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Europa busca borrar los récords de atletismo dudosos por dopaje

La federación crea un grupo de trabajo que decidirá qué plusmarcas continentales no se sostienen: 30 de las 43 despiertan interrogantes

Carlos Arribas
Marita Koch, en los 400m de los Juegos de Moscú 1980.
Marita Koch, en los 400m de los Juegos de Moscú 1980.imago sportfotodienst (Cordon Press)

Según el ritmo que marcan las revelaciones periódicas de escándalos de dopaje, los dirigentes del atletismo mundial y los aficionados se preguntan por el valor de los récords establecidos por atletas cuyos pedigrí, crianza, maduración y circunstancias históricas son sospechosos porque sí. Y la excepcionalidad de muchas de sus marcas, intocables desde hace décadas, no contribuyen a la credibilidad. El último gran terremoto, las revelaciones del informe de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) sobre el dopaje de Estado en Rusia, ha dado motivo a la federación europea de atletismo (EAA) para organizar un grupo de trabajo que examinará la credibilidad de los récords europeos.

Los resultados oficiales de sus investigaciones se conocerán en septiembre, pero comparando el historial de los récords con el de los avances de la lucha contra el dopaje se podría anticipar algunas de sus conclusiones

De los 43 récords europeos en distancias y pruebas olímpicas (22 masculinos y 21 femeninos), solo 13, menos de la tercera parte, cumple para que con buena voluntad se les pueda considerar registros creíbles.

El mismo número, 13, casi la tercera parte, fueron conseguidos por atletas del Este en la década de los 80 del siglo pasado. Aunque los laboratorios ya detectaban los anabolizantes, el dopaje de la fuerza y la velocidad, la falta de controles fuera de competición permitía a los deportistas calcular la eliminación de las sustancias para llegar limpios a las competiciones, como detallan documentos de la Stasi sobre el dopaje de Estado en la República Democrática de Alemania.

Así, se podrían considerar increíbles el récord de 400m del alemán oriental Thomas Schönlebe (44,33s en 1987); los 8,86m en longitud del armenio, entonces, en 1987, soviético, Robert Emmyan, y las marcas intocables a nivel mundial desde hace 30 años, pese al progreso en los entrenamientos, en la tecnología y en los conocimientos fisiológicos, de los lanzadores alemanes orientales Timmermann (23,06m en peso) y Schult (74,08m en disco) y el ruso Sedykh en martillo (86,74m).

El gran símbolo de los récords imposibles e inaccesibles son los 47,60s en que la alemana oriental Marita Koch corrió los 400m, récord mundial desde 1985 y, según todos los especialistas, para siempre. Junto a ella, de su época, de su ámbito geográfico y cultural, perviven cinco récords mundiales y europeos y uno europeo. Son nombres (Kratochvilova, Kazankina, Donkova, Kostadinova, Chistyakova, Lisovskaya y Reinsch) que los sabios de la EAA seguramente borrarán como a punto estuvo de hacerlo la IAAF cuando el cambio de siglo le hizo reflexionar sobre la posibilidad de comenzar el siglo XXI a cero, borrando de sus tablas todos los récords anteriores a 2001.

De los registros femeninos habrían desaparecido seguramente también los récords de triple salto (15,50m de la rusa Kravets en 1995) y de 3.000m obstáculos (8m 58,81s de su compatriota Galkina en 2008) si ambas pruebas no hubieran sido aceptadas en el programa olímpico en la década de los 90 y en la primera del siglo XXI, respectivamente.

Solo cuatro de los 21 récords femeninos obtendrían un semáforo verde. Una sería los 100m de la francesa Arron (10,73s en 1998). Las restantes tres, el martillo de la polaca Wlodarczyk, la jabalina de la checa Spotakova y el heptatlón de la sueca Klüft, son marcas no tan imposibles y conseguidas en la última década, con más eficaz lucha antidopaje.

Las dudas sobre el récord de pértiga de Isinbayeva (5,06m en 2009) nacen de su condición de rusa, lo que, dado lo que se conoce del país de Putin en los últimos años, y la tradición que marca su cultura del rendimiento, la convierten en tan sospechosa como a su compatriota vallista Pechonkina. Tampoco pasan la prueba la turca de origen etíope Abeylegesse, plusmarquista de los 10.000m y las rusa Shobukhova (5.000m) y Lashmanova (20km marcha): ambas dieron positivo después.

Los especialistas dudan de Schippers (21,63s en 200m, más rápida que las dopadas del Este) por la excepcionalidad de la marca y las características fisiológicas y técnicas de la holandesa. A Paula Radcliffe, plusmarquista de maratón y declarada cruzada contra el dopaje, le penaliza lo excepcional de su marca (2h 15m 25s), también récord del mundo y fuera del alcance hasta de las especialistas kenianas y etíopes. Radcliffe posee las tres mejores marcas de la historia. La cuarta, la keniana Keitany, está a más de tres minutos de la inglesa.

El belga Mourhit dio positivo poco después de batir el récord de los 5.000m el año 2000, lo que invalida su marca. Los 9,86s del portugués Obikwelu son dudosos por su implicación en la Operación Galgo y la confesión de su entrenador, Manuel Pascua, a la guardia civil que le convertía en usuario de parches de testosterona. El francés Zwierzchlewski fue detenido por la policía en una operación antidopaje poco después de su récord de maratón. Y a los checos Zelezny y Sebrle, plusmarquistas de jabalina y decatlón, respectivamente, les penaliza su nacionalidad, las costumbres atléticas que aún pervivían hace una veintena de años, cuando consiguieron sus registros.

Los brumosos casos de Mo Farah y Patrick Sjöberg

Los técnicos con edad y memoria no creen en la absoluta limpieza del sueco Patrick Sjöberg, plusmarquista europeo de salto de altura (2,42m) desde hace 30 años. Recuerdan tanto su atractivo élfico, su elegancia, como sus tratos con el grupo de saltadores alemanes de su época. Con Mogenburg y Thranhardt, fundamentalmente, entrenados por el yugoslavo Dragan Tancic, Sjöberg acostumbraba a someterse a extraños tratamientos de recuperación con las llamadas células satélite (precursoras de las fibras musculares) en la Universidad de Friburgo.

El británico Mo Farah es el símbolo más poderoso del actual atletismo europeo. Cuádruple campeón olímpico de 5.000m y 10.000m, Farah es capaz de correr los 1.500m en menos de 3m 30s (3m 28,81s), los 10.000m en menos de 27m (26m 36,57s es su plusmarca) y el medio maratón en menos de una hora (59m 32s). Todas sus glorias, sin embargo, quedaron en entredicho cuando el verano pasado se negó a aclarar sus verdaderas relaciones con el técnico Jama Aden, detenido en Sabadell, donde Farah acostumbraba a visitarle, en una operación de los Mossos contra el dopaje.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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