“El derbi siempre ha sido el gran partido”
Exjugadores del Real Madrid y el Atlético rememoran varias décadas de enfrentamientos entre los dos equipos y una rivalidad que ha crecido hasta lo más alto de Europa
Milán, Turín, Manchester, Liverpool, Múnich, Amsterdam... Ninguna de las metrópolis futbolísticas en las que residen algunos de los clubes con más pedigrí en la Copa de Europa han alcanzado el hito que ahora vive Madrid. Nunca en la historia dos clubes de la misma urbe habían logrado elevar a tanta altura una rivalidad vecinal. Cuatro enfrentamientos en cuatro años, incluidas dos finales (2014 y 2016), unos cuartos de final (2015) y la semifinal que mañana alza el telón en el Santiago Bernabéu (20.45, Antena 3) han convertido el derbi madrileño en el derbi de Europa.
El enfrentamiento ha alcanzando cotas inimaginables hasta no hace mucho tiempo. El Madrid, dominador histórico de la competición con 11 coronas, es un clásico del torneo, el club por excelencia de la Copa de Europa. Casi siempre señalado como favorito a conquistar el título, su rastro ganador permanece desde que comenzara a escribir su gran historia con Alfredo Di Stéfano y la suma de las primeras cinco ediciones.
Es el Atlético, desde la llegada de Diego Pablo Simeone, el que ha emergido en los últimos tiempos para discutirle la hegemonía al Madrid en su competición fetiche. El ascenso rojiblanco hasta la primera fila del escaparate del fútbol europeo ha propiciado que Madrid disfrute de una rivalidad inigualable en términos de prestigio futbolístico. El enfrentamiento capitalino viaja ahora a lomos de la purpurina de la Copa de Europa por quinta vez desde el nacimiento de la competición en 1955.
Cuatro años más tarde, se produjo la primera cita. Fue en semifinales, con el Madrid como tricampeón, y con el elenco de estrellas con el que forjó su leyenda al frente. La eliminatoria tuvo que resolverse en un partido de desempate en La Romareda tras ganar los blancos en el Bernabéu (2-1) y el Atlético en el Metropolitano (1-0). En Zaragoza se impuso el campeón (2-1), pero Jorge Mendonça, delantero del Atlético, emparenta ese primer cruce con los de la actualidad: “Ellos tenían un equipo muy técnico con Di Stéfano, Puskas, Rial, Kopa y eran los campeones, pero contra nosotros se ponían nerviosos porque les habíamos tomado la medida. Nos eliminaron, pero fuimos muy incómodos”.
El vocablo “incómodo” está en el libro de cabecera de Simeone cuando habla del Atlético actual. José Emilio Santamaría, central madridista que también participó en esa semifinal, rememora los derbis marcando algunas diferencias ambientales sensibles con los de ahora.
“No había convocatorias para que los aficionados se concentraran en una plaza para esperar el autobús del equipo. Eran tiempos de crisis, la gente iba al fútbol como podía. La pasión es igual, pero ahora en los estadios se ven simpatizantes de todos los continentes. Se cantaban los cascabeles poco antes de que el autobús entrara al estadio y ya”.
“He tomado cafés con jugadores del Madrid, aunque en el campo había algún insultito. No voy a decir el nombre, pero había uno de ellos, del que ahora soy amigo, que no paraba de insultarme. Los jugadores del Madrid no estaban acostumbrados a marcajes como los nuestros, que teníamos a Griffa y compañía... ”, asegura Mendonça. En la década de los sesenta no hubo enfrentamientos europeos. El Atlético cazó una Recopa (1962) y el Madrid se reconstruyó con el equipo Ye-yé que ganó cinco ligas consecutivas y añadió a las vitrinas su sexta Copa de Europa en 1966.
José Martínez, Pirri, fue uno de los líderes de aquel equipo en el que las galopadas de Gento aún enlazaban con el arrollador conjunto de las cinco Copas de Europa y Amancio ponía la imaginación y el desborde. “El partido importante”, sostiene Pirri, “siempre ha sido el derbi. Recuerdo uno de final de Copa en el Calderón que duró 120 minutos y que ganamos nosotros en la prórroga. Siempre me tocaba luchar contra Luis Aragonés y Adelardo”.
