueve algo más puro que igual que su compañero en la punta suma hasta el momento dos de las siete dianas alemanas.
Ante Chile, Alemania demostró que a pesar de tener buenos mimbres la falta de compenetración entre un grupo de jugadores que no ha coincidido hasta ahora puede ser una de sus principales contrapartidas. Aun así, la competitividad del cuadro de Löw nunca se encuentra en entredicho. De ahí que con un equipo B sea tan peligroso como su versión A.
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