Hugo Sánchez dice que se va
En 1987, el mexicano deslizó que se marchaba del Madrid. Mendoza lo arregló con ‘cariño’
Aquel día, 4 de marzo de 1987, el Madrid tenía que jugar en Belgrado, contra el Estrella Roja, partido de ida de la Copa de Europa. Un Madrid espléndido, con la Quinta del Buitre en plenitud, más Hugo Sánchez, goleador firme.
La Gazzetta dello Sport publicó que Hugo tenía acuerdo con el Inter. La noticia llegó a la concentración. Algunos le preguntaron y les dijo que algo había. Buyo recuerda su decepción y la de Martín Vázquez: “Éramos sus amigos. Solíamos comer juntos. No nos había dicho nada”. Mendoza, presidente, habló con él. Quedaron emplazados a una conversación posterior. Estaba por en medio el partido, que era de aúpa.
Al poco de empezar hubo un penalti que Hugo Sánchez falló. El Madrid llegó a ir perdiendo 3-0. Hugo marcó el 3-1. Hubo otro penalti a favor del Madrid. Valdano le dijo a Hugo que si estaba nervioso lo tiraría él. Hugo prefirió aceptar la responsabilidad y marcó: 4-2. El desastre se convirtió en un resultado malo, pero abordable.
A la vuelta empezaron a hervir los comentarios. Noticias y desmentidos. Poco a poco trascendió que la cosa iba en serio. Hugo le ofrecía al Madrid 120 millones por su libertad. Había sido fichado del Atlético por 200 milllones, estaba en la segunda de sus cinco temporadas, así que entendía justo darle al Madrid tres quintas partes del traspaso para liberar los tres últimos años. Si no, acudiría a la vía del Decreto 1006.
Aquel decreto, de 26 de junio de 1985, apareció para regular la relación laboral de los deportistas profesionales. En síntesis, establecía que si un deportista pretendía abandonar su club sin acuerdo previo, podría hacerlo, pero que en ese caso la jurisdicción laboral fijaría la indemnización. Dio mucho que hablar en su día, porque era un arma de doble filo difícil de utilizar. Fue el origen de las cláusulas de rescisión.
El clima se enrareció más cuando se supo que los abogados que le llevaban eran dos personajes atléticos, Ramón Entrena, vicepresidente, y José Luis Carceller, exgerente. Mientras, aparece Joan Gaspart, para empreñar. Gaspart había estado a punto de fichar a Hugo para el Barça dos años antes, pero a última hora el entrenador, Terry Venables, prefirió a Archibald. Comprobado el error, era verosímil que el Barça quisiera enmendarlo. Circuló que le habría ofrecido 750 millones por cinco años, pero él tendría que hacerse cargo de su liberación del Madrid. Se habló del Milan, la Juve y el Inter, esto último lo único que de verdad avanzó: 580 millones por cuatro años. A Hugo la cuenta le salía: 580 menos los 120 que pensaba pagarle al Madrid, 460. Eran 115 por año. En el Madrid cobraba 70. Y había más...
Ese más me lo contó en una entrevista en EL PAÍS. Fue en el Castellana Hilton, el viernes 13, y se publicó el sábado 14. Le vi determinado y frío, explicándose perfectamente. No se sentía querido. Marcaba los goles pero no se le agradecía: “Soy como el niño que llega a casa con dieces, se lo dice al padre y éste sigue viendo la televisión”. (El madridismo estaba enamorado del Buitre y su Quinta). Además, quería otros desafíos. Había triunfado en el Madrid. Esperaba acabar el curso con la Liga, la Copa de Europa y el Pichichi, y entonces, ¿qué? Se sentía el orgullo de México y necesitaba más logros. Miraba a Italia, la Meca del fútbol en aquellos días. Allí estaba Maradona, cuya sombra perseguía. No se sentía inferior a él. Valdano me cuenta que se le enfadó porque en una entrevista se le ocurrió decir que Maradona era el mejor del mundo. A nadie se le ocurría pensar otra cosa, pero: “Tuve que sentarme a hablar con él, alabar su capacidad para hacer goles… No se sentía para nada inferior a Maradona”.
El resultado de la entrevista le gustó tanto que el sábado la llevó a la Ciudad Deportiva, la pegó en un tablón del vestuario y dijo a todos: “El que quiera saber mis razones, ahí las tiene”. Pero la plantilla no se conformó. Le exigieron una reunión tras el entrenamiento. Insistió en los argumentos. Se comisionó a Santillana y Camacho para que hablaran ante la prensa. Era obligado, porque por primera vez lo de Hugo había sido ratificado por él mismo. Pusieron paños calientes: “El club decidirá”.
Lo primero era si se le podría sacar en San Mamés el domingo, y el miércoles en el Bernabéu ante el Estrella Roja. Beenhakker dudaba. Los jugadores estaban muy enfadados con Hugo. Molowny intervino y convenció a Mendoza: “Mientras esté, que siga metiendo goles. Es tan frío que esto no le va a afectar”. Así que fue a San Mamés. Mino marcó el 0-1. Luego, penalti a favor del Madrid. Otra vez Hugo, entre una expectación tremenda (asistí al partido), y gol. Goikoetxea, enorme, descuenta cerca del final, pero el Madrid gana 1-2.
¿Y Mendoza? Mendoza se mantuvo firme y acertó: no negociaría. Ni 120 ni nada. A Magistratura y que sea lo que Dios quiera. Y ahora, el Estrella Roja. Otra vez rumores, otra vez titular. Hace falta una remontada, ¿no romperá la presencia del desertor in pectore la magia necesaria? Se impone la doctrina Molowny y sale. No marca, pero el Madrid gana 2-0 y pasa a semifinales.
¿Y luego? Luego la cosa se va enfriando sola, poco a poco. El Inter, ante la incertidumbre del costo de la operación, recula discretamente. Hugo sigue jugando. En algunos partidos se le ve aislado, marca algo menos, pero poco a poco vuelve la normalidad Es decisivo para la victoria 2-3 en Sarrià el 16 de mayo. El 30 de mayo marca un hat trick al Sporting en el Bernabéu. Se considera el alta definitiva.
¿Cómo se arregló? “Se arregló sin ruido, así que me figuro que habría alguna mejora”, piensa Valdano. “Pero yo no lo recuerdo. Fue una tormenta que, como vino, pasó”. Buyo, más cercano a Hugo, comenta: “Quería cariño y Mendoza le dio cariño. Pero escribe cariño entre comillas”. En fin, que Mendoza le mejoró el contrato (con cuidado de que la cantidad no trascendiera) y aquí paz y después gloria. Para cuando armó el lío, Hugo llevaba 85 partidos y 61 goles. Después, jugaría otros 197, marcando 146 goles más.
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