Cuando Zidane mira a su banquillo
Está el madridismo dividido, qué duda cabe. Están los que piden al técnico que saque a Isco y los que piden a James, y los que piden a Asensio, y a Morata, y a Lucas, y a Kovacic...
De modo accidental, quien junta estas letras dio con sus huesos en una taberna de un pueblo de la sierra madrileña en el momento en que comenzaba el reciente partido de Champions entre el Bayern y el Real Madrid. Para tamaño acontecimiento, Zidane, técnico blanco, apostó por su once favorito, con la salvedad de ese chico para todo llamado Nacho, que ocupó un hueco en la defensa. Pocos minutos habían transcurrido del choque cuando al fondo de la barra se escuchó la primera voz discrepante: “Pero Zidane, ¿qué hace Isco en el banquillo? Quita a Bale, ¡ya!”. Al rato fue otro lugareño el que mostró a gritos su disgusto: “Zidane, que no te enteras. Saca al Asensio ese, hombre. Fuera Kroos”. (Aun a riesgo de no reflejar fielmente el ambiente que allí se vivía, obviaremos en estas líneas los distintos insultos y expresiones altisonantes que acompañaban cada comentario. Por una cuestión de elegancia y, sobre todo, de espacio). Marcó su gol el Bayern y un coro de quejas se adueñó del recinto: “¿Pero qué hace jugando Cristiano?”, se preguntaba un propio a viva voz mientras otro, con un reconocible acento andino, añadía quejumbroso: “¡Y James, en el banco!”. No faltó quien se acordara de la parentela de Benzema, amén de hacer ostensible su patriotismo: “Más españoles, Zidane. Que tienes a Morata aburrido”. Y hubo también uno que exigió al técnico que echara mano de Kovacic y prescindiera de... ¡Modric! La no presencia de la Guardia Civil en ese momento no hace sino demostrar que la Benemérita ya no es lo que era. En fin, que el descanso, penalti fallado por el Bayern mediante, no logró atemperar los ánimos, hasta el punto de que un circunstante, vaso de tubo en mano, vociferó: “¡Que ponga ya al Lucas ese!”. Informado de que Lucas Vázquez se encontraba en la grada, no en el banquillo, respondió: “Da igual. ¡Que lo ponga!”.
Nada más iniciarse la segunda parte, Cristiano aprovechó un pase de Carvajal y logró el gol del momentáneo empate. Aquel iracundo aficionado que antes se preguntaba qué demonios hacía jugando el portugués cambió al protagonista de su diatriba, proceloso lugar que pasó a ocupar Bale. El Madrid comenzó un recital de juego que no se detendría hasta el pitido final. Estuvo Bale a un milímetro de marcar en un cabezazo que le sacó no se sabe cómo Neuer, portero alemán, y al instante Zidane le sustituyó. “Pero no le quites ahora, hombre”, se lamentó otro de los presentes, el mismo que había pedido el relevo del galés en el minuto 15 de partido, y que además criticó que su sustituto fuera Asensio. “Ese chico está demasiado verde”, aseveró juicioso, antes de escuchar a su espalda al del acento andino: “Y James, en el banco”. Sucedió que ese chico, Asensio, con todo su verdor, se inventó un pase primoroso que Cristiano mandó a la red.
Con el segundo gol la alegría fue tomando el poder en aquel pandemonio serrano, mientras el Madrid pasaba por encima de un Bayern que, ya sin el expulsado Javi Martínez, aguantó como pudo el chaparrón. Está dividido el madridismo, qué duda cabe. Dividido entre los que miran al banquillo preguntándose por qué Zidane no saca a este o a aquel, los que miran al césped preguntándose por qué no quita a este o a aquel y los que miran al palco convencidos de que desde allí se decide que juegue este o aquel. Y luego están los que disfrutan con las victorias juegue quien juegue. Ante tanto enredo, tanta opinión cruzada, tanta discrepancia en la elección entre un ramillete de jugadores que serían titulares en buena parte de los equipos del mundo, a este su seguro servidor no le resultó extraño que cerca del final del partido ante el Bayern un parroquiano, que hasta entonces había guardado un adormilado silencio, espetara de súbito: “¡Florentino, echa ya a Ancelotti!”.
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