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Jungels vence y Dumoulin ejerce de patrón bondadoso y justo del Giro

El líder ordena frenar al pelotón para esperar a Nairo, que se había caído bajando un puerto

Carlos Arribas
Jungels, de blanco, segundo por la derecha, se impone a Nairo, a su izquierda, en el sprint de Bérgamo.
Jungels, de blanco, segundo por la derecha, se impone a Nairo, a su izquierda, en el sprint de Bérgamo.LUK BENIES (AFP)

El Giro es cosa de jóvenes grandes y limpios del Benelux, y los pequeños sobreviven. El líder de rosa es un gigante holandés cuyas buenas maneras desmienten a sus cejas sombrías y negras, Tom Dumoulin, y en Bérgamo, donde la madre de Gimondi repartía el correo en bicicleta, ganó Bob Jungels, luxemburgués hermoso de blanco, como mejor joven y potente como una locomotora, que atacó en la ciudad alta y sus callejuelas empedradas y empinadas, y esprintó con más velocidad aún, y más potencia, en la calle por donde paseaba Juan XXIII antes de ser Papa. Una avenida amplia en la que una docena (todos los buenos y algunos especialistas) le disputaron la victoria y los segundos. Terminó segundo, detrás de él, Nairo Quintana, que se había caído unos kilómetros antes. El líder, un Shrek o así, tan grandote, bondadoso y bonachón, mandó parar al pelotón, frenar su marcha en un descenso, hasta que el colombiano regresó. La etapa fue una pequeña clásica. Se corrió como si no hubiera mañana, sin aliento.

"Es un gesto que agradezco, y que es importante que se dé", dijo el lacónico colombiano que, con los seis segundos de bonificación, se queda a 2m 41s de Dumoulin en la general. El lunes hay descanso, el martes, el último martes del Giro, comienza la tercera semana. Lo hace con el Mortirolo por su lado llamado suave y con doble ascensión al padre Stelvio, Cima Coppi (2.758 metros), y descenso final a Bormio. En un descenso del Stelvio nevado ganó Nairo su Giro de 2014; en un descenso soleado de una montañita lombarda estuvo a punto de perder el del 17 el colombiano, que con su sprint en Bérgamo en busca de la victoria, exaltado por la adrenalina del susto, quiso quizás demostrar como un torero tras la cogida que no está tocado para nada, y que miedo, él, nunca.

El Miragolo es un montecito propiedad del obispo de Bérgamo, y en la cima, a 940 metros, hay un pueblecito, San Salvador, donde fabrican relojes de péndulo muy apreciados desde hace siglos. Como péndulos regulares y muy veloces, tic-tac de taquicardia, casi como metrónomos vivísimos, subió el pelotón del Giro a San Salvador, y lo bajó más rápido todavía, y con cuidado también, pues la carretera es casi tan vieja como los viejos relojes esmaltados, y llena de baches y estrecha, y con gravilla en las cunetas. A menos de 40 kilómetros de Bérgamo, en una curva, víctima de la fuerza centrífuga y del mal piso, Nairo salió despedido a la cuneta. Sin un rasguño, aparentemente, se levantó e intentó volver a pedalear en una bicicleta inservible. Le prestó la suya para continuar su compañero José Joaquín Rojas, varias tallas más grande. Unos centenares de metros después le alcanzó el coche del equipo, que, tras peligrosa maniobra de su conductor, se detuvo en la cuneta para proveerle de su bici de recambio.

El pelotón, respetuoso, liderado por un Dumoulin con las ideas muy claras sobre el fair play, redujo su marcha hasta que Nairo, acompañado de todo su equipo, volvió al grupo. Si hubiera acelerado el grupo, quizás Nairo habría perdido definitivamente el Giro. A la etapa que comenzó a más de 50 por hora y terminó cuando casi no habían tenido tiempo para colocar las vallas en Bérgamo, le quedaba solo la ascensión al Selvino y el peligroso descenso a Nembro por la vía de las 19 curvas de horquillas que hacen de la ladera del monte un pequeño Alpe d'Huez. Después, sin tiempo para respirar, llegaba la subida a la Bérgamo Alta y vieja, de puertas estrechas y callejones de piedras irregulares en el piso que obligaban a los corredores a marchar botando y en fila de a uno. Una alianza del equipo del líder con el Bahréin de Nibali o el FDJ de Pinot o el Orica de Yates habría propiciado el desastre para el líder del Movistar.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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