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MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pepillo: Sevilla, Real Madrid, River y...

Pepillo cabecea ante Quirant, el partido contra el Elche de 1958.
Pepillo cabecea ante Quirant, el partido contra el Elche de 1958.

José García Castro, para el fútbol Pepillo,nació en Melilla en 1933. A los 18 años ya jugaba en el Melilla, que vivía una gran época, en Segunda. Maravillaba con su regate. Jugó allí dos temporadas y media. En el Sevilla jugaba un melillense, Ramoní, excelente medio que llegó a la selección. Habló con tanto entusiasmo en el club de su paisano que le llamaron para hacerle una prueba.

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La apariencia del chico defraudó. Muy alto, muy delgado, era la radiografía del silbido. Medía 1,78 y pesaba 60 kilos. Ya en su madurez, cuando echó algo más de cuerpo, nunca pasó de los 65. Helenio Herrera, entrenador del Sevilla, le hizo un partido de prueba en el que le enfrentó al marcador más severo que tenía, Enrique. No dio una, pero aun así se empeñó en ficharle. En sus memorias, cuenta que le adivinó tal clase que supo que enseñándole unas cuantas cosas sería un gran jugador.

La directiva consintió a regañadientes, en parte por la brasa de Ramoní, que tenía gran prestigio, en parte porque a Herrera era difícil contradecirle. Pepillo trabajó puertas adentro y al cabo de unas semanas debutó en un amistoso ante el First de Viena. Maravilló. HH y Ramoní sacaron pecho ante la directiva.

El de HH y Pepillo fue un gran Sevilla. Subcampeón de Copa en 1955, tras barrer en las semifinales al Madrid. Subcampeón de Liga en la 56-57, justo detrás del Madrid. Campeón del Carranza en 55, 56 y 57, y subcampeón en el 58, justo ante el Madrid, en una final tremenda. El árbitro expulsó al sevillista Campanal antes del descanso, pero este se negó a aceptarlo. Durante todo el descanso se negoció. Al final se llegó al acuerdo, tras intervención de Bernabéu y de los hermanos Carranza, uno presidente del Sevilla y el otro alcalde de la ciudad, de que Campanal no saliera en la segunda parte pero fuera sustituido.

La rivalidad entre el Sevilla y el Madrid fue legendaria. Llegaron a enfrentarse en la Copa de Europa de la 57-58, a la que el Sevilla accedió como subcampeón de Liga porque el Madrid había ganado el año anterior Liga y Copa de Europa. La ida fue una masacre: el Madrid ganó 8-0, con Marsal y Campanal expulsados. La vuelta fue 2-2. Pepillo se libró, por una lesión, del escarnio.

Y ese verano fichó por el Madrid. Entre los sevillistas eso aumentó la antipatía hacia el Madrid, al que Pepillo había marcado goles en casi todos los partidos. Además, se decían, ¿necesitaba el Madrid a Pepillo o se trataba de fastidiar al Sevilla?

Aquel Madrid acababa de fichar a Canario y a Didí. Pepillo aterrizaba en una delantera bárbara, que reunía a Canario, Didí, Di Stéfano, Puskas y Gento más Herrera, Mateos, Marsal, Rial, Manolín Bueno y el propio Pepillo. ¿Qué iba a hacer él allí?

Jugó el primer partido de Liga, 7-1 al Betis, por lesión de Di Stéfano, y marcó. Luego, tras unos partidos fuera, le tocaron cuatro seguidos, ganados todos, incluida la salida a San Mamés. En estos partidos marcó ocho goles. Cinco de ellos se los hizo al Elche en un estrepitoso 11-2. Quirante, defensa del Elche aquel día, lo recuerda con humor: “Estábamos en nuestro primer año en Primera. Faltaba Di Stéfano y pensamos que eso nos iba bien. ¡Pero el suplente nos metió cinco! Era un fenómeno, por abajo y por arriba. Pero, claro, con Di Stéfano por delante…”.

De nuevo, cuando se curó Di Stéfano, volvió al banquillo.

