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ATLETISMO

Bolt sale mal, corre regular y gana su serie como siempre

El jamaicano hace los 100m con una marca normalita de 10,07s y Justin Gatlin hace el mejor tiempo

Bolt mira a su rival mientras cruza primero. DAVID J. PHILLIP AP
Carlos Arribas

La búsqueda de tres nuevos oros que sumar a los tres de Pekín 2008 y a los tres de Londres 2012 comenzó para Usain Bolt poco después de las 12.30 del sábado. Corrió la séptima serie de los 100m con una salida pesada, un desarrollo lento y una victoria sencilla, con una marca normalita de 10,07s en un tartán que no pareció excepcionalmente rápido para los sprints. El norteamericano Justin Gatlin, el rival que quiere convertir en duelo el monólogo, corrió más rápido que ninguno. Lo hizo en la segunda serie, que ganó con 10,01s. El viento de cara igualó las marcas, impidió registros excepcionales. Pocas conclusiones atléticas más se pudieron sacar. Pocas indicaciones de por dónde puede ir los tiros que contradigan la idea dominante de los últimos ocho años, la de que Bolt, como siempre, ganará.

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Como en 2012, Gatlin llega a los Juegos con una mejor marca durante el año que Bolt, 9,80s frente a 9,88s del jamaicano. Como en Londres, hace cuatro años, el norteamericano hizo mejor tiempo en la serie. En los Juegos del 12, Gatlin se esforzó y corrió la primera prueba en 9,97s, 12 centésimas mejor que Bolt. Y luego en la semifinal siguió acelerando, 9,82s frente a 9,87s, con el objetivo imposible de asustar a quien no teme ni siquiera que el cielo se derrumbe sobre su cabeza. Perdió la final. Sus 9,79s quedaón empequeñecidos por los 9,63s de Bolt. En Pekín, en el Mundial pasado, se repitió el proceso. En series, Gatlin estuvo aún más tremendo: 9,83s y 9,77s. Bolt, 9,96s en ambas previas. En la final, Gatlin creyó hasta la marca de los 90 metros que podría ganar. Bolt no necesitó entonces más que 10 metros y su absoluta superioridad mental para derrotarlo por una sola centésima. La diferencia más mínima de sus enfrentamientos. La centésima de la esperanza para el norteamericano.

El psicodrama Gatlin

Gatlin abandonó Londres con un gran caco en su cabeza. Así lo confesó: “Lo peor de perder con Bolt es que te hace estar luego meses y meses pensando en qué hiciste mal para a pesar de sentirte mejor no pudiste ganarle”. Es el poder intangible del hombre más rápido de la historia.

Brasil, un país gigantesco, todo un mundo, está ansioso por ver al hombre más rápido del mundo, que además es una estrella feliz de serlo. La expectación se entiende perfectamente. Un ser excepcional en búsqueda de un objetivo único no corre todos los días debajo de las narices de uno. Es solo la primera serie de los 100m (el domingo por la noche en Brasil, madrugada del lunes en España, se correrán las semifinales y la final), pero el estadio vibra como si fuera la final. Al atleta, un deportista sin botas de fútbol, tatuajes o pelos teñidos, que no mete goles ni regatea, que solo corre, se le recibe como a un futbolista galáctico. Incluso con más cariño. Cuando Bolt aparece por el túnel a la luz del estadio, este se viene abajo; cuando prueba una salida de los tacos, es un clamor; cuando la cámara le enfoca, la locura. Cualquier otra persona se volvería loca, hasta Michael Phelps, seguramente, el tímido. Pero a Bolt la situación no le pesa. La admiración le estimula. La presión le da velocidad. Es el atleta único. El estadio casi se ha llenado cinco minutos antes de que saliera a competir; un minuto después, aunque más atletas, simples mortales, siguen persiguiendo sus sueños olímpicos, las gradas comienzan a vaciarse. Es la estrella, y le gusta. Los 100m son el atletismo en estado puro, casi en bruto; Bolt es su intérprete más fascinante.

Por Bolt todo resbala. No hay polémica negativa que le pueda minar. No hay lesión que le destruya. Tiene la capacidad que todos envidian, la de la inmunidad ante los conflictos, los problemas.

Bolt se lesionó unas semanas antes de los Juegos. Otro habría sucumbido. Él llega pletórico. El atletismo vive la peor crisis de credibilidad de su historia. Las revelaciones sobre el dopaje han hecho que cualquier marca excepcional sea sospechosa. En el ambiente envenenado que parece haberse trasladado desde la piscina a Gatlin le pitan en el estadio y le recuerdan su pasado dopado; a Bolt solo le preguntan por qué marca conseguirá. Y gritan extasiados al verle.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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