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La mutación de Cristiano Ronaldo

El portugués, que suele desquiciarse cuando no marca, suma en otras facetas y es el máximo asistente del Madrid en Champions

Eleonora Giovio
Kroos, al fondo, ya le está pidiendo el balón a Cristiano Ronaldo, marcado por Hysaj.
Kroos, al fondo, ya le está pidiendo el balón a Cristiano Ronaldo, marcado por Hysaj.Gonzalo Arroyo Moreno (Getty Images)

Cristiano Ronaldo no es de los que disimulan. Sus gestos hablan por sí solos. Si la grada le pita, resopla, mueve la cabeza de un lado a otro y suelta alguna que otra palabrota. Cuando no marca suele desquiciarse y no siempre se queja por su fallo sino por los de sus compañeros, porque interpreta que tal balón no le ha llegado como debía. En las noches más aciagas, con la portería tan cruzada que el balón no entra ni con un mando, directamente se le ha visto desconectar del juego. Nada de eso pasó el miércoles en la victoria del Madrid contra el Nápoles (3-1) en la ida de los octavos de Champions. El portugués no marcó, no estuvo lúcido en el remate, pero sí en crear juego y asistir a sus compañeros. Sin muecas ni resoplidos por no ser el centro de atención.

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Como si hubiese asumido que lo puede ser también de otra forma y no necesariamente marcando. Todas las ocasiones de gol que tuvo Benzema en la primera parte nacieron de las botas de Cristiano, con quien el francés combina muy bien. Los pases llegaban desde la izquierda y desde la derecha. En esa banda empezó Cristiano la segunda parte en un intercambio de posiciones con James. Recuperó una pelota en el campo del Madrid, enfiló la banda, llegó hasta el fondo, recortó, levantó la mirada y vio a Kroos con los brazos en alto pidiéndole el balón. El alemán marcó el 2-1. Poco antes de esa jugada, Cristiano pedía a los suyos que salieran del área.

El pase de gol del portugués a Kroos es el quinto en la Champions. Es el máximo asistente del Madrid en Europa. Una señal más de lo que parece estar siendo una mutación. Una mutación, por cierto, no tanto planificada sino dictada por el paso del tiempo y también por la rivalidad que vive con Leo Messi.

Elogios de Zidane

La rapidez del portugués no es la del jugador que llegó a Chamartín en 2009. Cristiano tiene ahora 32 años y ha debido aprender a dosificarse. También para evitar el desgaste en las rodillas y en los cartílagos que le han dado la lata en los últimos años.

Por eso Zidane le ha incluido en las rotaciones, para que llegue en plenitud a los últimos tres meses de temporada. Consciente de que ya no puede marcar 50-60 goles por año —en los ocho que lleva en el Madrid, salvo el primero, que estuvo fuera varias semanas por lesión, nunca ha bajado de los 50—, Cristiano se ha dado cuenta de que puede aportar otras cosas. En paralelo a la evolución que, por ejemplo, ha tenido Messi al que se le está valorando mucho pese a bajar su rendimiento goleador, ha visto que existen otras facetas además del gol.

Todo es cuestión de asimilarlo porque él siempre ha vivido del gol y del protagonismo que dan los goles. El miércoles pareció sentirse a gusto por primera vez. Normalmente, si Cristiano se queda sin marcar, a Zidane siempre se le pregunta por cómo está de ánimos el portugués. Después de la victoria contra el Nápoles, fue el técnico francés el que sacó el nombre de Cristiano. Lo hizo cuando le preguntaron por Benzema. “También quiero destacar el partido de Cristiano, ha sido muy bueno”.

Al portugués se le ha visto jugar de nueve en varios partidos, pero es una posición en la que no se siente cómodo. Siempre tiende a caer a banda porque es su hábitat natural. En la Champions, lleva dos goles, menos de la mitad que pases de gol. Son 9 tantos menos, por ejemplo, que la campaña pasada a estas alturas. Han bajado sus registros goleadores, pero ha descubierto que puede aportar más cosas.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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