Tanto amaño como hay
Se celebra hoy el sorteo de la Champions, que no es tal, pues ya se sabe que quien extraiga las bolas elegirá al rival más favorable para el Madrid y al más peligroso para el Barça
Ese equipo que ha hecho un pacto con la fortuna, que le viene a ver allá en el minuto 92 o 93, día sí día también. Ese equipo que, según se dice, no juega a nada excepto a ganar, asunto baladí, al parecer. Ese equipo que acumula triunfos por la gracia de no se sabe quién, decimos, vivirá hoy otro episodio en el que la suerte marcará su camino. Porque hoy se celebra el sorteo de los octavos de final de la Champions, que no es tal sorteo, pues el azar no juega papel alguno. Recapitulemos: se colocan unas bolas en unas copas de cristal y un individuo que puede responder al nombre de Seedorf o McManaman, pero también al de Henry, Zambrotta o Zanetti, por citar a algunos de los que han subido al escenario en los últimos tiempos, palpa las bolas, comprueba si están frías, calientes, tienen estrías o dan calambre y, previamente conchabado con la taimada UEFA, elige el rival más favorable para el Madrid y el más peligroso para el Barcelona. ¿Y por qué? Pues por su acendrado madridismo será. Ah, no, que en esa lista de desaprensivos hay tipos, léase Henry o Zambrotta, que donde jugaron fue en el Barça. ¿Entonces? Quien esto escribe reconoce su supina ignorancia respecto a qué prebenda reciben esos elementos a cambio de favorecer al Madrid. Como ocurrió en 2006, cuando decidieron enfrentarle con aquella pandilla de jubilados que se hacían llamar Bayern Múnich. O en 2008, en la famosa eliminatoria ante el Liverpool de, entre otros, Gerrard, Xabi Alonso, Mascherano o Fernando Torres que devino en chorreo. O, en tiempos más recientes, en 2012, cuando McManaman, sí, aquel que triunfó en el Madrid, extrajo la bola de un Manchester United cuyos futbolistas, qué se yo, Van Persie, Giggs, Rooney, jugaban descalzos.
“A nosotros nos tocará el rival más difícil. Seguro. Una joyita. Si no, ya veréis. Cero sorpresas”. Pues nada, Luis Enrique, que es quien así habla, lo tiene claro. El enemigo más difícil, la joyita, o sea el Bayern, será el rival del Barça. Cualquier noche de estas, no se sorprendan por ello, el técnico del Barça aparecerá en las pantallas de sus televisores para recibir las llamadas de aquellos que tengan interés en conocer qué les deparará el futuro. Claro que sus dotes adivinatorias no le permitieron predecir que en el pasado clásico, allá por el minuto 90, una falta sería rematada por el único futbolista del mundo al que no se le puede dejar rematar nada a partir de una hora determinada. Sergio Ramos se llama.
Pero no será el sorteo de la Champions el único episodio en el que hoy se podrá comprobar cuan larga, y falaz, es la mano del Madrid. A este opinador le importa un bledo a quién se otorga el tan manoseado Balón de Oro, más que nada porque no sabe si se vota al mejor jugador que puebla el planeta (Messi, sin ánimo de ofender), al que mejor juego haya realizado este año (Modric, sí, Modric), al más goleador (en 2016 ha sido Luis Suárez) o al que más y mejores títulos acumule (Cristiano sirve como también serviría Pepe). Dicho esto, el ganador de este año es Cristiano, lo que provocará aclamaciones y vituperios varios y en varios idiomas.
El último capítulo que cuestiona la limpieza de nuestro fútbol patrio también tiene que ver con el Madrid. Lo denunció Garitano, entrenador del Deportivo, tras la derrota por un gol de Ramos en el minuto 92. “Aquí nunca se acaba el descuento; parece que no se acaba el descuento hasta que marcan”. ¿De verdad no es más fácil evitar que Ramos remate de cabeza un córner? Y si no lo es, ¿por qué nadie informó a Garitano de lo cerca que están del Bernabéu los juzgados de la plaza de Castilla?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.