Juega España, no Iker o De Gea
La Roja, con el debate de la portería sin aclarar por Del Bosque, arranca frente a la sólida República Checa, un clásico
Los éxitos recientes de la selección no han espantado esa vocación tan española por dividir. Pasa de nuevo ante el estreno del campeón en esta Eurocopa, ante la República Checa (Telecinco, 15.00). El devenir de la Roja no sacia del todo el morbo. ¿Iker o De Gea? ¿De Gea o Iker? La cháchara se reproduce por todos los rincones, es un eco perpetuo. Vicente del Bosque, que tiene sorna y muchas horas de vuelo, despejó el debate de un plumazo. ¿Cuándo sabrán uno u otro quién juega? “A la misma hora que todos los demás”. ¿No les puede perjudicar la incertidumbre? “Ya son mayores, que yo sepa ya han pasado la pubertad”. Y a otra cosa, que quien juega es España, no solo un portero u otro. Por suerte para la selección, ambos son excelentes guardametas, lo que lejos de tomarse como una bendición incomoda en muchos sectores. No a los protagonistas, conscientes de los ciclos de la vida: uno está a un pie de llegar y otro a un pie de irse.
El debate sobre la portería es inevitable. Está por el medio Iker Casillas, un caso para un simposio de psicología. En cualquier país, el madrileño cumpliría punto por punto con los códigos que elevan a la condición de mito. En suelo propio hay quien le niega el Olimpo por ser un Lucifer con guantes. Sus detractores ven en De Gea la coartada perfecta para sacarle del póster. Sus seguidores, que aunque no lo parezca también los tiene, esgrimen en su defensa el turbio caso que ha implicado a su colega. Del Bosque también salió al paso: “Si viéramos que alguien está afectado… Si no, actuaremos como lo íbamos a hacer”. No hay pistas sobre qué iba a hacer, solo elucubraciones. Tanto podría apostar por el emergente De Gea como por la fiabilidad y experiencia de Casillas, que le ha respondido de maravilla hasta la fecha. De ser elegido el meta del United, a la vista de su trayectoria, cabe pensar que Iker, tras 16 años y 167 partidos internacionales, se lo tome con tanta nobleza como naturalidad. Por más que le cueste resignarse, como a cualquiera en su situación, su templanza será su último servicio al equipo. Un adiós sin colmillo retorcido e insidias por los pasillos.
Mucho más allá del turno de la portería, España afronta una aventura colosal, sin registros en las 14 ediciones anteriores de la Eurocopa. Si haber logrado dos consecutivos ya fue un hecho sin precedentes, alcanzar la tercera sería casi marciano. Máxime en un campeonato con 24 selecciones, lo que obliga a una eliminatoria más que en las citas conquistadas, los octavos. No es un asunto menor para un grupo en el que muchos jugadores han rozado o sobrepasado los 60 partidos en lo que va de temporada. “Si estamos a nuestro nivel, los demás tendrán que estar muy bien para ganarnos”. Palabra de Andrés Iniesta. “No sé si estamos al nivel de aquel equipo que ganó Mundial y Eurocopa, pero sí sé que estamos a un gran nivel”. Palabra de Sergio Ramos. “Llegamos en buenas condiciones, el ambiente es buenísimo y puedo decir que hemos entrenado muy bien”. Palabra de Del Bosque.
En las horas previas, todo era optimismo en el seno del equipo en Toulouse. Ocurre que las mismas sensaciones se tuvieron en Brasil hasta llegar el último suspiro del primer tiempo con Holanda. De aquel palo no hubo forma de que el equipo se recuperara. Nada que ver con el estreno en Sudáfrica, donde se enmendó de la mejor manera posible la derrota con Suiza. España tampoco arrancó con victoria en Ucrania-Polonia 2014, cuando empató con Italia, a la que apabulló en la final de Kiev.
Junto a la incógnita con los guardametas, la otra ecuación a resolver es el acompañante de Busquets, puesto al que optan Cesc, Thiago y Koke. Iniesta es fijo, con, presumiblemente, Silva y Nolito en las bandas y Morata en el eje del ataque. Un equipo con variantes de juego, capaz de mantener su gusto por acariciar y resguardar la pelota como de acelerar por el costado con Nolito y disponer de un nueve-nueve como Morata. Juanfran, Ramos, Piqué y Alba se perfilan como línea de cierre.
Enfrente, la República Checa, el equipo del Este que mejor ha sobrevivido en la élite, un asiduo en las grandes citas. El fútbol checo siempre tuvo poso y cuenta en su palmarés con victorias olímpicas, una Eurocopa y subcampeonatos en un Mundial (62) y la Euro de 1996. No tiene el gancho de aquellas estupendas generaciones del 62, con Masopust, un Balón de Oro al que admiraba Di Stéfano, a la cabeza. O el rango de aquel inolvidable equipo de Viktor, Ondrus, Nehoda y Panenka que hizo descarrilar a Alemania en la Eurocopa de 1976. Y tampoco lucen solistas como Nedved, Smicer, Berger y Poborsky, segundos en el campeonato de Europa disputado en Inglaterra hace veinte años. Hoy, es la selección de los eternos Cech y Rosicky, que solo ha jugado veinte minutos en todo el curso con el Arsenal. A su alrededor gravita un equipo aguerrido, solidario, poderoso a balón parado. Motivos suficientes para que a España le preocupe mucho más que la portería. Salvo accidente, está cubierta de maravilla.
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