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El Deportivo es incapaz de cerrar su permanencia ante el desahuciado y digno Osasuna

Un postrero gol en propia meta deja a los coruñeses ocho puntos sobre el descenso con nueve puntos por disputar

Andone controla la pelota ante el osasunista Steven.
Andone controla la pelota ante el osasunista Steven.Jesus Diges (EFE)

Empeñado en perpetuarse en la miseria, el Deportivo es incapaz de sumar los puntos precisos para certificar su permanencia en Primera División. No parece improbable que lo consiga más pronto que tarde porque restan nueve puntos por litigar y la ventaja sobre el abismo es de ocho puntos con golaverage favorable sobre el Sporting, que es el equipo que abre esa puerta. Ante Osasuna, un rival ya descendido y con una amplia nómina de bajas, el equipo que prepara Pepe Mel estuvo sobre la línea de meta, en ventaja a doce minutos del final. Pero se marcó un gol en propia meta y no acabó derrotado porque el zaguero Fernando Navarro sacó un remate de Kenan Kodro sobre la línea cuando el partido ya moría.

Sin épica ni brillo, sin apenas fútbol, tan chato como le permiten unos colistas paupérrimos para no verse en puestos de descenso, el Deportivo es un espanto, un juguete que en verano pareció lustroso pero que empezó a desarmarse a finales de agosto con la marcha de Lucas Pérez al Arsenal. Luego, en diciembre, se fue también Ryan Babel y ya apenas queda un leve reprís para superar la línea final con visibles síntomas de agotamiento, los del equipo y los del proyecto futbolístico que se había tratado de tejer y al que solo sostienen tres rivales inferiores más allá de lo imaginado.

Osasuna es uno de ellos, pero en esta ocasión no se dejó someter. Jugó con determinación y orgullo y no parecería equivocado concluir que incluso mereció la victoria. Empezó como un avión, como si el descenso certificado el pasado miércoles en Barcelona hubiese liberado a sus futbolistas. Le pasó por encima al Deportivo, al que de nuevo el inicio del partido le sorprendió de siesta. Se despertó con un gol de Steven a la salida de un córner tras mal despeje de Guilherme y fue justo ahí, cuando estuvo en desventaja, cuando mostró una versión algo decente: bajó el balón al piso y trató de crecer con él, con sus miedos y limitaciones, pero también con superioridad. Empató lo suficientemente pronto como para no empezar a crepitar. Lo hizo Guilherme, que acabó por redimir su error inicial con el acierto ante la meta contraria. Marcó de cabeza, que es como anota el Deportivo uno de cada tres goles.

El empate le dio algo de poso al equipo que dirige Pepe Mel, que transita por la banda entre el amargor, el enojo y el fastidio, desesperado por tocar teclas que no tiene o que no encuentra. Pudo irse al descanso en ventaja porque Juanfran desnudó a un rival que no dejó de jugar abierto y envió un remate al palo; pudo ganar el partido del Deportivo porque fue a menos y aún así se puso por delante en otra demostración de dominio aéreo que acabó por culminar la bota de Guilherme. Pero con veinte minutos por delante y la resolución de la temporada en el banquillo no mostró ni argumentos ni casta para guardar el tesoro. Juanfran marcó en su propia portería cuando Sergio León iba a engatillar a meta vacía y acabaron por dar por bueno un empate amargo porque todos en A Coruña quieren cerrar capítulo, pero el equipo sigue obcecado en leer torcidos renglones.

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