Kariakin juega a ganar, y Carlsen empata de milagro
El ruso domina por un punto a falta de tres partidas, pero el noruego tendrá las blancas en dos de ellas
Ya nadie podrá decir, si Serguéi Kariakin destrona a Magnus Carlsen, que lo hizo sólo por su virtuosismo defensivo. El ruso olió la sangre cuando el noruego le invitó al empate en el momento crítico del 9º asalto, jugó a ganar por 1ª vez en el duelo, provocó un error grave del campeón y estuvo muy cerca de machacarlo. Carlsen pierde por 4-5, y su única baza es que tendrá la iniciativa de las blancas en dos de las tres últimas partidas.
Ya fuese natural o forzada, la sonrisa de Carlsen era de oreja a oreja cuando llegó al Fulton Market Building acompañado por su padre, Henrik, y su entrenador, Peter Heine Nielsen. Nadie en su entorno ha desmentido que el campeón del mundo no trabaja con un psicólogo deportivo (aunque si tiene un cocinero, un guardaespaldas y un médico), lo que podría ser la razón principal de que esté en grave peligro de perder el trono. Para colmo, la Federación Internacional (FIDE) le ha castigado con una multa de 40.000 o 60.000 euros (si pierde o gana el duelo, respectivamente; el 10% de su premio) por no dar la conferencia de prensa el lunes tras su derrota; Carlsen anunció que recurrirá esa decisión al Comité de Apelación.
El comienzo del 9º asalto incitó a pensar que esta vez el escandinavo venía armado hasta los dientes con una preparación casera muy profunda, en lugar de su costumbre salirse de lo conocido lo antes posible, porque los 21 primeros movimientos fueron calcados a los de la partida entre el estadounidense Hikaru Nakamura y el uzbeko Rustam Kasimyánov en la Olimpiada de Ajedrez de Trömso (Noruega) en 2014. Carlsen introdujo entonces una novedad.
Pero algo muy extraño sucedió sólo dos jugadas después: cuando se suponía que había memorizado en el hotel las variantes principales, el campeón del mundo invirtió media hora en tomar una decisión. Objetivamente, su posición no era mala: tenía un peón de menos, pero a cambio de un juego muy activo de todas sus piezas, que obligaba al aspirante a ser muy cuidadoso en la defensa de su rey. Para añadir confusión, la hermana mayor del campeón, Ellen, dijo minutos después en una entrevista que hacer tablas en esta partida, con negras, era un buen resultado para Magnus; pero lo que se veía en el tablero incitaba a pensar en un situación de doble filo.
Esos indicios contradictorios reforzaban la impresión de que Carlsen no es capaz de repetir la hazaña de Gari Kaspárov en 1995, cuando perdió la 9ª partida ante Viswanathan Anand en el piso 107 de las trágicamente desaparecidas Torres Gemelas: El Ogro de Bakú se recuperó de inmediato y ganó cuatro de las cinco partidas siguientes (entonces se jugaba al mejor de veinte). Kaspárov era una bestia salvaje de la competición, y ésa es una asignatura pendiente para Carlsen.
La temperatura emocional empezó a subir cuando, ya bajo cierta presión del reloj, el campeón eludió la línea más aguda en la jugada 33 e invitó al aspirante a forzar una continuación de tablas. Pero hete aquí que, para sorpresa de muchos, Kariakin estuvo a la altura de lo que se espera de alguien que quiere reinar: comprendió que su rival aún estaba herido psicológicamente por la dramática derrota del lunes, rechazó el empate y elevó la tensión al rojo vivo.
Y acertó: sólo cuatro jugadas más tarde, cuando Carlsen disponía de un par de minutos para las tres últimas del primer control, se sintió obligado a seguir actuando creativamente a pesar de que podía optar por movimientos que mantuvieran la posición sin grandes cambios, lo que le llevó a un error grave. Con sangre gélida, Kariakin apuró sus cálculos hasta que le quedó menos de un minuto, y entonces eligió la mejor continuación. El campeón se tambaleaba en un suelo resbaladizo.
Siempre se dice que en el ajedrez no existe la suerte, y es básicamente cierto… pero con pequeñas excepciones. Y Carlsen tuvo la fortuna y el acierto de encontrar una variante que convertía el peón de ventaja de su rival en insuficiente para ganar y dejar el duelo visto para sentencia. Lo intentó hasta que casi se cumplieron seis horas de lucha, pero su rival ya no volvió a equivocarse. “Sé que he estado muy cerca, pero no he visto ninguna continuación ganadora”, resumió el ruso unos minutos después, siempre en su habitual tono comedido. “Ha sido una pelea muy difícil, a la que he sobrevivido por muy poco”, admitió el noruego.
Una mirada objetiva indica que la situación del escandinavo no es tan mala, como el mismo admitió en su encuentro con la prensa: si gana una de las dos partidas que jugará con blancas y empata las otras dos que faltan, llegará como favorito al desempate rápido. Pero la cabeza de Carlsen está demasiado caliente para análisis tan fríos. Cabe preguntarse si será capaz de llamar a algún psicólogo noruego especializado en el deporte de alta competición. El sentido común indica que debería hacerlo, pero quizá su ego no se lo permita.
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