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En el Aspin tampoco pasó nada

La caída del arco del último kilómetro sobre Yates da vida a la primera etapa pirenaica de un Tour aún en modo espera

Carlos Arribas
Cummings celebra la victoria.
Cummings celebra la victoria.Peter Dejong (AP)

Desgajado de sus compañeros gigantes, el Aspin no es nada. Sin el Peyresourde, el Tourmalet y el Aubisque, con los que desde 1910 forma una cadena que los niños recitan de memoria, el más pequeño de los grandes cols de los Pirineos es poco más un falso llano ascendiente que en una extraña tarde de sol y sombras muy recortadas asciende un rodador inglés de 1,90m y más de 70 kilos llamado Stephen Cummings a más de 20 kilómetros por hora, con los codos clavados en escuadra, como los buenos perseguidores en pista y dejando sin aliento a un escalador como Nibali, que se rindió.

CLASIFICACIÓN GENERAL

1. Greg Van Avermaet (BEL-BMC Racing) 34h.13:40

2. Julian Alaphilippe (FRA-Etixx Quick-Step) a 06:36

3. Alejandro Valverde (ESP-Movistar) a 06:38

4. Joaquin Rodríguez (ESP-Katusha) a 06:39

5. Christopher Froome (GBR-Sky) a 06:42

6. Nairo Quintana (COL-Movistar) m.t.

10. Fabio Aru (ITA-Astana) m.t.

22. Alberto Contador (ESP-Tinkoff) a 08:03

24. Daniel Moreno Fernández (ESP-Movistar) a 08:45

25. Mikel Nieve (ESP-Sky) a 09:26

38. Vicenzo Nibali (ITA-Astana) a 13:16

Los demás grandes no tuvieron necesidad de rendirse: ni siquiera habían pensado en pelear, pues su Tour, repiten y repiten, empieza el 14 de julio en el Ventoux, tan dura es la última semana en los Alpes, tanto miedo los tienen. Los Pirineos, que el sábado son el Tourmalet y el Peyresourde, dos compañeros perdidos, y el domingo, Andorra, solo servirán, siguen diciendo, para aumentar el desgaste, porque este, añaden, es un Tour de resistencia. Pinot, la esperanza francesa para terminar con 31 años sin ganador patrio, lo entendió así, y sin que nadie le acelerara encontró el límite de su fuerza de voluntad, muy bajo.

En el nuevo ciclismo, la carrera parece ya escrita antes de celebrarse, está prescrita, dice un intelectual consternado por la tele, que se acuerda de Anquetil viendo a Cummings ascender como un estilista de mucho músculo y se acuerda también de Bartali viendo a los aficionados fervorosos en las cunetas gesticulando.

En el Aspin que tanto quería Robic, siempre envuelto en una bruma muy ligera que en el Aubisque se hace niebla espesa, tan hermoso serpenteando entre praderas de ricos pastos y nubes visto desde el Observatorio del Pic de Midi, la cumbre que lo vigila y lo ve enlazar con el Tourmalet poco más allá, en los años del ciclismo heroico un aficionado le ofreció un trozo de salchichón y un cuchillo para que se hiciera las rodajas al grosor que más le gustara a Bartali, que pedaleaba destacado, y el italiano se asustó, pensó que le querían matar, llegó al hotel de Saint Gaudens, hizo la maleta y se marchó corriendo a Italia.

En el Aspin del siglo XXI, que no se quiere ver desde el Observatorio construido con materiales porteados por escaladores a pie desde el paso del Tourmalet a comienzos del siglo pasado, sino a través de Google Maps, no hay salchichón que amenace, sino, donde termina su descenso, un arco de cuatro nervios hinchable y un generador espantoso que atufa y emite un ruido insoportable. Colgando de él, un triángulo rojo, la flamme rouge, la llama, dicen los franceses, que marca el último kilómetro y que se derrumbó, fláccidamente triste, sobre la cabeza de Adam Yates, minutos después de que Cummings pasara solo y después sus perseguidores, deslavazados Dani Navarro, Darel Impey, Nibali y el líder de amarillo, el clasicómano belga Van Avermaet, que se metió en la fuga de 29 que ritmó la jornada y aumentó su ventaja osado. Tendría sentido simbólico la caída, y es bonita la imagen, la llama roja como la ira de Dios o de los dioses con el ciclismo prescrito, el cabreo de los aburridos, la venganza de quienes se desee, si no fuera porque el derribado, el joven inglés Yates, era de los pocos que había intentado alegrar el día con un ataque en el descenso buscando el maillot blanco de mejor joven. Como, debido a que el incidente frenó luego a todos los que llegaban tranquilos al lago de la meta, el Tour decidió que el tiempo válido para el día sería el tomado en el control a falta de tres kilómetros, la ventaja de Yates se esfumó con el hinchable deshinchado y la única recompensa que recibió por su audacia fue varios puntos de sutura en la barbilla y la sensación extraña que debió sentir al ver su bici volar hasta la parte superior del arco caído, alucinada.

Cummings, de 35 años, es un todoterreno que huyó hace cinco años del Sky homogeneizado de Wiggins capaz de ganar etapas con ataque en el último kilómetro resistiendo al tren de los velocistas, como en Lesaka en el último País Vasco, o en fuga en puertos como en la última Dauphiné, o con ataques sorpresa, como en Mende del Tour 15 a Bardet y Pinot, los franceses que se vigilan. El Aspin lo afrontó solo después de atacar a su fuga unos kilómetros antes, y no solo resistió, sino que aumentó su ventaja sobre los escaladores que le perseguían.

En la meta, como el año pasado, como todos los días, a Nairo le preguntan: ¿Cuándo atacas? ¿A qué esperas para atacar?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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