La Real Sociedad vuela alto en Granada
Los de Eusebio vence con dos goles en la segunda mitad de Bautista y Juanmi
Tiene esta temporada la Real Sociedad el balón cosido a la bota. Tanto que el Granada, que apenas lo había husmeado, siguiéndolo con la vista como quien mira brincar a una ardilla, ni siquiera lo tocó cundo Jaunmi hizo el segundo gol que le sentenciaba. Fue un saque de banda, el balón fue de un central a otro, luego a uno de los medios centros, Illarramendi, después volvió al costado, a Carlos Vela que se fue hasta la línea de cal como cuchillo en la mantequilla, centró haca atrás y, si, ahí sí, lo tocó de espuela Lombán antes de que Juanmi e enviase a la red. Mejor para él hubiera sido que no lo tocara nadie.
El gol, el segundo de la Real, fue la metáfora del partido, un encuentro confortable en una meteorología arisca (lluvia y viento a partes iguales) donde la Real manifestó su habilidad para manejar el timón. El balón fue tan suyo que por momentos abusó de él como abusa el niño que lo lleva de casa para el recreo. Illarra y Granero (sustituto del sancionado Zurutuza) parecían centrocampistas con seis pies por ninguno de sus oponentes, demasiado blandos, demasiado débiles, demasiado aburridos persiguiendo sombras.
No hubo goles en la primera mitad. Hasta las ocasiones retrataban el partido. Dos tuvo el Granada, de Kravets y Samper, ambas con disparos desde fuera del área. Tres tuvo la Real, de Vela, Xabi Prieto y Juanmi, ambas desde dentro del área pequeña, resueltas por la intuición de Ochoa para adivinar las intenciones de sus rivales y por la colocación de Toral en un sombrero de Xabi Prieto. Dos maneras de llegar al la portería que retrataban la manera de jugar de los dos equipos. Los tres delanteros del Granada vivían abandonados a su suerte. La velocidad de Boga tenía demasiados peajes para progresar, Kravets era una isla vacía en el océano y Carcela insistía tanto en la misma jugada (la diagonal) que Carlos Martínez la emborronaba una y otra vez. Eso cuando tenían el balón, o sea las pocas veces que superaban el tratamiento de austeridad que le imponía la Real.
Olía a gol en el Nuevo Los Cármenes, pero en el área de Ochoa. Y lo logró un jovenzuelo de la cantera de Zubieta, Bautista, sustituto de un desangelado Oyarzabal. A los dos minutos de pisar el césped cazó con la cabeza un centro de Granero, ante el despiste mayúsculo del central Saunier. Demasiada montaña ara el Granada, que solo atisbó alguna posibilidad en una sucesión de errores en la salida del balón de los defensas realistas. Y la montaña aún elevó su pico de altura cuando Juanmi culminó el monólogo con la pelota de su equipo. Lucas Alcaraz movió sus fichas, pero ya era tarde. Cuando no has hueles el balón, con tiempo te olvidas de su olor. El argentino Ponce, al menos le echó picante con dos ocasiones tardías para elevar la baja temperatura. Pero el Granada ya tenía el frío en el cuerpo y la Real sentía el abrigo de sus dos goles que le afianzan en la quinta posición con derecho a soñar con casi todo.
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