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EUROCOPA | ITALIA, 2 - ESPAÑA, 0
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El final del verano

El partido fue un testamento, desempolvó hasta el recuerdo de Julio Salinas

Manuel Jabois
Iniesta, ante Motta y Chiellini.
Iniesta, ante Motta y Chiellini.MIGUEL MEDINA (AFP)

En la liga de futbito del instituto teníamos a un entrenador que llegaba, pedía que disfrutásemos "como dice Cruyff" y dale, maestro. A veces en los rivales había tanta charla y tanta pizarra que nuestro entrenador, mirando de reojo al público, nos reunía y gritaba: "¡Lo hablado por la semana!". En realidad por la semana no habíamos hablado nada, de hecho no entrenábamos y muchos ni siquiera nos conocíamos. Por tanto lo que hacíamos era jugar por instinto sin saber muy bien nuestras posiciones, fiándonos de nuestros compañeros por la apariencia, jugando casi al azar. Como España durante todos los años que acumuló talento y títulos; como España ayer, pero sin el brillo de entonces, cuando ya se había acabado el placer sin un plan alternativo.

Los primeros veinte minutos liquidaron mentalmente a España

Los primeros veinte minutos liquidaron mentalmente a España. Entre otras razones porque España tenía pinta de haber salido "a disfrutar", un plan que sale bien si lo propone Cruyff, no Del Bosque ante la Italia de Conte, el mismo entrenador que fuerza las cabezas de sus jugadores hasta sacarles los minutos que tuvieron de inicio ayer. Veinte minutos en los que dejó la huella de elefante en el área de España; veinte minutos de los que España no se recuperó jamás. Dos cabezazos, una chilena y una falta cerca del área que acabó en gol enterraron a la selección. No enterraron una época porque en Brasil se acabaron de fundir los cielos, pero sí el espejismo de los minutos brillantes en Francia; la imagen reflejada de la última luz que quedaba de Kiev: el último guardián de aquello, Andrés Iniesta.

Piqué remata en al última ocasión de España.
Piqué remata en al última ocasión de España.Antonio Calanni (AP)

El partido fue un testamento. Desempolvó hasta el recuerdo de Salinas, el balón que murió en las botas de Piqué al final de todo y que sacó el portero; más mérito de Piqué y Buffon en este caso que el que tuvieron Salinas y Pagliuca. De igual modo, la velocidad de Eder al contragolpe seguía un paralelismo histórico con Baggio, con Del Piero; delanteros hechos para matar por la espalda en los últimos minutos acompañados por un panzer, antaño Vieri, hoy Pellè. Una de esas delanteras que si se lleva bien no se olvida; como Bogart y Bacall, pero con Bogart sin alzas. Defensivamente se dedicaron a gripar a Iniesta, rodeándolo como en las fotos fetiche pero con mejor resultado. No hubo laterales, tampoco delantera, perdida en su primer partido internacional de vida o muerte. Y así fue como la España que se bautizó dramáticamente del tikitaka se fió a balones áereos rematados por los centrales y a jugadas tan ansiosas como tirar el balón para que lo prolongasen a ciegas Morata y Aduriz.

Fue la razón final de Italia, cuya filosofía se ha caricaturizado históricamente resumiéndola a entregar el balón y esperar rechaces afortunados. De este modo tuvo España la última ocasión del partido: un mal despeje de Italia que dejó a Piqué haciendo un escorzo para que Buffon, batido tantas veces en los últimos tiempos, se tomase su particular venganza. Como en Estados Unidos 94, Italia mató el partido en la jugada siguiente. Y echó a España: probablemente a lo último que quedaba de España en su descomposición. Sin terminar de saber cuando se llevaba al campo "lo hablado por la semana", en los primeros dos partidos o en los dos últimos.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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