La crisis de Didí le permitió acabar la Liga como titular, en un ataque que se repitió mucho: Canario o Herrera, Pepillo, Di Stéfano, Puskas y Gento. Cerró el campeonato con 13 goles en 12 partidos y el público, encantado con él. Antonio Ruiz, compañero de equipo en aquella época, lo recuerda como un jugador de garantía: “Habilidoso hasta el extremo, hacía la ruleta, pasaba el pie sobre el balón, amagaba, salía. Y era valentísimo. Iba de cabeza como un rayo, no temía a ningún defensa. Un valor muy seguro”.

Llegó a ser muy querido por Chamartín. Pero él era interior de punta, como Puskas, y con esa delantera Di Stéfano tenía poco apoyo para bajar al medio campo. Finalizada la Liga, el Madrid fichó a Del Sol, procedente del Betis. Y él se quedó con el puesto de Pepillo para lo que quedaba, la Copa y el tramo final de la Copa de Europa, la quinta, que concluyó con aquel 7-3 al Eintracht.

Pepillo empezó la 60-61 como suplente. Y le tocó vivir una aventura curiosa; como Bernabéu lo quería tener en reserva para cuando decayera Di Stéfano (que ya andaba por los 34 años), decidió cederlo al River Plate. Y allá se fue, a primeros de 1961, porque en Argentina la Liga iba con el año natural. Los compañeros le despidieron con una gran fiesta, con cante y baile, de la que dio cuenta el boletín del club. Había calado hondo.

Argentina sufría una crisis. Había sido vapuleada en el Mundial de 1958. A los presidentes de Boca y River se les ocurrió, para levantar el ambiente y las taquillas, fichar extranjeros, dentro de una dinámica que llamaron “Fútbol Espectáculo”. Ahí entró de lleno Pepillo, anunciado con bombo y platillo como “el heredero de Di Stéfano”. Pero Di Stéfano no significaba gran cosa en Argentina, porque poco había hecho allí. A Pepillo, con su figura tan estilizada, les dio por tomarle por torero. Así le trataban prensa y afición, El Gallego Torero. River llegó a componer una delantera con cinco extranjeros: Domingo Pérez, Pepillo, Moacyr, Delem y Roberto: un uruguayo, un gallego y tres brasileños. El orgullo argentino del público y la prensa repudió aquello. River quedó tercero, lo que no mejoró la cosa. Pepillo marcó ante los cuatro grandes, Boca, San Lorenzo, Independiente y Racing, pero ni así.

En verano, aquel River hizo una gira por Europa, con muy buenos resultados. Incluso ganó al Madrid en el Bernabéu, con Pepillo muy aplaudido. Pero en Buenos Aires no le toleraban. Le comparaban con los vascos de los años cuarenta (Lángara, héroe en San Lorenzo, Blasco, Aedo y Cilaurren, que le precedieron en River) y salía perdiendo.

Buenos Aires fue la tumba de sus aspiraciones. Regresó en invierno, con la 61-62 ya lanzada. Bernabéu le daba vueltas a otro sucesor de Di Stéfano, el sueco Simonsson, a su vez cedido en la Real. Pepillo apenas jugó. En verano fue traspasado al Mallorca, donde se dio el gusto de ganarle 5-2 al Madrid, con dos goles suyos. Allí estuvo dos cursos. Luego, al Málaga, otras dos temporadas, la primera de ellas con ascenso a Primera. Allí coincidió con Velázquez, que siempre me habló maravillas de él. Retirado al final de 65-66, le hicieron volver aún una última temporada, en la que se dio el gusto de ascender de nuevo con el Málaga. Ben Barek tiene el mejor recuerdo de él como jugador y como compañero: “Sabía mucho, ayudaba a todos los jóvenes. La ciudad le quiso mucho, porque era un espectáculo”.

Y allí se quedó a vivir para los restos, hasta que nos dejó con 69 años. Su figura estilizada, de torero retirado, era muy popular en la ciudad. Los padres decían a los hijos: “Mira, es Pepillo. Pudo ser el sucesor de Di Stéfano, pero prefirió el Málaga”.

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