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4º jornada: 21 oros, un niño, unas lágrimas

Phelps, imparable, meteórico, suma dos nuevos títulos olímpicos la noche que Martha Karolyi, la dura, lloró por segunda vez en 40 años viendo a las últimas cinco volar más alto que nadie

Michael Phelps, a la izquierda, se felicita junto a su novia, Nicole, y su hijo, Boomer, tras ganar los 200m mariposa.Vídeo: Matt Slocum AP / EL PAÍS
Carlos Arribas

Los Juegos son una historia en capítulos que se refleja en el agua, esta anoche azul brillante, como las lagunas en una noche de luna llena entre los juncos surgiendo, sin sombra de sombras violáceas ni amargor. Un brillo rosáceo de caipiroska con maracuyá en una playa de Barra, los placeres de Río, donde llegan los gritos del Parque Olímpico las noches de agosto serenas. En un campo de rugby, una voluntaria pide en matrimonio a una jugadora dura. El amor. Los Juegos dulces de un martes que en los carrillos rollizos de Boomer, el hijo de meses de Michael, de Phelps, el nadador de las 21 medallas de oro ya, se transforman en besos y el mundo se olvida de sus manchas de ventosas violáceas circulares en su espalda.

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Circula una foto en las redes. Data de hace 10 años. Michael Phelps, un pipiolo de 20 años, cargado de soberbia en la sonrisa posa en un acto de promoción de Speedo, los bañadores, junto a una niña de nueve que se llama, dice el pie, Katie Ledecky. Hay otra foto. Hace 40 años. Montreal. Está en blanco y negro, pero la luz también brilla, como si la luna siempre llena se reflejara en la mirada espléndida y húmeda de Martha Karolyi, la dura, junto a Nadia Comaneci y su 10.

Martha de hielo vuelve a llorar en Río como lo hizo en 1976. Las naves de Río, los gigantescos pabellones, son cámaras frigoríficas para mantener la vida congelada mediante chorros de aire gélido que surgen de silenciosas máquinas colgadas del techo a las que se acerca más que nadie Simone Biles, que mide solo 1,45m pero vuela más alto que ninguna hasta las fuentes de hielo y hace llorar de nuevo a la jefa Martha, que huyó de la Rumania de Ceaucescu para fundar la nueva gimnasia norteamericana, la que va de Mary Lou Retton a las Final Five, las últimas cinco de Biles y de un rancho en California donde todas se examinan todos los meses. Ganó Estados Unidos, extraganó, dirían en Italia, una vez más. Y Biles, su líder, la que manda en su gimnasia, el último año de cinco por equipo (en Tokio serán cuatro y Karolyi ya se habrá jubilado, además) volvió a prometer que los días que quedan serán únicos.

Belmonte, al finalizar la semifinal de 200 mariposa con el segundo mejor tiempo.
Belmonte, al finalizar la semifinal de 200 mariposa con el segundo mejor tiempo.MARTIN BUREAU (AFP)

Katie Ledecky, la niña que suspiraba por las orejillas de Dumbo de Phelps hace un siglo, ya es doble campeona olímpica. Ganó los 200 libre tan duros para Federica Pellegrini, monumento a la longevidad olímpica que no fue ni medalla, después de ganar los 400m. Ledecky, norteamericana pura, una animal, según su compatriota Ryan Lochte, se disputa con Katinka Hosszu, la Kachinka Josú tan cariñosa de los locutores televisivos brasileños, la húngara dama de hierro y del marido tremendo, el título de reina de Río y su piscina.

Hay un arco de transmisión olímpico que hace que quien tiene talento pueda alimentarse de lo que otros como ellos hicieron décadas antes. Biles devora a Comaneci, camino de cinco oros más. Con Phelps, grande desde Atenas 04, y campeón ya entones, 19 años y el futuro y Bill Bowman con él en su poder, nadie puede. Tampoco la vida cotidiana de padre de niño recién nacido. La semana anterior a Londres 2012 Phelps quería morir, tan agobiado estaba por lograr más oros que nadie, su desafío entonces loco. Con los dos del martes, los 200m mariposa y el relevo 4x200 de EEUU en el que fue la última posta feliz, en Río ha logrado ya tres, y su cuenta, iniciada en Atenas hace 12 años, ya llega a 21 títulos olímpicos (25 medallas), más que nadie en ningún deporte por un mundo. Y le quedan dos intentos, los 200m estilos y los 100m mariposa, para alzarla tan alto como los saltos de Biles, debutante en unos Juegos. Por mucho que lo intenten y lo trabajen nadie puede con el Phelps padre feliz de Boomer, que nada a los 31 años en sus cuartos Juegos triunfantes, más que nadie antes, sin más presión que la que le exige su placer, que es mucho.

Karoly, a la derecha con Aimee Borman y su pupila, Simone Biles.
Karoly, a la derecha con Aimee Borman y su pupila, Simone Biles.Rebecca Blackwell (AP)

Cuando Francia, el martes, se despertó y vio que solo una plata lucía en su medallero, tan escasos, sus periódicos se volvieron locos exigentes, qué es esto, a dónde vamos a ir a parar. Como respuesta, un oro en equitación y otro en aguas salvajes permitirán a sus periódicos llevar por una vez una gran foto olímpica a su portada tan futbolera hasta en estos días sin Liga. En España se puede clamar por la misma injusticia, pero sus habitantes se conformarán por sumirse en el fatalismo de toda la vida, tan confortante. Volaron los del tenis y obligaron a Nadal, único, a multiplicarse. Dos partidos jugó, y ganó el martes de la despedida de Garbiñe Muguruza, David Ferrer, Carla Suárez, eliminados, y hasta Serena Williams, a la que tan poco le pega el espíritu y la tramoya olímpicos. Tres partidos, simples con Gilles Simon, dobles con Marc López, mixtos con Muguruza, deberá jugar el miércoles el hiperactivo feliz al que las dificultades y el dolor de su muñeca motivan. Y que hace soñar, tanto años después, como entonces hizo soñar el equipo de baloncesto de Gasol y compañía que, bajo la conducción de Sergio Scariolo parece haber elegido en Río el lema de derrota en derrota hasta la victoria final. Si EEUU se deja, por supuesto.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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