Victoria y maglia rosa para Nairo Quintana en el Blockhaus
Una moto policial provoca una caída que elimina a Landa, Thomas y Adam Yates
El Giro, tan tranquilo sus ocho primeros días, recibió, en menos de media hora dos golpes que le transformaron por completo y dejaron a Nairo Quintana de rosa.
El primer golpe, unos kilómetros antes de comenzar la ascensión al Blockhaus, se lo propinó un policía de tráfico que se había detenido con la moto en el lado izquierdo de la carretera estrecha. Contra ella chocó violento el holandés Wilco Kelderman, quien arrastró en su caída a algunos de los más importantes del pelotón, principalmente a los dos que comparten el liderato del equipo Sky, Mikel Landa y el galés Geraint Thomas, y al inglés Adam Yates, líder del Orica. Los tres terminaron la etapa, pero muy distantes.
El segundo, como se esperaba, lo asestó Nairo Quintana, quien llegó solo a la cima del puerto más duro (13 kilómetros al 8,5%), en cuyo podio vistió la maglia rosa. El colombiano, designado por sus pares patrón del Giro antes del comienzo de la carrera, estuvo a la altura de las expectativas, o más allá. Fue un golpe en cuatro actos, espaciados en dos kilómetros, cuando faltaban entre -6,7 y -4,7 para la cima. Al primero, solo respondieron Vincenzo Nibali y Thibaut Pinot. Al último, en la rampa más dura del gigante de la Majella, del 14%, no le pudo responder nadie.
Los rivales del gran favorito para la victoria podría decirse que se reducen a tres, el rodador holandés Tom Dumoulin (quien convirtió la mascensión en una cronoescalada, a su ritmo seguro, sin cambios de ritmo ni miradas a los escaladores) y el escalador francés Pinot se encuentran a 30s y 28s respectivamente en la general; el mejor de los italianos, el siciliano Vincenzo Nibali, a 1m 10s. Otros nombres importantes —Kruijswijk, Van Garderen, Zakarin— perdieron más de dos minutos; el anterior líder, Bob Jungels, 3m 40s.
Ni Yates, que perdió 4m 49s, ni Thomas (5m 18s), con un hombro dislocado, ni Landa (27m 6s), con un fuerte golpe en el codo, cuentan ya para más que para actuaciones de brillo esporádico.
Así de duro es el Blockhaus, así de duro lo hizo Nairo, y también el Movistar, su equipo.
“Es un resultado muy bueno”, dice Eusebio Unzue, director del equipo, que siguió la etapa por televisión desde Pamplona y conectado por whatsapp con José Luis Arrieta, el director en el terreno, al volante del coche. “Se trataba, sobre todo, de distanciar a los mejores rodadores, Jungels, Thomas y Dumopulin, los que pueden aprovecharse de las contrarreloj”.
Antes del Blockhaus, Nairo era para los italianos el ciclista inexcrutable. Ni siquiera su victoria en el Giro de 2014 y en las dos Tirrenos con Terminillo le habían convertido en un sujeto que entendieran. Se les escaba su mirada cerrada como su boca. Su falta de expresión voluntaria. Después del Blockhaus, Nairo, inteligente, les habló a los italianos de Latinoamérica y de Scarponi, y, sobre todo, les habló de Pantani. “Me inspiro en pantani, porque hacía disfrutar a la gente”, dijo Nairo, quien atacó de lejos, como el Pirata, sin miedo al infinito que se alzaba ante él, la carretera desierta esperando su paso.
Su ataque, tan latino, tan ciclista, fue la culminación de una etapa puramente germánica, quizás en honor al nombre de la cima, y racional de su equipo, que convirtió los poco más de 100 kilómetros hasta que la moto aceleró los acontecimientos en un fuego lento en el que fue cociendo al pelotón con placer sádico, a veces, o así lo parecía, como cuando Nairo le pedía a su compañero Winner Anacona, el último que trabajó para él, que apretara un poco el paso. Cuando el puerto empezó a empinarse de verdad, de todo el pelotón solo resistían nueve a rueda de Anacona-Nairo, y todos con la lengua fuera. Cuando Anacona se echó a un lado, Nairo aceleró. Se movió el patrón. Todas las caretas del Giro, tan firmes como parecían, volaron.
Tras el día de descanso del lunes, el martes, una contrarreloj de 40 kilómetros entre los viñedos del Sagrantino (Umbria) permitirá probablemente a Dumoulin un liderato provisional que, siguiendo la lógica de la carrera, debería perder el sábado, en la ascensión a Oropa. Es la hoja de ruta de Nairo, que debería declarar el Giro derrotado el martes 23, al final del día más duro, el del Mortirolo y el doble Stelvio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.