La samba olímpica de Usain Bolt con fondo amargo
La estrella del atletismo irrumpe en los Juegos la noche en que la piscina rebosa de tristeza y resentimiento contra los dopados
El día amaneció nublado y la noche no despejó en Río, cada vez más empapada de olimpismo. En la playa de Barra, las olas sucias chocaban en la arena.
Atacado de timidez, víctima de un brote agudo de agorafobia Usain Bolt, la estrella que será de la segunda semana de los Juegos, llevaba encerrado varios días en su habitación de la Villa Olímpica. “No quiero ver a nadie”, decía a sus compañeros jamaicanos. “Estoy harto de que todo el mundo quiera hacerse selfies conmigo. Qué pesados”.
Puma, que le patrocina, había decidido ya hace semanas que su entrada bajo los focos más iluminadores debía producirse el primer lunes, un día de recarga de espectáculo después de un domingo pleno, y organizó para ello una parada de samba en la Cidade das Artes, el gran edificio de hormigón a lo Oscar Niemeyer que el francés Christian de Portzamparc erigió pegado a lo que años después, este 2016, sería el Parque Olímpico. Mientras Bolt, ahora, al parecer, atacado de claustrofobia y feliz haciendo el gamba, bromeaba y zambeaba con espectaculares coristas y declaraba de nuevo que los de Río serán sus últimos Juegos, los que sellen para siempre su leyenda, en la piscina, no más de dos kilómetros más allá, las aguas que el día anterior habían exaltado a su rival por el máximo estrellato olímpico, Michael Phelps, rebosaban la dura noche de amargura y resentimiento.
La piscina con fondo amargo de Efimova
El dopaje, olvidado, parecía, desde los días previos a la competición y el protagonismo del TAS, recordó con éxito su derecho a ser protagonista. Nadaba Yulia Efimova, la rusa repescada por el tribunal del deporte, después de que el COI no quisiera invitarla a Río por su pasado de relaciones con el doping. El público ruidoso y partisano se divirtió silbándola cuando la campeona del mundo terminó segunda en la final de los 100m braza, el jamón de un sándwich de barras y estrellas, y las nadadoras que la rodeaban en el podio, Lilly King y Katie Meili, no se callaron el desagrado que sintieron al tener que competir contra ella, el disgusto que sentían porque se dejara a la tramposa declarada participar de la fiesta olímpica. Y hasta Phelps, habitualmente tácito, se expresó. Lo hizo el ganador de 19 oros olímpicos después de terminar segundo tras el húngaro Tamas Kenderesi en la semifinal de los 200m mariposa. “Lilly King tiene razón y es una valiente al señalar a Efimova”, dijo el nadador de Baltimore. “Es muy triste que una dos veces dopada pueda nadar aquí. Hay que hacer algo”.
A diferencia del atletismo y del ciclismo, que han atravesado más o menos con dignidad el desierto de la sospecha permanente que afecta a los que despuntan, la natación es el gran deporte olímpico que nunca ha padecido del mal. Sin embargo, recordaba estos días un estudioso, los récords de atletismo conseguidos con dopaje en los años 80, como los de 400m y 800m, continúan inalcanzables: las marcas que se consiguen actualmente en las distancias son peores por varios segundos. En cambio, todos los récords dopados de la natación de hace 30 años, básicamente los de las alemanas del este exageradas, han sido batidos: las marcas de ahora son mucho mejores. Explican con buena intención que como la natación es un modo de movimiento muy poco eficiente, el margen de mejora sigue siendo amplísimo y dependiente del cada vez mejor conocimiento de las leyes físicas de la hidrodinámica.
Efimova lamentó que por ser rusa tuviera que pasar por esto como Sun Yang, campeón de nuevo en los 200m libre, sufrió por ser chino no solo el recuerdo de que él también dio positivo en sus tiempos sino también uno de los errores más curiosos de los organizadores de los Juegos que en la bandera del gigante asiático pegaron mal las cuatro estrellas de cinco puntas que rodean a la gran estrella del partido comunista en la esquina superior derecha. En Río las pegaron todas apuntando hacia arriba, mientras que la precisión exige que señalen con una punta a la gran estrella de Mao. Río solucionó el problema, lo que no eliminó el dolor chino, que poco antes había perdido el título olímpico de gimnasia por equipos logrado en los dos últimos Juegos ante el vecino japonés renacido de la mano de Kohei Uchimura, el favorito para repetir el título individual de Londres.
La yudoca Rafaela Silva, una luchadora nacida en la famosa favela Ciudad de Dios, dio al anfitrión Brasil su primer oro y Australia derrotó a Nueva Zelanda en la final esperada del debutante rugby a siete femenino.
Mientras Rafa Nadal, ahora en dobles junto a Marc López, prosigue su metódica tarea de destruir el tenis argentino (eliminaron a Del Potro y González y ya están en cuartos, como Ferrer-Bautista), Mireia Belmonte, que solo piensa en los 200m mariposa que espera ganar, no se clasificó para la final de los 200m estilos y Maialen Chourraut, la piragüista de bronce en las aguas bravas de Londres, se saltó una puerta en su primer recorrido en Río y solo pasó a semifinales con el 11º mejor tiempo.
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