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EL QUE APAGA LA LUZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Érase una vez el mercado

Si Pogba vale 120 millones, no quiera uno imaginarse cuánto valdría Schuster con 20 años

Pogba, en el partido entre el United y el Hull City el pasado día 27.
Pogba, en el partido entre el United y el Hull City el pasado día 27.Scott Heppell (REUTERS)

Se cerró el mercado de fichajes y no hubo sorpresas de última hora, pelotazos al filo de la medianoche, como aquel de Rivaldo en 1997, cuando abandonó el Deportivo rumbo a Barcelona a cambio de 4.000 millones de pesetas (24 millones de euros), con Van Gaal asegurando que él no podía hacer un buen equipo sin un buen zurdo y Joan Gaspart, por entonces vicepresidente del Barça, respondiendo a la amenaza del Dépor de llevarse a Ronaldo: “No tienen ni para pagarle una bota”. Precisamente Ronaldo, el brasileño, el que convertía cada partido en una juerga, fue protagonista de otro episodio sonado, cuando en 2002 el Madrid lo compró al Inter por 45 millones en el último suspiro, con Jorge Valdano colgado al teléfono, tragando saliva porque no acababa de llegar el visto bueno desde Milán. Pero eran tiempos en los que en el Madrid funcionaban los faxes y, sobre todo, los relojes, pues huelga recordar lo que sucedió hace un año con De Gea, en aquellos tiempos de chanza y delirio a orillas de La Castellana.

Todos los sobresaltos veraniegos en cuanto a fichajes se han producido en Inglaterra. La Premier se ha gastado 1.400 millones de euros en contrataciones, a años luz de la Liga española, que se ha quedado en 470. Y eso gracias al Barça, que ha llenado su banquillo como quien llena la despensa a cambio de 123 millones. El Madrid, protagonista habitual de estos episodios agosteños, no ha movido más ficha que la de Morata, otro renombrado suplente. La capital del mercado financiero futbolístico ya no está en España sino en Inglaterra, ya no en Madrid o Barcelona, por mucho que allí vivan los mejores equipos europeos (dos en Madrid y uno en Barcelona) sino en Manchester. Lo explicaba en este periódico con todo lujo de detalles Juan L. Cudeiro en el artículo Los mejores están en la Liga, el dinero en la Premier. Y ese dinero, proveniente de las televisiones, ha permitido al Manchester City dejarse 212 millones en jugadores como Bravo, Stones, Gundogan, Sané o Nolito. El City es ese equipo que cuando le cayó al Madrid como rival en las semifinales de la última Champions era una filfa, un grupo de amigos, una birria de equipo, tanta suerte como tiene el Madrid, tan experto en bolas (calientes). Pero ese City le ha tocado ahora en desgracia al Barça, y ¡ay, madre!, que de filfa nada, que estamos ante el rival más difícil y Guardiola no hay más que uno.

También en Manchester vive el United, equipo que fue grande y que hoy ni siquiera disputa la Champions. Para volver a la senda del éxito se ha puesto en manos de Mourinho, ese hombre que llega a un club, gana un título de prestigio (y no siempre) y se va no sin antes prender fuego al vestuario. El United ha hecho saltar la banca con el fichaje de Pogba a cambio de 120 millones. Si Pogba vale eso, uno no quiere imaginarse cuánto valdría Schuster con 20 años. Pero es lo que hay en un deporte, el fútbol, asolado por representantes, managers, apoderados, agentes, comisionistas, buitres, tiburones, padres, hijos y espíritus santos, hasta tal punto que nadie sabe a ciencia cierta cuánto ha costado un jugador y cuánto su progenitor. Véase el caso de Neymar, cuyo precio sigue siendo un misterio, aunque en breve algún directivo del Barça asegurará que lo ficharon reuniendo unas tapas de yogures. Que tomen los clubes ejemplo de Mariano Rajoy, que el otro día en el Parlamento explicó con claridad cómo distribuye la patria sus dineros: “De cada 100 euros que se gasta el Estado, 63 se dedican a gastos sociales; 26 a pensiones; 14 a sanidad; nueve a educación; ocho a otros gastos sociales y seis a prestaciones por desempleo”. Total: 126 millones. Con el mérito que le dimos a aquel de los panes y los peces.

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