Los Lions examinan a los All Blacks

Entre tanta interpretación parcial y traumática de su vecindad, el rugby dio a ingleses, escoceses, galeses e irlandeses una rara causa de gloria común. Los jugadores del tour de los British & Irish Lions de 1971 por Nueva Zelanda pasaron de pronosticar la peor de las giras a ser recibidos tras su aterrizaje en Heatrow como si fueran The Beatles. Fue la única vez que reinaron en el paraíso del rugby. Este sábado inician sus duodécimas series contra los All Blacks (9.35 Movistar Deportes 1) buscando otra proeza ante el campeón de los dos últimos mundiales en un extremo choque de estilos. Quizás el mejor partido del mundo.

La última visita de los Lions a Nueva Zelanda -en 2005- cuestionó el futuro de sus giras, que recorren cada cuatro años uno de los tres grandes países del sur –también Australia y Sudáfrica. La experiencia no pareció compensar el esfuerzo para amoldar una costumbre de aquellos tiempos en que los calendarios daban respiro. Perdieron los tres partidos por al menos 18 puntos en lo que Jonny Wilkinson describió como “un caos que jamás había visto”. Dos años después de conducir a Inglaterra a su único título mundial, Clive Woodward hizo todo lo que no se debe hacer en una gira así.

El papel de seleccionador es esencial para armonizar a 40 jugadores que son estrellas en sus selecciones. Deben convivir más de un mes en una gira que incluye otros siete amistosos ante equipos locales sin crear una frontera entre titulares y suplentes. En 2005, muchos secundarios no podían siquiera asistir a las sesiones de vídeo. Otro error fue crear un plan de juego complejo sin tiempo para asimilarlo. En lugar de trabajar bien pocas ideas, los Lions se liaron incluso para sacar el balón desde la banda. Lo celebraron los neozelandeses ante un rival que tampoco se ganó el respeto fuera del césped. Lejos de integrarse en la comunidad, levantaron una valla en su centro de entrenamiento y echaron a un grupo de niños de su primera sesión.

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El origen de una leyenda

Lo sabe su actual seleccionador, el neozelandés Warren Gatland, que repite tras vencer a los Wallabies en 2013 (2-1). El técnico de Gales se juega mucho: está entre los candidatos para suceder a Steve Hansen en los All Blacks tras el Mundial de 2019. Deberán rozar la perfección. Toca frenar a las gacelas, que el juego de un conjunto que aspira al arte quede enclaustrado entre melés y golpes de castigo. Toca evitar cualquier grieta en la retaguardia, cualquier patada sin mordiente, ante un rival que contragolpea sin piedad y que ha convertido la improvisación en método. Y anotar, claro.

Hansen ha inoculado en sus pupilos la derrota de 1971 y que el tour solo pasa una vez en la vida. Tal es la importancia que ha arriesgado a sus jugadores dejándoles medirse a los Lions con sus clubes. Y lo ha premiado. La victoria de los Blues (22-16) ha dado un puesto en el XV inicial a Sonny Bill Williams y al ala Reiko Ioane, que deja en su tercera internacionalidad a un peso pesado como Julian Savea fuera de la convocatoria. Así de cotizada está la camiseta negra.

Los ingleses, mayoría

En el primer XV hay siete ingleses, cuatro galeses y cuatro irlandeses. Los escoceses –con Stuart Hogg lesionado– han pagado su dura derrota en marzo ante Inglaterra. Los Lions no han sabido finalizar ni evitar errores en la retaguardia, pero han funcionado otras cosas. La delantera que dominó a los invictos Crusaders (3-12) en la melé, ante el pack que defenderá a los All Blacks, se ha ganado el puesto. Conor Murray y Owen Farrell han convencido como directores de orquesta en una selección que ha premiado la preparación sobre el nombre. George North no ha entrado en la lista de 23 por falta de forma y al capitán, el galés Sam Warburton, le ha faltado rodaje para ser titular. El testigo es para el irlandés Peter O’Mahony, la mejor noticia para los turistas tras no ser siquiera un fijo en el último Seis Naciones.

Las series son la primera prueba seria para Nueva Zelanda tras el adiós de la generación dorada en 2015. Sin Richie McCaw y Dan Carter, sus sucesores serán evaluados. Primero, los galones de Kieran Read, encargado de suplir como flanker y capitán a uno de los mejores de la historia. Como hiciera McCaw, se ha recuperado en tiempo récord de los problemas físicos que le tienen inactivo desde abril y espera convertirse dentro de dos semanas en el séptimo centenario de los All Blacks. También son días importantes para el apertura Beauden Barrett. Ha relevado con nota a Carter y deberá probar su eficacia en un estilo a priori más incómodo.

Hansen recuerda aquella gira del 71 en plena adolescencia, una de esas derrotas que una selección tan exigente consigo misma no olvida. El reto de los Lions es mayúsculo: los All Blacks no pierden en su templo de Eden Park desde 1994 y no caen en casa desde 2009. Si hace una década la brecha era entre norte y sur, hoy todo apunta a otra entre Nueva Zelanda y el resto. Por eso este es el tour de los tours. El viernes pasado, los neozelandeses calentaron con un 78-0 ante un rival digno como Samoa. Cuando preguntaron a los vencidos qué necesitaban los Lions para triunfar, la respuesta no pudo ser más nítida: suerte.