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Alemania no sale del atolladero de Polonia

El equipo de Löw, incapaz de expresarse en ataque, firma las tablas ante un rival de defensa fuerte y contra eléctrica

Jordi Quixano
Piszczek cabecea ante Müller.
Piszczek cabecea ante Müller.Christophe Ena (AP)

En el túnel de vestuarios, un corrillo de jugadores del Bayern compuesto por Müller, Neuer y el recién llegado Hummels cuchicheaban con su compañero aunque anoche rival Lewandowski. Todos reían como si nada, como si no hubiera un encuentro de la Eurocopa entre dos rivales históricos. Pero sobre el césped cambió el asunto. Así lo aclaró en el sorteo el mismo Lewandowski, que escogió cara, venció y solo por incordiar decidió cambiar de campo. Pero de eso se trataba anoche para Polonia: crear un atolladero en su casa para expresarse a la contra en la opuesta. Le salió bien la primera premisa y con eso le bastó para empatar ante una Alemania que reclama a gritos un 9, un futbolista de referencia que sujete a los centrales para evitar las múltiples ayudas defensivas.

El equipo germano jugaba con el balón pero no con el rival, incapaz de superar las dos líneas de cuatro que planteó Polonia en campo propio. La defensa salía sin apuros desde la raíz —a no ser que fuera un saque de portero, cuando el rival hacía la presión alta— y la pelota llegaba con nitidez a los pies de Kroos, que la movía con tino. Ahora aquí; ahora allá. Toques en corto y en largo para exigir las basculaciones rivales y para encontrar el hueco que subrayara a los atacantes. Pero los pases, aunque buenos y tensos, no lograban ofrecer ventajas o superioridades a Alemania, estéril ante el ejercicio de solidaridad e intensidad polaco. Por lo que a la que llegaba a la zona de tres cuartos, se diluía. Era un guirigay: Khedira no se estiraba, pendiente de las contras rivales; Özil no daba pie con bola y reclamaba al aire justicia divina; Müller estaba por la derecha —fuera de sitio— y apenas participaba del juego; Draxler se rebelaba desde la izquierda, único con quiebro y aspersor en la bota; y Götze… estaba en el campo pero como si no.

Gran ocasión de Milik

Gozaba Polonia del encuentro y su maduración, conforme porque no cometía errores atrás y todo podía darse a la contra. Por eso repetía con gusto su librillo. Se trataba de encimar a la segunda línea alemana, donde se acentuaban los guardianes Krychowiak y Maczynski, inmunes al desaliento y con la patada como saludo, el mejor desactivador posible para un Özil que nunca fue de meter la pierna. Así, sin que se pudieran girar ni construir desde la sala de máquinas, Polonia recuperaba el balón para salir con garbo y prisas. La primera parada era Milik, que actuaba de mediapunta en el repliegue. Y de sus botas podía variar la dirección del ataque: o a las bandas, donde corrían como descosidos Grosicki y Blaszczykowski; o al movimiento de Lewandowski. No es que les saliera demasiado bien —corrió la defensa alemana con eficacia hacia atrás—, pero se fiaban a la puntería de un Lewandowski que aunque no marcara ni se presentara en el área rival, todos sus movimientos facilitaban el juego colectivo.

No parecía que la campeona del mundo se midiera con un equipo al que sólo le ha batido una vez en su historia. Era una Alemania desnortada y sin ingenio, torpe en las zonas calientes y sin pegada. Se relamía el rival, pertinaz en su idea y gallardo en la ejecución. Hasta disfrutó de una ocasión inmejorable que Milik malogró. Fue en una jugada trenzada que derivó en el costado derecho, donde Grosicki sacó un centro medido. Pero Milik, engañado por el salto de Boateng, perdió de vista el balón y cuando remató lo hizo con la punta de la nariz y hacia fuera. La réplica alemana llegaba a hurtadillas, con disparos lejanos de Khedira, una llegada de Kroos y un chut de Götze.

Algo que no funciona en la estrategia de Löw, empecinado en seguir con el falso 9. Götze no sabe jugar de espaldas a portería sino que prefiere tener visión panorámica y el equipo se desdibuja en el área contraria. Así lo entendió la afición alemana, que reclamó a Mario Gómez. Y así lo comprendió el técnico, que primero quitó a Götze para dar cabida al extremo Schürrle —Müller se colocó de ariete ocasional— y después colocó a Super Mario en el frente del ataque. Con una referencia, Alemania recobró el color con un disparo de Kroos y otro de Özil que Fabianski escupió. Pero ya era tarde y no había quien le sacara del atolladero, de un empate que, sin embargo, les deja en la orilla de la siguiente ronda.

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