Gol de pizarra, abrazo a Unzue
El navarro lidera la estrategia, que le ha dado 54 goles al Barça en la Liga desde su llegada
“¿Cuánto tiempo dura un saque de esquina?”, preguntó un día Johan Cruyff. “¿Un segundo?”, se respondió a sí mismo. “Pues no vamos a perder una mañana de trabajo en eso”, razonó para desarmar a quien le invitaba a trabajar la estrategia. Le bastaba con Koeman para aprovechar las faltas próximas al área rival, así ganó la primera Copa de Europa. Pero todo cambia y en esas, llegó un día que el vestuario miró a la pizarra. Y tuvo mucho que ver Juan Carlos Unzue, primero con Rijkaard, y ahora con Luis Enrique.
“La pizarra de Juan Carlos [Unzue] ha funcionado a las mil maravillas”, dijo Luis Enrique, tras la victoria en la Champions, el miércoles pasado en el campo del Borussia Moenchengladbach. Neymar tenía la misión de buscar a Luis Suárez con un centro al área ejecutado con potencia, pero sin altura. Así lo hizo, el problema fue que el remate del charrúa no cogió portería, pero allí estaba Piqué que recordó las palabras de Unzue y fue al rebote porque sabía que Sommer, el portero, no era fiable en el agarre. Y llegó la séptima diana del Barcelona a balón parado este curso.
Luis Enrique elogió el trabajo de Unzue en el campo y el abrazo tras el gol lo demuestra, pero en el vestuario el navarro y los jugadores bromeaban con Piqué conscientes de que el gol llegó de churro. El caso es que en origen la idea fue de Unzue, que se las busca todas y, en lo que va de temporada, un 21% de los goles del cuadro azulgrana han llegado gracias a su ingenio. Con Luis Enrique en el banquillo, el Barcelona firmó 22 goles a balón parado en Liga en la temporada 2014-2015; 28, el curso pasado; y esta campaña llevan marcados cuatro. Números muy lejanos a los logrados en la temporada 2013-2014, con el Tata Martino (10 goles) o a los 13 de la temporada 2012-13, con Tito Vilanova al mando.
Manual condicionado
Con Luis Enrique practican el día previo a cada encuentro y disponen de un manual siempre condicionado al rival y a la falta de centímetros. “Nosotros conocemos perfectamente nuestras capacidades físicas, por eso basamos nuestras jugadas a balón parado más en las debilidades de nuestros rivales que en nuestras fortalezas, que son pocas”, explican desde el cuerpo técnico, donde se celebran más los partidos en lo que no encajan goles a balón parado, que cuando los marcan, convencidos de que siempre es mejor evitar daños que causarlos en ese tipo de jugadas.
En el camerino de los entrenadores se contemplan dos factores clave: la aptitud y la actitud de los muchachos. “Sabemos que no contamos con jugadores altos. En cambio, la actitud no se negocia. Y de lo que más orgullosos estamos es de eso, de cómo se implican”, razonan mientras miran a Unzue, que se esconde, porque que de vuelta de Gladbach, en el avión, los empleados más veteranos bromeaban: “Si el bueno era Ten Cate, y Guardiola un patán, pues el que sabía era Tito, ahora el bueno será Unzue, ¿no?”, dejaban caer.
Pero Unzue, discreto como nadie, rehuye el elogio por mucho que Luis Enrique, cada vez que puede, se encarga de destacar la tarea de su mano derecha en el vestuario y hasta incluso le cede espacio en la zona técnica cada vez que hay una jugada a balón parado.
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