Nadal, a dos pasos de la gloria
El balear, uno de los seis treintañeros que disputan las semifinales, afronta ahora al búlgaro Dimitrov y celebra el regreso de Federer: "Es muy bueno para el tenis que esté aquí. Está listo para ganar otra vez"
“Nadal ha vuelto”, “Nadal nunca se fue”, “Nadal ya está aquí”, claman sus feligreses. Desde hace tiempo, en cualquier tertulia de cafetería y en los propios medios de comunicación, se debate sobre si Rafael Nadal volverá a levantar un grande o no, sobre si debería coger su raquetero y bajar la persiana después de toda una carrera bien hecha o bien debería estirar su estancia en las pistas todo lo posible, porque en el aficionado existe el miedo al abismo, a la pérdida del héroe. En la victoria o la derrota, se habla permanentemente de él, de su look, de su pelo, de su yate y hasta de su ropa interior. De todo lo que rodea al mallorquín. Y él, mientras tanto, mientras continúan las porfías y las conjeturas, lanza un mensaje: podrá cumplir su objetivo o no, pero él lo está poniendo todo.
Ayer, en Melbourne, emitió una nueva señal. Neutralizó a Milos Raonic, uno de esos sacadores de raza que predominan en estos días de tenis moderno, y alcanzó las semifinales del Abierto de Australia: 6-4, 7-6 y 6-4 (en 2h 44m). Es decir, un motivo más para confiar en el gran retorno. Tiempo habrá. De momento se situó a solo dos peldaños de volver a ganar un Grand Slam, el que sería su 15º, citándose en primera instancia con Grigor Dimitrov.
Tras derribar al bombardero canadiense, el del búlgaro tampoco será un examen sencillo. Rehabilitado por el técnico Daniel Vallverdú, el apodado Baby Federer está a sus 25 años ante su gran momento de gloria, porque si él vence también habrá espantado de alguna forma a la manada de fantasmas que le oprime desde hace años.
Pero esa historia se resolverá mañana (9.30, Eurosport). Antes, otra invitación a la fe por parte de Nadal. Completó el balear otro partido fantástico, sin fisuras, con mucho brillo y un recital de restos y derechas que consolidan su buen momento. Batió a Raonic mediante otra exhibición de fuerza, sin la épica de otros días pero con un ejercicio firme. Así lo demuestran los números, el hecho de que con su escudo solo permitiera al canadiense convertir 14 puntos con el saque, cuando a Roberto Bautista le abrasó con 33, dos días atrás, y el hecho de que volviese a mantener la tensión con el servicio, requisito imprescindible en superficie rápida.
Nadal tenía que ser agresivo, restar de la mejor forma posible y servir muy bien. Y cumplió en todos los campos. Cumplió y dilapidó toda opción para Raonic. Este, convaleciente de una gripe, ofreció una loable resistencia, pero terminó tan desquiciado como Mayer, Baghdatis, Zverev o Monfils. Porque Nadal, en el fondo, es como uno de esos malos de las películas de miedo a los que el protagonista tiene que matar siete veces, porque de lo contrario desaparece e instantes después vuelve a la carga, sin explicación alguna. En esta ocasión, Raonic dispuso de seis oportunidades de oro en el segundo parcial para al menos alargar la velada australiana, pero Nadal le privó de todas ellas: tres en el último juego y otras tres en la muerte súbita de ese set. No hubo manera para el gigantón, frustrado y resignado.
“No sé cómo he salvado esas seis bolas en contra”, admitía Nadal tras el partido. “Sencillamente pensé en lo que he hecho durante toda mi carrera, luchar y pelear por cada punto”, amplió el español, que esta vez restó más cerca de la línea de fondo, a diferencia del último enfrentamiento entre ambos, hace tres semanas en Brisbane. “No pude sacarlo de la pista. Él ha sido mucho más consistente y lo ha hecho todo mejor que yo”, resumió Raonic, que perderá el tercer puesto del ranking en favor de Stan Wawrinka.
“Cuando ganaba también tenía dudas”
A pie de pista, durante la entrevista de rigor que se les hace a los vencedores, el estadounidense Jim Courier le preguntó a Nadal cómo ha sido capaz de levantarse y superar su mala racha de los dos últimos años. El tenista, en inglés, respondió: “No soy una persona arrogante, pero no lo he pensado mucho. Incluso cuando ganaba mucho también tenía mis dudas, pero creo que es positivo saber lo duro que es esto y saber que estás dispuesto a trabajar por ello. He tenido una gran carrera, pero también momentos duros y eso hace que disfrute de momentos como el de hoy”.
Nadal, 30 años, será uno de los seis treintañeros que compitan en las semifinales: tres en el cuadro masculino —el español, Roger Federer (35) y Stan Wawrinka (31)— y otras tres en el femenino —Venus Williams (36), Serena Williams (35) y Mirjana Lucic-Baroni (34)—. Solo Grigor Dimitrov (25) y Coco Vandeweghe (25) no alcanzan las tres décadas.
“Creo que esto es cada vez más difícil. Hace unos años las cosas quizá eran un poco diferentes, pero ahora está llegando una generación muy buena”, apuntó Nadal, que se refirió a su amigo Federer: “Creo que es muy bueno para el tenis que Roger esté aquí de nuevo, sobre todo después de lo que se dice, que nunca volverá. La realidad es que está listo para volver a ganar un Grand Slam y eso siempre es bueno, porque es una leyenda de nuestro deporte”.
Entre los chicos, el hecho de que tres de los cuatro semifinalistas superen los 30 años es algo que no ocurría desde 1968. Entonces confluyeron en la penúltima ronda de Roland Garros el estadounidense Pancho Gonzales (40), los australianos Ken Rosewall (34) y Rod Laver (30), y el español Andrés Gimeno (29).
Nadal también elogió a su próximo adversario, Dimitrov, que accedió a las semifinales tras batir al belga David Goffin por 6-3, 6-2 y 6-4. "Es un jugador que tiene un talento increíble, muchísimo potencial. Comenzó la temporada jugando muy bien y va a ser muy difícil para mí. Trataré de hacerlo lo mejor posible porque sé que está jugando con mucha confianza", expresó el de Manacor.
En los enfrentamientos entre ambos, la estadística habla claramente a favor del balear: 7-1. La única vez que fue derrotado fue en el último choque entre ambos, el pasado mes de octubre en Pekín.
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