El Real Madrid paga sus inventos ante el Legia
El conjunto blanco, desequilibrado con cuatro delanteros, arrancó bien pero terminó por desplomarse. El cuadro polaco llegó a remontar un 0-2, pero Kovacic rescató un punto
Frente a un equipo de garrafón y sin el abrigo de su gente, el Madrid pagó la frivolidad de una alineación muy mal aliñada y se fue de Varsovia con la cabeza gacha y cara de momia. Ruborizado por dejarse dos puntos frente a un adversario tan chato al que dominaba con un 0-2 a un paso del descanso. No peligra su clasificación, sí el primer puesto del grupo, pero para un equipo de los galones del Madrid su descalabro resulta inquietante. Una gesta para el Legia, noveno de su Liga, y un desplome colosal del Madrid. Víctima de los inventos de Zidane, que desplegó a un equipo desnaturalizado, partido por la mitad, el Madrid se derritió en el segundo tiempo, a la intemperie.
Como réplica al debate sobre Morata y Benzema, el destape total. Zidane redobló los tambores y metió al madrileño con sacacorchos. Uno y otro sumados a Cristiano y Bale, la caballería al completo. Una alineación diplomática ante un telonero como el Legia. Un guiño involuntario al presidente, Florentino Pérez, y otros nostálgicos de aquellas delanteras remotas que se recitaban de carrerilla con cinco atacantes. En estos días, una coreografía utópica. Hoy se exigen otros camaradas.
Con solo Kroos y Kovacic para la intendencia, como únicas perchas en el medio, el Madrid no tuvo tiempo ni de ajustar el invento. A los 56 segundos, Bale no hizo un gol, sino un prodigio. Coentrao tiró un centro desde la izquierda, Cristiano peinó el balón y el galés, fuera del área, en el ángulo derecho del ataque, reventó la pelota con una volea solo al alcance de los elegidos. Lo de Bale no fue un gol, fue un do de pecho.
El soberbio gancho del británico evidenció la intención visitante de ser un equipo rotundo desde el inicio, acorde con su intrépida alineación. El Madrid cargó con todo el regimiento, con Bale y Morata más ocupados de las bandas y Benzema y CR más anidados al eje central. Un 4-2-4, con una línea de sostén, un par de revisores en el medio y una columna de atacantes para invadir al Legia. Así fue hasta durante 40 minutos, con un Madrid colonizador, que mantuvo a raya al cuadro polaco, desvalido ante la avalancha. Muy enchufado Bale, a su alrededor nadie interpretó mejor el duelo que Benzema, en Varsovia más activo que nunca en este curso. Al francés le gusta dar carrete al juego, no limitarse al frente de ataque. La presencia de CR y Morata le permitió retrasarse unos metros y dirigir el tráfico. También se animó Kovacic, en su mejor partido como madridista, jugador con depósito para cubrir tanto perímetro como le tocó cubrir en la capital polaca. Bale y Varane, ambos de cabeza tras saques de esquina con la autoría de un especialista de primera como Kroos, estuvieron a un dedo de aumentar la ventaja. No fueron las únicas oportunidades de un Madrid que tuvo por la pechera al Legia. Hasta el fabuloso gol de Odjidja, del conjunto polaco solo hubo una miga. Radovic reclamó un penalti de Coentrao, que no está para nada. La tele, rayos x del fútbol, desmintieron al jugador local.
En plena sobrecarga madridista, Kovacic filtró de maravilla un pase para Bale, que dio hilo a Benzema, cuyo remate ajustado superó a Malarz. En Varsovia no había público, tampoco rival. El Madrid jugaba solo. Pero el fútbol tiene carambolas imprevistas que pueden retorcer el guion más previsible. Ocurrió al filo del descanso, cuando Odjidja cazó el segundo golazo de la noche, un disparo con la zurda imparable para un pelotón de porteros. Lo que pareció un hecho episódico tuvo un impacto inopinado. Lejos de mantener cierto orden pese al desbarajuste de la alineación, de repente, el Madrid sintió una sacudida y se le vieron las costuras, tan desequilibrado como estaba. Más elocuente aún cuando, de vuelta del intermedio, Radovic selló el empate. Tal era el espanto visitante que el tanto sorprendió incluso a Keylor, tan fiable por lo general.
Del Madrid absolutista del primer acto se pasó a un desmadre total. Máxime tras la salida de Benzema, armonizador de una alineación cosida con alfileres. Zidane tocó otra tecla y con Asensio por Coentrao ordenó una inusual zaga de tres. Al instante, Moulin dejó boquiabierto al fantasmal estadio del Legia. El desajuste visitante permitió una contra polaca con cuatro jugadores blancos frente a otros tantos del Madrid. Moulin puso el broche con otro buen gol. El Madrid, ante un parinazo sonoro, muy sonoro. Lo medio apañó Kovacic con la diana de la igualada y casi lo alivia del todo Lucas con un tiro al larguero en el último segundo. No hubo remedio y ante el esqueleto de la multitud, como diría Mario Benedetti, que fue el estadio candado del Legia, el Madrid se quedó tieso.
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