Más apuros que buen fútbol
Vistas las 24 selecciones, los estrenos se han caracterizado por la angustia de los favoritos. Inglaterra, la más reformista. Y los mejores: Iniesta, Modric y Payet
Una vez que ya se han expresado las 24 selecciones, el primer síntoma de esta Eurocopa es que el amplio pelotón de teloneros ha competido con aplomo y que ningún favorito ha ido sobrado. Más incertidumbres que fútbol, sin goleadas por ahora (en torno a dos goles por partido hasta la jornada de ayer).
Francia y España resolvieron su primer partido con un gancho agónico, Alemania no certificó su victoria hasta el último latido, instante en el que a Inglaterra los rusos le rascaron un inmerecido empate. Italia, con su fatigoso estilo, ha sido la más solvente, y ante el rival más huesudo que han tenido los principales aspirantes al trono, la decepcionante Bélgica. Cuidado, cuanto peor equipo aparentan tener los italianos, más peligrosos son. No suele haber mejor Italia que la que se aferra al heroísmo de la debilidad, la que metaboliza hasta el tuétano su papel de resistente. Lo pagaron los belgas, cuya alineación suena mejor que la de Italia, pero solo de oído. Los de Wilmots defraudaron tanto como la Portugal de CR con su petardazo ante Islandia.
Por juego, La Roja y la refrescante Croacia han dejado el mejor poso. No es casual que Iniesta y Modric hayan sido, de largo, el mejor cartel de la primera ronda de partidos. Una noticia excelente, y no solo para sus equipos. El fútbol, en general, lo agradece. Nada encumbraría más a este campeonato que su guion más sonado fuera el relato de futbolistas como el manchego y el croata, esencia pura de este juego, dos artistas de lo imprevisto alejados, por fortuna, del vedetismo imperante, de este fútbol con sobreabundancia de pavos reales. Gente panorámica, que lo mismo susurra una nana a la pelota que sale del paréntesis y, de mentira en mentira, con sus fintas de chistera, los rivales se desploman a ese paso suyo siempre liviano, nunca atronador. En una segunda escala, el alemán Kroos y el francés Payet, también han dado un buen nivel. Lo contrario que Götze, último héroe germano con su gol definitivo a Argentina en Brasil 2014, y Pogba, que aún está por venir pese al ruido mediático que le rodea.
En un torneo sin nuevas tendencias, en el que, por ahora, cada cual se ha perfilado como se esperaba, Inglaterra ha sido la más reformista. Un dato rotundo explica la mutación. En la Eurocopa de Inglaterra de 1996, en la Premier había 17 entrenadores ingleses, tres británicos y ninguno extranjero, en Holanda-Bélgica 2000 (9, 7 y 4), en Portugal 2004 (10, 7 y 3), en Austria-Suiza 2008 (9, 6 y 5), en Ucrania-Polonia 2012 (4, 11 y 5) y en Francia 2016 (3, 3 y 14). Es decir, en 20 años el fútbol inglés ha pasado de no tener un solo entrenador foráneo a contar con 14. Por cierto, la última Premier concluyó con tantos técnicos ingleses (Eddie Howe en el Bournemouth, Alan Pardew en el Crystal Palace y Sam Allardyce en el Sunderland), como españoles (Rafa Benítez en el Newcastle, Roberto Martínez en el Everton y Quique Flores en el Watford). La influencia externa es elocuente en esta Inglaterra con mayor finura, de juego más terrestre, de mejor aroma. Y nadie simboliza la mudanza mejor que Rooney, su capitán, un exdelantero que ahora maneja la escuadra y el cartabón. Y se le ve muy suelto.
Falta le hacía a Inglaterra una sacudida de sus hábitos ancestrales. En un Mundial, al margen de su discutida victoria como local hace medio siglo, su mejor resultado fue un cuarto puesto en Italia 90. En las Eurocopas no ha pasado del tercer puesto, en Italia 68 y la misma posición en territorio propio, en 1996. Hoy, en un histórico duelo con Gales, un cruce de caminos: el fútbol británico de toda la vida ante el nuevo sello inglés. Por el momento, el apunte futbolero más subrayable de esta Eurocopa con más angustias de las previstas para los favoritos. Siempre cuesta arrancar.
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