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EL QUE APAGA LA LUZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Benzema, culpable habitual

Nadie representa mejor las continuas crisis del Madrid que ese futbolista que deambula por el césped con cara de no me estoy enterando de nada. Hasta que se entera

Benzema celebra uno de sus dos goles al Eibar.
Benzema celebra uno de sus dos goles al Eibar.Juan Manuel Serrano Arce (Getty Images)

Son tremendas estas crisis que con frecuencia sufre el Madrid. Duran un partido, más o menos. Un empate, fracaso imperdonable en la megalómana acepción futbolística de algunos de sus aficionados, puede servir para que las cornetas del apocalipsis se escuchen, estruendosas, a orillas del Bernabéu. Y qué decir si lo que se produce es una derrota. Se abren entonces los cielos y de allí descienden, en tropel, los salvadores de la patria blanca, dispuestos a aplicar soluciones de choque, que van desde prescindir de Zidane (hay quien lo pide, palabra, desde la más absoluta sobriedad), a mandar al purgatorio a Keylor y sus santos, pasando siempre, y esto es innegociable, por el exterminio de la llamada BBC.

Nadie representa mejor las continuas crisis del Madrid que Karim Benzema, ese futbolista que deambula por el césped con cara de no me estoy enterando de nada. Pero hay ratos en los que sí se entera. Y esos ratos han sacado de más de un lío al equipo. Se podrá discutir si deberían producirse con mayor frecuencia, si el chico debería entrar en estado de éxtasis más a menudo, si debería correr más, chocar contra los defensas, que para eso le pagan (¿seguro que le pagan para eso?), o perseguir aquel balón que se aleja por la línea de fondo y que se va a seguir alejando por la línea de fondo lo persiga Benzema o Usain Bolt.

El Madrid disputa el martes el partido de vuelta de los octavos de la Champions ante el Nápoles y cuenta con una cierta ventaja, la que le da el 3-1 de la ida. Ese resultado llegó en parte, al menos así lo destacaron los medios de comunicación, gracias a una excepcional actuación de Benzema. Solo una semana después, el Madrid cayó 2-1 en un partido de Liga ante el Valencia. Ese resultado llegó en parte, al menos así lo destacaron los medios de comunicación, gracias a una penosa actuación de Benzema. Tamaña ciclotimia, la de Benzema, o quizá sea la de los medios, aún está pendiente de un diagnóstico certero. Uno, desde su ignorancia, cree que podría deberse al hecho de que la información, la opinión, o como se la quiera llamar, se da a menudo o bien en medio de una colonoscopia o bien al dictado de las fobias particulares de cada cual, ahora que las redes sociales permiten escribir a uno que su vecino del quinto es mejor que, pongamos, Gareth Bale.

Las crisis del Madrid son rápidas y vitalmente perfectas, pues nacen, crecen, se reproducen y mueren de un día para otro. Ello provoca que sus aficionados más sensatos no salgan de un estado de agitación que es un sinvivir. Porque un resultado, léase un 1-4 en Eibar, lo cambia todo. Los hinchas se sienten entonces momentáneamente felices, pero ya verás cómo llega algún profesional del tocapelotismo para explicarles que sí, que vale, que esto demuestra que la razón está de su parte, que ha quedado claro que aquel debe jugar en vez de este aunque mañana, cuando juegue este y no aquel, y el equipo gane, se habrá demostrado que era aquel el que sobraba y no este. Todo ello mientras el equipo, cuando vienen mal dadas, hace lo imposible por remontar hasta el último instante del último segundo. Y encima lo consigue, qué ganas de sufrir y hacer sufrir.

Pero sucede que en medio de tan sesudos debates emerge el rostro de Zidane luciendo la mejor de sus sonrisas, que son todas. Le preguntan al técnico madridista por la crisis del equipo, y sonríe. Le interrogan sobre el rendimiento de fulano, y sonríe. Le cuentan que dicen que el otro ha dicho, y sonríe. Le inquieren por las durísimas críticas que a menudo recibe Benzema, y se carcajea.

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