“Ahora dicen que el clásico es el Real Madrid-Barcelona, pero antes era el derbi madrileño”, afirma Eugenio Leal, volante del Atlético en los años setenta. A mitad de esa década, en 1974, los rojiblancos disputaron su primera final de la Copa de Europa, perdida con el Bayern de Múnich tras forzar aquel perrero gol de Schwarzenbeck en el descuento del partido de desempate (4-0). “Jugamos aquella final y luego ganamos la Intercontinental, que nos dio prestigio. Las diferencias con el Madrid en aquella época no eran muy grandes. Les jugábamos de tú a tú, pero al Madrid siempre hay que respetarlo. A veces, saltaban chispas, a mí me terminó por retirar del fútbol una entrada de Sol en un derbi de Copa en el que nos guindaron dos goles. Fue en 1976, pero tres años después, con solo 29 años, tuve que dejarlo”, abunda Leal.
Los años ochenta el Madrid los transitó con una final de Copa de Europa perdida en 1981, otra de la Recopa (1983) y la conquista de dos UEFA (1985 y 1986). La Quinta del Buitre estableció una hegemonía incontestable en la Liga de 1986 a 1990, pero no pudo levantar la orejona. “Los derbis eran partidos importantes, el Atlético todavía pesaba como el Barça en el imaginario colectivo y en los mayores de la plantilla también: sentían más el derbi que el clásico. No me cansé de oírle decir a Di Stéfano: ‘mis vecinos son del Atleti, no del Barcelona”, comenta Jorge Valdano, que también guarda en su memoria encuentros de pierna dura y ajustados: “Eran derbis peleados, tácticos, con los marcadores muy cortos, en los que los errores se pagaban carísimos y en los que disfrutabas ya en el túnel de vestuarios. No había tantos ojos entonces y por lo tanto no había necesidad de taparte la boca para decir barbaridades”. “Tú, en Madrid a quien ves es a la gente del Atlético, no del Barcelona por ejemplo, tu rivalidad es mayor con el Atlético”, afirma José Antonio Camacho.
El Atlético, con la llegada de Paulo Futre, trató de competir con esa supremacía blanca en la Liga. Un 0-4 en el Bernabéu, en 1987 y bajo la dirección de Menotti, pareció que le ponía en la senda del título, pero se desinfló. Ya en los años 90, con Futre aún como abanderado, el Atlético le levantó una Copa de Rey (1992) al Madrid en el Bernabéu. “Luis Aragonés era un motivador nato, se notaba que vivía con mucha pasión los derbis y ese día nos transmitió mucha seguridad en el mensaje”, dice Toni Muñoz.
Quizá aquel fue el único gran triunfo en un derbi antes de que el Atlético pasara 14 años sin imponerse. “Es curioso, en nuestro mejor año, el del doblete, no conseguimos ganarles, y en el peor, en el del descenso, les ganamos 1-3 y esa fue la última victoria en mucho tiempo”, comenta el meta Molina. La racha llegó a provocar aquella pancarta del Bernabéu en la que se podía leer: “Se busca rival digno para derbi decente”. “¡Vaya época de derbis!”, exclama Antonio López, capitán en muchos de esos intentos baldíos de derrotar al vecino.
“Nosotros veníamos del descenso, estábamos reconstruyéndonos y la diferencia económica era muy grande. Arrancamos algún empate, pero no logramos ganar. Además, y no es excusa, siempre pasaba algo... Recuerdo un gol anulado a Perea que fue legal...”, prosigue Antonio López. Fueron años duros para el Atlético. “Como capitán intentabas transmitirles a los extranjeros lo que representaba ganar el derbi, porque a los de la cantera o a los españoles no hacía falta. Lo entendían, pero incluso haciendo buenos partidos no ganábamos. Yo no pude ganarles nunca como jugador del Atlético”, advierte Antonio López.
El punto de inflexión fue la final de Copa de 2013. Aquel día que terminó con Koke clavando la bandera rojiblanca en el centro del campo del Bernabéu dio paso a la explosión del Atlético de Simeone. Un Atlético que, sin embargo, perdió las dos finales (Lisboa 2014 y San Siro 2016) y los cuartos de 2015. Duelos que, junto a la semifinal que empieza mañana, han convertido al derbi madrileño en el derbi de Europa.
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