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Dovizioso y Ducati reinan por fin en Mugello

El piloto italiano da la primera victoria a la fábrica italiana en su circuito de pruebas desde 2009. Viñales, segundo y Petrucci, con una Desmosedici satélite, completan el podio

Nadia Tronchoni
Dovizioso (derecha) celebra con Viñales, segundo, su victoria en Mugello.
Dovizioso (derecha) celebra con Viñales, segundo, su victoria en Mugello.TIZIANA FABI (AFP)

La maravillosa velocidad punta de la Ducati encumbró a Andrea Dovizioso, el hombre que logró, por fin, una victoria para la casa de Borgo Panigale en el que es –además del escenario del gran premio de Italia, repleto de ducatistas– su circuito de pruebas. El último que lo consiguió fue Casey Stoner en el año 2009. Y desde entonces ha pasado mucho tiempo. Demasiado. El necesario, sin embargo, para diseñar una moto que no solo fuera capaz de domar un tipo con un talento tan salvaje como el australiano. La potencia de ese motor tan peculiar fabricado a escasos 90 kilómetros del circuito de Mugello (y tantas veces testado en esta pista) fue la clave, pero no solo eso hizo posible el triunfo.

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Si Dovizioso ganó una carrera con tantos aspirantes como tenía esta fue porque hay pocos pilotos en el paddock tan cabezotas, esforzados, serios y trabajadores como él, que se dice “realista, nunca negativo”, cuando le preguntan si ahora aspira al pelear por el campeonato. Y fue, también, y especialmente, porque esta potentísima máquina (cinco Desmosedici lideran la tabla de velocidades puntas) es cada día un poquito mejor. Sigue teniendo un problema crónico: el paso por curva, tan difícil es hacerla girar en los virajes lentos. Y aunque ninguno de los que trata de pilotarla se resigna a solucionarlo, sí que se esfuerzan todos por minimizar el problema. Empiezan por la frenada. Y ahí la GP17 ha mejorado muchísimo. Vale que, al tener que renunciar a las alas aerodinámicas que llevaban el año pasado, han acabado perdiendo algo de aceleración; pero en circuitos como este ese déficit se dejaba sentir bien poco: el hecho de contar con una recta de más de un kilómetro (en la que se alcanzaron los 354 km/h) y a la que se llega después de tomar un viraje bastante rápido lo explica. Lo mismo ocurría con el giro: Mugello ayuda: tanta chicane y tanta curva rápida no hicieron otra cosa que allanar el camino a grandes frenadores como Dovi.

La muestra: la tabla de resultados de este gran premio de Italia: cuatro Ducati entre los diez primeros clasificados, dos de ellas en el podio. Pues a Dovizioso le acompañaron un siempre competente Viñales –excelente en su pilotaje, 10 km/h más lento en la recta– y un fantástico Petrucci, quien también dio buena cuenta de su excelente frenada con una Ducati satélite con dos adelantamientos magníficos a Rossi y a Viñales en la última curva en los últimos minutos de la carrera.

Las primeras vueltas fueron un espectáculo mayúsculo. Protagonizado, cosas de las carreras, por dos pilotos que se descolgarían luego de la lucha por el podio, por diversos motivos. Rossi, el ídolo de masas, especialmente en este gran premio en el que se corea su nombre a todas horas, se colocó en cabeza en la primera curva y lideró al pelotón durante tres giros, no sin antes vérselas con Lorenzo, que tiraba de su potente motor para adelantarle en la curva uno. Rossi, en cambio, aprovechaba el fantástico cambio de dirección de Scarperia (curva 10), una de las mejores zonas para adelantar, para recuperar su puesto. Lo hizo hasta en dos ocasiones. Aunque allí, precisamente, sería donde poco después le pasaría su compañero de equipo, Viñales.

Y mientras Lorenzo, que todavía se deja llevar y al que le cuesta asumir que es mejor apurar la frenada que buscar una buena salida de curva, iba cayendo posiciones en la tabla (le adelantaron Petrucci y Márquez, también un magnífico Bautista, y Zarco), su compañero Dovizioso iba subiendo. Después de seis giros, tras adelantar a Rossi en San Donato, la primera frenada, el compañero del mallorquín ya rodaba a tres décimas del líder del Mundial. Y ahí esperó. Mejor no gastar energías sin sentido, que se había pasado la noche con vómitos inesperados y no tenía el cuerpo para tonterías. Le pasó cuando quedaban nueve giros para el final. Entonces, en una sola vuelta, logró sacarle seis décimas a la Yamaha. A cuatro vueltas ya era un segundo. Podía oler la victoria. Y Viñales pasó a preocuparse entonces de recuperar la segunda plaza, al menos. Le había adelantado también Petrucci y Rossi estaba a pocas décimas. Pero ya demostró en Le Mans que en los finales de carrera es capaz de sacar lo mejor de sí y de su moto, una M1 que ha mejorado este año precisamente en eso: el rendimiento con el neumático desgastado. Y esperó al italiano a final de recta para devolverle el adelantamiento con una frenada al límite.

De entre los aspirantes al podio, quien mejor rindió fue Rossi, ingresado en el hospital una semana atrás tras un accidente haciendo motocross. Terminó cuarto, un resultado fantástico si se tiene en cuenta que el sábado pasado pensaba que no podría ni presentarse a la cita. Después del arreón inicial, Lorenzo y su Ducati ofrecieron menos de lo que se esperaba de ellos. Acabó octavo, justo por delante de Pirro, que es el piloto probador de la marca y corría como wild-card. Tampoco dieron la talla las Honda: Márquez, que fue al límite todo el fin de semana, sufrió con un compuesto delantero demasiado blando para su gusto y fue sexto, por detrás de Bautista, con una Ducati del 2016. Y Pedrosa, que también tuvo quejas de los neumáticos (como tantos otros este curso) peleaba para meterse entre los diez primeros cuando cometió un error y se llevó a Crutchlow por delante. Era la última vuelta.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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