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Espanyol y Eibar, una lluvia de goles en Cornellà

Los locales remontan un 0-3 y empatan en el último minuto con 10 jugadores

Juan I. Irigoyen
Baptistao disputa el balón con Takashi.
Baptistao disputa el balón con Takashi.Toni Albir (EFE)

Del sufrimiento a la alegría, de la negatividad al positivismo; el Espanyol vive en los extremos. Fútbol ciclotímico del conjunto de Quique Sánchez Flores, que pasó las de Caín en defensa y se llenó de orgullo en ataque. El Eibar llegó a Cornellà dispuesto a jugar con las obligaciones del su rival, necesitado de una victoria en su casa. El cuadro blanquiazul está hecho un lío en la zaga y el conjunto de Mendilibar lo aprovechó. El Eibar penalizó cada una de las calamidades de la retaguardia blanquiazul y se marchó 0-3 al descanso. No bajó los brazos el Espanyol, que se rebeló ante la derrota, incluso hasta cuando se quedó con un jugador menos por la expulsión de Caicedo. Los blanquiazules consiguieron un agónico empate en un partido más vertiginoso que pausado, más atractivo que bien jugado.

Se encontró el Espanyol ante un equipo que se siente cómodo sin el balón, que aprieta líneas y que jamás escatima en esfuerzo a la hora de recuperar el cuero. El desafío para el cuadro de Sánchez Flores era, ante su hinchada, buscar el protagonismo a partir de la pelota. Y, de arranque, no le salió mal. Un cuarto de hora que ilusionó a la afición blanquiazul. El Espanyol se adueñó del partido, de las ocasiones; no de la portería de Riesgo. Jurado no pudo con Riesgo, Marc Rocca mandó el balón por arriba del larguero y a Piatti le faltó puntería. Aplaudía el técnico madrileño mientras veía como sus muchachos desperdiciaban una y otra oportunidad para romper el marcador. Sin embargo, todo lo que no podía finalizar el Espanyol en la casa de Riesgo, el Eibar lo resolvía con una facilidad pasmosa en la acera de enfrente. Diego López, protagonista en los últimos duelos del cuadro de Cornellà, este sábado no tuvo nada que decir ante la invasión goleadora del conjunto vasco.

Ocurrió, en cualquier caso, el problema para el portero del Espanyol no eran las virtudes en ataque del Eibar si no las calamidades defensivas de sus compañeros. Un pelotazo cruzado de Dani García, que encontró en Babia a toda la zaga blanquiazul, le cayó a Pedro León. El extremo, sin dudar, buscó a Kike y el delantero mandó el balón a la red. Y cuando todavía el Espanyol andaba medio grogui, Diego Reyes mandó el balón en su propia puerta. No le salía nada a la zaga blanquiazul y el enésimo despiste de la retaguardia blanquiazul, terminó con la diana de Kike antes del cierre del primer acto.

En ese momento, todo era tormenta en el Espanyol. Quique Sánchez Flores se quedó unos minutos, (parecieron eternos) pegado al banquillo con la mirada perdida, mientras que a la afición se la había acabado la paciencia con sus jugadores. Pero el técnico madrileño tenía un plan. Mandó al campo a Hernán Pérez y al Aarón en lugar de Javi López y Marc Roca. Profundidad por las alas con el lateral catalán y con el extremo paraguayo.

Y fue Hernán Pérez el que comenzó en lo que nadie creía. El paraguayo se rebeló ante la pasividad de sus compañeros y marcó el 1-3, con un remate desde la frontal. Todo era más ganas que fútbol en el Espanyol, pero parecía suficiente. Al menos, el equipo invitaba a pensar que no estaban dispuestos a rendirse. Cuando Piatti marcó el segundo, el Espanyol se animó a creer en la remontada. Pero, una vez más, recibió un balde de agua fría. Esta vez la culpa no la tuvieron los defensas. Caicedo, que había saltado al campo hacía 10 minutos, vio la segunda cartulina amarilla y a los vestuarios. La rabia invadió a la parroquia blanquiazul, que ya se había olvidado del desastre del primer tiempo; pero, sobre todo, invadió a Sánchez Flores, que no podía entender la actitud de su delantero. Y, antes de que el ecuatoriano se marche al vestuario, le dijo varias palabras al oído.

Con un hombre menos y sin más argumentos que el orgullo, el empate blanquiazul se vislumbraba imposible. El Eibar, ordenado en el primer tiempo, confiado en el segundo acto, quería dormir el partido, lejos de Riesgo. Pero Baptistao, tenía algo que decir. Antes de que se cierre el telón del duelo, el brasileño hizo lo imposible: marcó el tercero del Espanyol. Todavía no sabe lo que es ganar ante su afición el cuadro blanquiazul. Contra el Eibar no importó, el empate tuvo sabor a triunfo para el Espanyol.

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Sobre la firma

Juan I. Irigoyen
Redactor especializado en el FC Barcelona y fútbol sudamericano. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Ha cubierto Mundial de fútbol, Copa América y Champions Femenina. Es licenciado en ADE, MBA en la Universidad Católica Argentina y Máster de Periodismo BCN-NY en la Universitat de Barcelona, en la que es profesor de Periodismo Deportivo.

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