Griezmann y la esperanza imborrable

En la mano derecha, sobre la falange proximal de los dedos, Antoine Griezmann lleva un tatuaje que define bien al personaje. "H O P E" (Esperanza en inglés), se lee. El francés, amante del baloncesto y de la NBA, rara vez no hace caso a lo que le dicta el tattoo. Ante Albania lanzó su mano al suelo con rabia tras anotar de cabeza el primer gol de Francia, el que deshacía un empate que parecía inquebrantable con un remate de cabeza tan elegante como efectivo. Gritó "¡Vamos!", en perfecto castellano un par de veces, mientras sus compañeros se abalanzaban sobre él.

Su tanto demostró una versatilidad que no ofrecen jugadores como Giroud o Gignac, mucho más altos que él

Suplente tras su mal partido ante Rumania, a Griezmann se le vio alicaído en el banquillo. Junto a él otro de los deslucidos en el debut, Paul Pogba, gran amigo del jugador del Atlético, al que llama Gringuito y con el que practica castellano. Anoche ambos pudieron redimirse y lanzar un mensaje a Deschamps. "Somos 23. El entrenador debe elegir el grupo. Ya me dijo antes que sería suplente. Este es un gol que me va a ayudar. Es una revancha por el partido de Rumania. Tengo que continuar trabajando para estar la próxima vez en el once", valoró Griezmann. Lo cierto es que a pesar de que Payet completó la fiesta y demostró que sigue en un estado de forma muy por encima del de sus compañeros, el rojiblanco es una de las mejores alternativas en ataque para los anfitriones.

De hecho, desde su gol, de cabeza, demostró una versatilidad que no ofrecen jugadores como Giroud, 192 centímetros de estatura, o Gignac, 187 cm, que presentan un estilo de ataque más ortodoxo. Antoine, 176 centímetros de altura, firmó su quinto tanto de cabeza de la temporada (dos en Liga y dos en Champions) confirmando que puede adaptarse a cualquier planteamiento de ataque que ejecute Francia. "Estoy muy contento. Hemos ganado y nos hemos clasificado. Era vital para poder asegurarnos la primera plaza el domingo en Lille, frente a Suiza", aseguró después.

A los 25 años, despojado ya de las crestas oxigenadas tras haber sido padre el pasado mes de abril (¡Qué va a decir mi hija si ve que su padre lleva esas pintas!", confesó el jugador en un programa de televisión), Griezmann sigue agarrándose a la esperanza que le marcan sus dedos para mantenerse enganchado a la Eurocopa. Y ayer su familia pudo celebrarlo desde la grada.