Messi castiga a un errático Manchester City
El delantero del Barcelona firma un triplete y provoca un penalti para romper a un rival que jugó al fútbol pero que chocó con Ter Stegen
A Messi le encanta jugar contra Guardiola, seguramente por una cuestión de gratitud y también para recordar que es el hilo conductor de la historia más brillante del Barça por encima de cualquier presidente, jugador y entrenador, incluso del hoy técnico del City. Nadie entendió mejor al 10 que Guardiola, inflexible hasta con Ibrahimovic para que el argentino triunfara como falso 9. Guardiola convirtió a Messi en un futbolista más goleador y también más egoísta y, como tal, insaciable, incapaz de reconocer a su propio padre en el Camp Nou. Autor de tres goles, Messi no tuvo piedad del errático, cándido y generoso equipo de Guardiola.
El técnico quedó señalado por la suplencia de Agüero y vencido por un error mayúsculo de Bravo y una caída de Fernandinho, por no contar una pérdida de De Bruyne y un mal pase de Gündogan. Muchas calamidades para un equipo en formación, demasiado tierno para enfrentar a un rival veterano, puñetero e insaciable como el Barça. Ni siquiera el carrusel de lesiones que arrastró hasta a Piqué atemperó a los azulgrana, muy esforzados y responsabilizados, entregados al coraje de Mascherano, al descaro de un excelente Ter Stegen, a la luz de Iniesta y al botín de Messi. El 10 castigó sin clemencia al equipo de Guardiola tras una nueva exhibición de esteladas en el Camp Nou.
Agüero en el banquillo
Los partidos del Barça contra Guardiola empiezan muy pronto y no se acaban nunca, sobre todo en Barcelona. Algunas veces se arrancan antes incluso de que el sorteo empareje a los equipos, continúan de forma encendida en las salas de prensa y después se juegan en los vestuarios, cuando los entrenadores cantan las alineaciones y sorprenden con decisiones como las de anoche en que Sergi Roberto se cayó de la convocatoria y Guardiola dejó en el banquillo al Kun Agüero. No fue una decisión cualquiera porque Luis Enrique perdió a sus laterales titulares, quebrado también muy pronto Alba, mientras el City ganaba a un medio con Gündogan.
El control pareció quedar a pies del equipo de Guardiola. Messi, mientras, paseaba y miraba como si no estuviera en la cancha, ajeno a la táctica y, sin embargo, pendiente del partido, expectante con los detalles, único en la lectura del juego, intuitivo cuando advirtió que Mascherano se batía como un jabato en la marca de Nolito. El balón salió suelto y el 10 se apoyó en Iniesta para trazar una contra vertiginosa que acabó con un remate celestial después de sortear a Bravo y de que se cayera Fernandinho. El brasileño resbaló y Messi no perdonó en la portería del gol sur del Camp Nou. El gol era una jugada episódica en un partido difícil de jugar para el Barça y el City.
Los azulgrana son hoy un equipo ya hecho, tenaz y con oficio, que se viste de mil y una maneras en función del rival y del partido
No había un equipo que dominara, ni tampoco que jugara mejor, y menos que desequilibrara, los dos anudados en la presión frente a la salida de la pelota, muy pendientes los banquillos del despliegue de sus futbolistas: no se asociaban bien los ingleses y salían lastimados los barcelonistas en los balones divididos; Piqué tampoco aguantó y cedió su puesto a Mathieu. El cambio se dilató tanto que si Gündogan no marcó fue por una parada mayúscula de Ter Stegen. Apareció Mathieu y el Barça formó una zaga improvisada con tres zurdos y en el lateral derecho Mascherano. El encuentro invitaba a un ataque sin concesiones del City.
Al líder inglés, sin embargo, le faltaba pegada para rematar su productividad y el Barça se bastaba con Messi para amenazar a Bravo. Aunque la pelota rondaba el marco de Ter Stegen y el árbitro no consideró voluntaria una mano de Digne, la mejor oportunidad la tuvo Luis Suárez, habilitado por el argentino y achicado por el portero del City. Los azulgrana no encontraban la línea de pase y De Bruyne no funcionaba como 9. A falta de fútbol, la contienda quedó a expensas de un nuevo accidente, de una acción insospechada o si se quiere previsible, como fue el error de Bravo cuando pateó malamente una pelota jugada en largo por Mathieu y habilitó el remate de Suárez.
Al portero no le quedó más remedio que rechazar el cuero con la mano fuera del área, porque el tiro del uruguayo iba en dirección al marco, y se ganó la expulsión en el minuto 52. La inferioridad numérica obligó al City a replegarse, circunstancia que no pasó desapercibida para Messi. De Bruyne perdió el balón a pies de Busquets y compareció de nuevo Iniesta para conectar con el 10, infalible desde la frontal del área ante Caballero. El recital de Messi continuó después de una pifia de Gündogan y Stones que dejaron a Luis Suárez en situación de ventaja para que asistiera el 10.
A Leo le hizo también un penalti Kolarov que el argentino delegó en Neymar. El brasileño quedó retratado en una paradinha sin fin que propició el acierto de Caballero. El error, sin embargo, enrabietó al 11, que se resarció con un cuarto tanto muy bonito, la mejor manera de certificar la superioridad y autoridad del Barça, que se encontró con un marcador insospechado, favorecido por la benevolencia del City. Los azulgrana son hoy un equipo ya hecho, tenaz y con oficio, que se viste de mil y una maneras en función del rival y del partido porque sabe que tiene a La Pulga, el 10 que Guardiola convirtió en el clásico goleador o 9. Messi no se equivocó nunca y en cambio el City se equivocó siempre.
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