Federer, un ‘tapado’ con 17 grandes
En el tramo final de su carrera y tras medio año lesionado, Federer aspira a lograr un último Grand Slam desentendiénose del ‘ranking’. "Mientras esté sano el tenis seguirá siendo algo divertido para mí", razona
El de Roger Federer y el tenis es, sin duda, uno de los grandes binomios de la historia del deporte. Por eso ayer, cuando el suizo irrumpió en la pista central de Melbourne, ya de noche, el cielo se abrió y aquello que instantes antes se veía oscuro y desangelado fue cobrando color, mucho más sentido. Porque, al fin y al cabo, el tenis no se entiende sin la figura de Federer y este no contempla la vida sin una raqueta, aún no, de modo que los seis meses de ausencia del hombre de los 17 grandes se les han hecho larguísimos a todo el mundo. A él, a sus colegas de profesión, al aficionado. A todos. Así que como el receso ya se había demorado más de la cuenta y la broma de su rodilla había empezado a perder ya toda gracia, el genio volvió a la pista, su hábitat natural, Australia le recibió con los brazos abiertos.
En su regreso, el de Basilea abatió por 7-5, 3-6, 6-2 y 6-2 (en 2h 05m) al austriaco Jürgen Melzer. No jugaba desde el pasado 18 de julio, cuando cayó en las semifinales de Wimbledon frente a Milos Raonic y se lesionó. No actuaba Federer (35 años) desde entonces y se notó. Se le fueron largas unas cuantas bolas que con un poco más de rodaje nunca se la hubieran ido, no estuvo fino con el servicio y se le apreció espeso en la movilidad. Por momentos no pareció el majestuoso icono de la época moderna, sino un joven veinteañero que debutaba en un Grand Slam. Y, ojo porque son ya 69; a experiencia tan solo le gana el francés Fabrice Santoro, con 70. Mientras, Melzer, a la altura de tan señalada cita, revolvió por un lado y por otro, arriesgando y jugándosela a una carta. Pero aún y todo, el suizo le derrotó.
Después, ante el micrófono, Federer ofreció una jugosa exclusiva: sí, el caballero de hielo, el tenista que parece no sudar ni tiembla, también se pone nervioso, también duda. Primicia. “Me costado encontrar el ritmo, los nervios han influido”, reconoció. Días atrás ya había admitido que echaba en falta ciertos automatismos —“se pierde la sensación de ganar, de entrar a los estadios, de ver a la gente”— y que en su vuelta la decoración de la casa podía haber cambiado —“me gustaría ser favorito, pero acepto el rol actual; no está mal ir de tapado”—. Pero no se rinde Federer, 17º en el listado de la ATP, y asume con naturalidad el presente de su carrera deportiva, cuya longevidad depende en gran medida de la prudencia y su capacidad para interpretar los momentos.
Hasta el curso pasado, cuando fue sometido a una artroscopia en una rodilla en febrero, nunca había pasado por un quirófano. Sus problemas habían sido otros, la espalda, pero después de un año muy crudo (2013) se reinventó. Se encomendó a Stefan Edberg, su ídolo de infancia, y recuperó la competitividad. No eleva un grande desde hace cinco años, pero aunque persigue un último fotograma de gloria no se obsesiona. Contempla su vida y su profesión como un regalo, así que actualmente solo piensa en disfrutar. La familia y viajar marcan su orden de prioridades.
"Han sido unas largas vacaciones"
“Es un crack”, precisa el exjugador Jordi Arrese; “podrá subir o bajar el rendimiento, pero conocemos de su nivel. Ahí está su fuerte, en que no depende de su físico tanto como los demás. Obviamente necesita que le respeten las lesiones, pero él juega como los ángeles. Ahora está centrado en intentar ganar algún Grand Slam más y lo del ranking es secundario. Debe jugar en función del calendario, claramente. Él, por su historial, es un jugador que puede permitirse ese lujo. Se ha ganado el respeto de todo el mundo”.
Con 69 participaciones en los Grand Slams, está a tan solo uno del récord del francés Santoro
Sabe Federer que `toda opción pasa por una correcta gestión de las sensaciones, de lo que le pida su cuerpo. “No me siento en desventaja. He entrenado tan duro como pude y siento que estoy listo”, argumenta. “Hace 12 meses era casi imposible imaginar estar aquí por el dolor de mi rodilla”, se sincera. “Pero han sido unas largas vacaciones. Mientras esté sano, sienta que pueda jugar a cinco sets y disputar varios partidos seguidos, será divertido para mí. Aún soy peligroso, así que espero poder estar unos días por aquí”, bromeaba ayer Federer.
Si el baloncesto añora a Michael Jordan, el fútbol a Pelé o el ciclismo a Miguel Indurain, al tenis le costará lo mismo desprenderse de él, tapado con 17 grandes.
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