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historias de un tío alto
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los Warriors y los sistemas

No hay un único culpable de su éxito, ni siquiera Stephen Curry. Todo lo deben a la fe en su filosofía

Draymond Green, entre Thompson y Barnes.
Draymond Green, entre Thompson y Barnes.EZRA SHAW (AFP)

Al acabar mi carrera deportiva empecé a trabajar en una novela que, pensaba, me daría fama y fortuna. Tres años más tarde se la envié a mi agente literario y cuando me dijo que le encantaba creí que ya estaba todo hecho. ¡Lo había conseguido! ¡Iba a ser un escritor famoso!

Sólo hubo un pequeño problema: un total de doce editoriales rechazaron el manuscrito. En cualquier caso no me daría por vencido en mi búsqueda de gloria como autor. Envié el libro a una amiga para que me lo editase pensando en autopublicarme. Seis semanas más tarde recibí su veredicto y rompí a llorar en mitad de una cafetería. En su sincera opinión mi obra estaba a medio camino entre una novela y unas memorias, sin ser ninguna de las dos, y aquello impedía que funcionase.

Tiran muchos triples, mueven el balón a una velocidad endiablada y tienen una buena defensa. Se mantienen en esas claves con una eficacia germánica que pasa desapercibida por lo mucho que se divierten

Empecé a darle vueltas a qué hacer y me di cuenta de que estaba equivocándome dándole vueltas a los resultados en lugar de a los procesos. Una lección que ya había aprendido durante mi vida como jugador de baloncesto. Siempre fracaso cuando deja de gustarme lo que hago y me centro en la opinión de los demás. Así que abandoné aquel proyecto y empecé de cero con algo nuevo. No fue mi único cambio, también me puse a escribir diariamente. Dos años y medio después tenía tres nuevos manuscritos de tres novelas diferentes. De una de ellas estoy en el cuarto borrador, de otra estoy en el tercero y, de la última, acabo de terminar su primera versión.

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Estoy en un punto muy parecido al que se encuentran los Golden State Warriors.

El equipo de Oakland ha ganado la temporada regular en todas las facetas posibles. No hay un único culpable de su éxito, ni siquiera aunque se llame Stephen Curry. Todo se debe a la fe en la coherencia de su filosofía, en su sistema. Tiran muchos triples, mueven el balón a una velocidad endiablada y tienen una defensa aparentemente buena. Se mantienen en esas claves con una eficacia germánica que pasa desapercibida por lo mucho que se divierten sobre la cancha.

Eso no garantiza que sean un equipo infalible, claro. En un universo ligeramente diferente al nuestro en el que Klay Thompson no hubiese salido al rescate del equipo en el último suspiro, ahora estaría escribiendo sobre los Oklahoma City Thunder en este mismo espacio.

Pero sí les da ciertas garantías a medio y largo plazo.

Igual que nos las da a cualquiera de nosotros, sin importar si somos escritores, equipos de baloncesto o propietarios de puestos de hamburguesas. El éxito pasa siempre por un sistema al que agarrarnos. No se trata tanto de pensar en cómo miden los demás nuestra trayectoria sino de analizar cómo conseguimos avanzar.

Hasta que, claro, ganamos un nuevo anillo de campeones, publicamos un libro o vendemos nuestro primer millón de hamburguesas. Ahí toca, como les pasará a los Warriors en breve, celebrar haber conseguido llegar a la meta.

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