Osasuna sigue sin levantar cabeza
El empate iguala los pocos aciertos y muchos errores entre los rojillos y el Málaga
Que Osasuna no haya ganado un partido en su campo, seguramente es por algo. Que el Málaga no haya ganado ningún partido fuera, seguramente es por algo. Algo significa poco control del juego en el Málaga, poca profundidad, más artilugios que argumentos. Algo en Osasuna significa ansiedad, riguroso fútbol directo, tan directo que tantas veces se da contra el muro, previsible como un martillo eléctrico. Quizás por eso chocaban continuamente cabeza con cabeza, sangre y moratones, analgésicos a tutiplén. Por eso y porque el balón volaba como si El Sadar fuera un aeropuerto saturado. Había más topetazos que pases, más chichones que ocasiones, más topetazos que fluidez.
Como nadie estaba para florituras, al parecer sobraban los jarrones. Y eso que como quien llama a la puerta de madrugada, el Málaga se encontró un penalti a los 18 minutos que le abría las puertas del cielo, un penalti claro del portero Mario al uruguayo Santos que los enfrentó mano a mano. El portero adivinó el disparo del delantero y lo repelió con la mano derecha. Otro analgésico para Osasuna, otro dolor de cabeza para el Málaga.
Osasuna, que sigue con tres centrales, basa su fùtbol en la aplicación de los laterales, Berenguer y Clerc, dos balas, el tacto de Roberto Torres y lo que inventen Oriol Riera y Sergio León: el primero con esfuerzo, el segundo de buscavidas, excesivamente individualista en sus acciones como un náufrago en el océano. Si los laterales no funcionan, el aparto no funciona. Y no funcionaron en toda la primera mitad. El Málaga encontraba con más facilidad a Santos, rodeado de centrales pocas veces les vio la espalda. Alguna, sí. Y por eso asomaba más peligro.
Osasuna tiene pie y medio en el precipicio. Necesita un triple salto para encontrar la otra orilla. Por eso cambió en la segunda mitad. Por eso cambió la intensidad de sus laterales. Y por ahí reconstruyó su edificio. Kodro, sustituto de Riera, le dio más profundidad al equipo, aunque Sergio León seguía ausente. El hijo del mítico delantero de la Real le ganó el balón a Kameni en su alocada salida y se lo dio a Causic para que marcase casi a placer. Osasuna soñaba. Pero Osasuna tiene el maleficio de los equipos vulnerables. El Málaga también lo puso todo. Keko le dio la profundidad que necesitaba, la alegrìa que Juanpi no tenía, aunque el gol llegó en un mal sortilegio de Mario. Llamado a ser un héroe por detener el penalti, se convirtió en un villano con una salida por alto inoportuna, mal medida e innecesaria. Camacho le dio las gracias y cabeceó a la red. La alegría de El Sadar había durado tres minutos.
Y todo pudo alterarse en el tiempo de prolongación cuando Charles pidió penalti de Oier y el árbitro decretó mano, ambas cosas dudosas. Y cuando Oier remató, esquinado, a un palmo de Kameni a última acción del partido. Y Osasuna se fue al vestuario viendo pasar otro vagón de la salvación. Difícil llegar al destino sin ganar un partido en casa. Difícil para el Málaga plantearse grandes objetivos sin ganar un partido fuera.
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