EE UU resurge en ajedrez
Los norteamericanos luchan este martes con Rusia y Ucrania por su primer oro desde 1976
El gran éxito de la película En busca de Bobby Fischer (1993) motiva que incluso los estadounidenses jóvenes identifiquen el ajedrez con el excéntrico genio que fue campeón del mundo en 1972. Pero eso cambiará si EEUU gana el oro en la Olimpiada de Bakú (Azerbaiyán), cuya última ronda afronta con mejor desempate que Ucrania y dos puntos más que Rusia. Un gran mecenas, dos nacionalizados de élite y el auge del deporte mental en las escuelas explican ese resurgimiento.
Si se tiene en cuenta que la URSS no jugó por problemas políticos la Olimpiada de 1976 en Haifa (Israel), donde triunfó EEUU, habría que remontarse hasta Estocolmo 1937 para ver a EEUU en lo alto del podio. La promoción del ajedrez en la Unión Soviética como una pasión nacional se convirtió en medallas de oro de la URSS primero y Rusia después cada dos años (la Olimpiada es bienal) desde Helsinki 1952 hasta Calviá (Mallorca) 2004, donde Ucrania superó a los rusos, con la única excepción de Buenos Aires 1978 (oro para Hungría). De ahí que la hazaña de Fischer, al romper la hegemonía soviética en el Mundial (el 80% de los mejores del mundo eran de la URSS) se considerase gigantesca.
Desaparecido el efecto Fischer era muy difícil que el ajedrez fuera popular en EEUU sin otro héroe nacional, salvo en muchos colegios, donde se utiliza como herramienta pedagógica. Pero el multimillonario Rex Sinquefeld, de San Luis (Misuri), irrumpió con fuerza para cambiar las cosas. Aparte de aumentar los premios del Campeonato de EEUU e invertir mucho dinero en infraestructuras, convenció al italiano Fabiano Caruana (3º del mundo actual, de padre estadounidense) y al filipino Wesley So (7º) para que cambiaran de bandera, convirtiendo a la selección nacional en un firme competidor de Rusia, Ucrania y China (oro en 2014) porque Caruana y So se unen a otra estrella, Hikaru Nakamura, 6º del mundo. De modo que tres de los cuatro tableros de EEUU en Bakú están defendidos por astros.
Dos circunstancias ajenas a ese proceso lo fortalecen aún más. Gari Kaspárov se mudó de Moscú a Nueva York en 2013 porque su vida corría peligro en Rusia, debido a su frontal oposición a Vladímir Putin; ahora contribuye al entrenamiento de los jugadores mencionados pero también de estrellas en ciernes, como Jeffery Xiong, reciente campeón del mundo sub 20 a los 16 años. Y la final del Campeonato del Mundo entre el noruego Magnus Carlsen (actual campeón) y el ruso Serguéi Kariakin, presentada hoy en Bakú, se jugará en Nueva York (muy cerca de Wall Street) del 11 al 30 de noviembre con patrocinadores rusos, porque Putin ha señalado que recuperar el título mundial es una prioridad nacional, probablemente con el objetivo de aumentar la autoestima de sus ciudadanos en plena crisis económica, y con serios problemas en la política internacional. Uno de los patrocinadores es la marca de fertilizantes Phosagro, cuyo dueño, Andréi Guriev, tiene una dacha (casa de campo) al lado de la de Putin.
Todo ello será potenciado si Caruana, Nakamura y So cumplen el pronóstico en la última ronda de la Olimpiada. Y si todo ese esfuerzo y gran inversión se convierte en oro, Putin no va a estar nada contento.
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