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JUEGOS OLÍMPICOS | MARATÓN

Tuul, gloria y miseria en el maratón olímpico de Barcelona’92

El atleta mongol, último en la cita de hace 25 años, no pudo entrar en el Estadio, fue menospreciado por un juez y luego se supo que había sido ciego hasta un año antes de la carrera

Robert Álvarez
Pyambuu Tuul, tras finalizar el maratón en Barcelona'92.
Pyambuu Tuul, tras finalizar el maratón en Barcelona'92.JOAN SÁNCHEZ
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The Mongolian marathon man who shone alone at Spain’s 1992 Olympics

Pyambuu Tuul no es, ni de lejos, tan famoso como Eric Moussambani. Tuul fue el último en el maratón de los Juegos de Barcelona en 1992. Moussambani captó la atención mundial ocho años después al chapotear los 100 metros libres en los de Juegos de Sidney. La historia del deportista guineano, que había aprendido a nadar solo cinco meses antes, fue mucho más fácilmente captada y divulgada por la prensa internacional. La del atleta mongol Tuul requirió mucha más paciencia para aquellos que se animaron a esperarle las cuatro horas que tardó en recorrer los 42,195 kilómetros.

Tuul, nacido en 1959 en Ulan Bator, el único atleta mongol en Barcelona'92, concluyó la prueba a las 22.31 horas, 1.47 horas después de que llegara el vencedor y 56 minutos más tarde que el corredor que le antecedió. Al igual que los cuatro últimos, Tuul no pudo coronar su maratón en el Estadio Olímpico como habían hecho los 83 primeros que corrieron por debajo de 2.45 horas. Lo sabían de antemano. El problema es que el Estadio acogía esa misma noche la ceremonia de clausura, de manera que a la hora estipulada se desmanteló la línea de llegada y se instaló en una pista de calentamiento anexa al estadio.

Pyambuu Tuul.
Pyambuu Tuul.JOAN SÁNCHEZ
Llegó a una pista sin público y un juez le llamó “jeta” al pensar que hacía publicidad del club que le ayudó a recuperar la vista

Casi dos horas después de que llegara el vencedor, el coreano Young-Cho Hwang, el mismo que junto a sus compañeros de podio estuvo el fin de semana invitado en Barcelona para conmemorar las bodas de plata olímpicas de la ciudad, Tuul entró en la pista sin gradas, sin público, casi en la penumbra, en silencio. El dispositivo se mantuvo. Tres motoristas y el coche de los jueces le abrieron el camino hasta la pista de tartán. Por detrás, veinte policías, dos ambulancias y el coche escoba. En la pista le aguardaba, entre otros, el director dela carrera, José Manuel Abascal, medalla de bronce de los 1.500 metros en los Juegos de los Ángeles 84. Allí estaban también contados periodistas, entre ellos el redactor y el fotógrafo de EL PAÍS, Juan Mora y Joan Sánchez, que publicaron dos reportajes los días 10 y 11 de agosto.

Cuando le desviaron hacia la pista donde debía entrar, Tuul pensó que había concluido la prueba. Se quitó el dorsal, el 1.251. Pero un juez interpretó que trataba de hacer publicidad del club que llevaba impreso en la camiseta, el Achilles Track Club. “¡Es un jeta!”, dijo en varias ocasiones el juez. El caso es que si Tuul corrió en Barcelona fue gracias a la ayuda de ese club, fundado en Nueva York en 1983 con el propósito de incentivar a los atletas discapacitados a participar en pruebas de atletismo. Gracias a la ayuda de ese club, a su fundador Richard Traum que fue quien le localizó, Tuul pudo viajar en 1991 a Nueva York para ser sometido a un trasplante de córnea. Tras la operación llevada a cabo por el cirujano oftalmológico Richard Koplin, pudo ver por primera vez a su esposa y a sus hijas, que entonces tenían 6 y 8 años.

Cuando concluyó el maratón olímpico en Barcelona, un periodista le preguntó por qué había corrido tan despacio. “No, no he corrido despacio. Al fin y al cabo he logrado el récord olímpico de Mongolia en maratón”. Otro periodista le inquirió si había sido el día más feliz de su vida. “Hasta hace seis meses, estaba totalmente ciego. Me entrenaba gracias a la ayuda de unos amigos que corrían conmigo: Me operé y después de 20 años pude ver de nuevo. Por eso, hoy no es el día más feliz de mi vida. El mejor día de mi vida fue cuando recuperé la vista y vi a mi mujer y mis dos hijas por primera vez. Y eran hermosas”.

El  día más feliz de mi vida no es hoy sino  cuando recuperé la vista y vi a mi mujer y mis dos hijas por primera vez Tuul, tras el maratón en 1992

Tuul trabajaba de paleta y perdió la vista en una explosión, cuando tenía 19 años. Se sometió a varias operaciones sin éxito. Hasta que el Achilles Club se informó sobre su historia y le invitó a correr el Maratón de Nueva York acompañado por un guía. Unos meses después, fue cuando el club neoyorkino le sufragó los gastos para la operación en que recuperó la vista. Y Tuul, agradecido, se propuso y consiguió correr el maratón olímpico en Barcelona'92. Y concluyó orgulloso y contento, pese a no haber podido entrar en el Estadio Olímpico, pese a que aquella misma mañana se le rompieron las gafas y tuvo que pegarlas con celo. Su marca, 4:00:44, la peor en 84 años, pero seguro que no fue la menos meritoria. “Fue una prueba de las posibilidades del hombre”, sentenció Tuul.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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