¿El Madrid no existe?
Nos gusta pensar que quienes viven como si el fútbol no existiese, y creen que la Champions es un relato escrito sin contrastar si realmente pasó o es un rumor, fingen
En vísperas de la final de Champions cené con varias compañeras. Una era del Madrid, otra del Barça, y la tercera preguntó con frialdad “¿Mañana hay fútbol? ¿Y quién juega?” Estaba enrollando unos tallarines en el tenedor, y se los llevó a la boca como si nada, despiadadamente. La acechamos. Pero qué dice esta mujer, debimos pensar. Ella ni se inmutó, no sonrió con finura o astucia, no gesticuló, solo comió. Tal vez nuestra extrañeza la disuadió de preguntar qué era el Real Madrid, o de qué provincia procedía la Juve. Su ignorancia iluminó la mesa. Parecía auténtica, llegada de otro universo, rompiendo los años luz con desdén. Pero desconfiamos. La vida está organizada de tal modo que todo te suene, aunque no sepas nada.
Nos gusta pensar que quienes viven como si el fútbol no existiese, y creen que la Champions es un relato que se escribe sin contrastar si realmente pasó o es un rumor, fingen. A menudo se nota tanto que confiesan: "Sí, lo odio, ¿qué pasa?". Todos nos hemos encontrado con alguien así, para quien el fútbol no se inventó, o hace ya tiempo que nadie se acuerda de su entierro, al que acudieron media docena de amigos íntimos. En mi instituto había un bedel que tomaba cada mañana el periódico y lo leía con detenimiento hasta llegar a deportes. En ese instante humedecía la punta del dedo, y de una tacada saltaba cuatro, cinco o seis páginas, las que ese día formasen la sección, para recalar en las esquelas. Jamás se quedaba corto en el salto, de modo que no tenía el menor indicio de la existencia del fútbol. En las esquelas se recreaba. Algunas veces se volvía hacia a ti y leía en alto alguna frase, del tipo "Falleció el 3 de febrero, a los 85 años de edad, confortado por los Auxilios Espirituales", que también a él parecía dejarlo animado, como si el fallecido fuese el fútbol.
Pensando si nuestra amiga nos tomaba o no el pelo con aquella ignorancia natural, fría, me fui a la cama. Quería alcanzar alguna conclusión. De pronto, era la clase de asunto que no te sacas de la cabeza. ¿De verdad podía no saber que el sábado jugaba el Madrid, o el domingo, con todas las portadas hablando de lo mismo, ignorar que el equipo de Zidane había ganado otra vez la Champions? Pero en cuanto me tapé y apagué la luz, me quedé dormido. Mañana sería otro día, seguramente. No volví a pensar en el tema hasta la tarde, cuando envié un mensaje a unos cuantos amigos, preguntando qué iban hacer a eso de las nueve menos cuarto. Varios ni contestaron, porque son del Madrid y ya estaban ocupados en lo que iba a pasar después. Uno me respondió que leería a Jean Austen. El que es más del Barça aseguró que justo acababa de abonarse a Netflix para ver las ocho temporadas de The Good Wife seguidas, y que al acabar las noticias sobre el Madrid solo fuesen un punto minúsculo que apenas se aprecia en el espejo retrovisor del coche. El domingo de madrugada respondieron todos los madridistas. No he querido leer los mensajes.
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