El Baskonia sucumbe a la tormenta de Olympiacos
El equipo vitoriano cae ante un rival superior en todas las facetas del juego
Hay un día para todo. Para festejar y para olvidar. Para apuntar y para borrar. Hay un día para convertirlo en un año bisiesto pero al revés, para atrasar la hora. O sea, para que el Baskonia juegue en el Pabellón de la Paz y la Amistad de Grecia -hermoso nombre para el dolor ajeno- y caiga como un campeón, como dicen los chavales, es decir, con todo el equipo, sin salvedad alguna, como siempre, en las últimas doce visitas, sin remisión, sin argumentos, sin un hilo al que agarrarse. Porque el Baskonia perdió de principio a fin, incluso en el descanso, hasta en los tiempos muertos porque estaba muerto de antemano, agotado, inerte, sin solistas, sin coro, a merced de los temporales de Mantzaris ahora, de Young, de Papanikolau después, de Spanoulis cuando le apetecía. Temporales que iban y venían sin necesitar el viento, bichos raros que gobernaban la defensa, el ataque, el rebote, las personales, los triples, todas la artes de la baraja que a veces es el baloncesto.
Olympiacos, 92 - Baskonia, 62
Olympiacos (24+26+26+16): Spanoulis (12), Mantzaris (10), Papanikolaou (12), Birch (9), Printezis (12) -cinco inicial-, Milutinov (3), Green (11), Young (7), Papapetrou (4), Agravanis (2), Waters (2) y Lojeski (8).
Baskonia (17+11+15+19): Larkin (12), Budinger (8), Hanga (11), Tillie (7), Voigtmann (3) -cinco inicial-, Luz (5), Beaubois (9), Sedekerskis (3), Blazic (2), Diop (-) y Bargnani (2).
Arbitros: Pukl, Sasa (Eslovenia), Ryzhyk, Borys (Ucrania), Shemmesh, Seffi (Israel). Eliminaron al visitante Diop (min. 38).
Incidencias: Partido correspondiente a la decimonovena jornada de la Euroliga disputado en el Pabellón de la Paz y la Amistad ante 9.000 espectadores.
El Baskonia no ganó porque nunca pudo ganar, nunca se sintió ganador, ni siquiera resucitado, un asunto que está agazapado en sus genes para los momentos imprevisibles, Porque todo era previsible en Grecia. Y porque pronto supo que era un partido más, o sea, otra derrota -y van doce seguidas- y porque nadie estaba en condiciones de disputar el liderazgo de jugadores como Mantzaris, como Papanikolau, como Green -cuando se sintió obligado, como Young, cuando se sintió a gusto. Nada se vio de Baskonia que resistió con cierta dignidad el primer cuarto (24-17), pero fue como agarrarse a un tablón que se hundía con la humedad: se fue al descanso con un 50-28 que era un ceda el paso al festival griego. Ni defendía ni atacaba, caminaba sobre el parqué con los ojos tapados y la muñeca extraviada, acumulando pedradas sin poder usar el tiragomas de Larkin, timorato, de Beaubois, tuerto, de Budinger (¿quién le ha visto y quién le ve?), de Voigtmann acomplejado, de Hanga indocumentado tratando de pasar fronteras imposibles.
Y todo así mientras que el Olympiacos, suma que suma se fue a los 33 puntos de ventaja tras el tercer cuarto. O sea, hacia el abismo del Baskonia, ese que te señala una rama para que te agarres antes de darte la costalada final. Que te duela menos aunque te duela mucho y te afecte al costillar. Nada funcionó en el Baskonia, ni en defensa ni en ataque. Ni siquiera le sirvió al técnico Sito Alonso para corregir errores. Tendría que repasar tantos que necesitaría una pretemporada entera para corregirlos todos. El 92-62 final fue solo la consecuencia de una arcada tan larga. En una competición tan larga siempre cabe la posibilidad de una gastroenteritis. Ya está. El Baskonia vomitó en Grecia. Si lo necesitaba o no, ya se verá.
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