Muguruza se adapta a la hostilidad
Tras intensificar su preparación física y variar hábitos alimenticios, Garbiñe le coge el punto a los partidos extendidos a tres sets: esta temporada ha superado 10 de 12 y en 2016 perdió siete de 13
Sufrimiento y disfrute, difícil conciliación. Correr, esprintar, saltar, sudar, desfondarse, ir al límite, pulsaciones a mil…¿Puede alguien encontrar algún tipo de gozo en una situación así? Pregúntenselo a Garbiñe Muguruza, defensora del título en Roland Garros. Ayer, por instantes, tuvo un pie fuera de París, pero Garbiñe corrió, vaya que si corrió: persiguió pelotas todo el rato, de un lado a otro de la Chatrier, y después de mucho remar, remar y remar, y de mucho sufrir, sufrir y sufrir, venció y sobrevivió: 6-7, 6-4 y 6-2, en 2h 08m ante la estonia Anett Kontaveit.
Desde hace pocos meses, Muguruza está descubriendo que en la adversidad también se puede disfrutar. Y he aquí un giro, el cambio. Hace no mucho, a la última ganadora del grande francés no le agradaba nada la hostilidad, el verse abajo, por detrás, a remolque; se encogía ante el gran test de los tres sets, en los partidos prolongados. Sin embargo, en su cabeza ha calado hondo el mensaje de su preparador, el francés Sam Sumyk: el talento, por grande que sea, no es suficiente.
Desde el pasado mes de noviembre, cuando emprendió la pretemporada, Muguruza cambió el chip. Intensificó la carga física en los entrenamientos; varió la alimentación, más controlada; y procesó que no puede bajar los brazos cuando el viento no sopla de cara. “No me he visto fuera, pero he visto que iba a tener que remangarme bien para darle la vuelta”, explicaba ayer, después de superar una prueba de fuego contra la voluntariosa estonia Kontaveit y firmar su quinta remontada del curso.
Garbiñe, citada en la próxima ronda con la kazaja Yulia Putintseva (22 años, 29 de la WTA), ya no solo ha dejado de sufrir en la desembocadura de los tres sets, sino que se crece e incluso llega a disfrutar. Le exige su mejor versión, la más heroica, y ahora responde, o así lo dicen los datos. El de ayer fue el décimo partido de la temporada que gana a tres mangas, de los 12 que ha disputado, cuando un año antes perdió siete de 13. La transformación es palpable desde la forma de desenvolverse hasta la actitud.
Robredo, la única baja española
“No sé decir qué ha cambiado exactamente, pero estoy aprendiendo a llevar lo del tercer set, que es cuando más tensión se tiene. Tal vez la experiencia de haber perdido muchos y de verme en esa situación tantas veces me ha hecho saber cómo manejarme”, expresó. “No he querido venirme abajo. He seguido luchando porque ya sabía que si seguía jugando así tengo esos partidos que perdí en la espalda y me sirven de referencia”, concluyó la hispano-venezolana.
Junto a ella prosperó Rafael Nadal, sin mayor dificultad en su pulso con Robin Haase (6-1, 6-4 y 6-3, en 2h 08m), y la mayoría de españoles: Pablo Carreño (7-5, 6-4, 4-6 y 6-0 a Taro Daniel), Roberto Bautista (6-3, 3-6, 6-3 y 6-2 a Mikhail Kukushkin), Albert Ramos (6-2, 6-1 y 6-1 a Benjamin Bonzi), Guillermo García-López (7-5, 6-4 y 7-5 a Marco Trungelliti). Tan solo se despidió Tommy Robredo, apeado por el búlgaro Grigor Dimitrov (6-3, 6-4 y 7-5).
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