París se entrega al balón
Tras días de letargo, la ciudad despierta su pasión por el fútbol y celebra con profusión el arranque de la Eurocopa
Aunque por el centro de París había algún que otro cartel publicitario de la Eurocopa, por los barrios colindantes apenas se deducía que Francia se iba a convertir desde anoche en el epicentro europeo, en el país del balón. Acaso unos anuncios desperdigados con jugadores de la selección gala en las paradas de autobús, o pósters por las bocas del metro. También, claro, la eléctrica sesión del jueves por la noche del Dj David Guetta en el Campo de Marte, donde 80.000 personas se dejaron llevar con sus canciones, también por This One’s For You!, el himno que ha producido para la Euro. Pero más allá de eso, París estaba a otra cosa, pendiente de los problemas sociales y de los posibles ataques terroristas… Hasta este viernes, cuando se acabó la jornada laboral, cuando el azul se apoderó de las calles, cuando se reprodujeron las crestas tintadas con los colores de la bandera francesa, cuando se instaló por la ciudad una música de fondo con un repertorio de cánticos abundante, siempre intercalado con el conocido Allez les bleus. Francia abría el telón de la Eurocopa.
A las cuatro de la tarde, por el barrio artístico de Montmartre había puestos de pintura para la cara o el cuerpo. En la estación de Anvers los hinchas recordaban viejos tiempos. “Blanc, Petit, Deschamps, Henry, Giuly, Zidane…”, recitaban emocionados –por los triunfos de 1998 y 2000- al tiempo que le añadían una canción para cada nombre propio y la gente de la plaza se juntaba a su alrededor para ampliar la jarana. En la Place de Clichy, vendedores ambulantes cargados con productos de la Euro se peleaban por entrar en los abotargados vagones de metro. Es como si las “mariposas en el estómago” que exigió el técnico Deschamps a sus jugadores se hubieran multiplicado por París.
La hinchada llegó a capón al estadio con más de tres horas de antelación. Así, los seguidores de Francia, salpicados también por los 15.000 rumanos que había en la capital, aguardaban fuera de la verja instalada por el primer control policial, entre los puestos improvisados de pinchos y tenderetes que se esparcían por la calle Jules Rimet (aquel que fuera presidente de la federación francesa y de la FIFA). “Este es el año de Francia”, contaba Éric con su hijo de la mano. “¡Nadie mejor que nosotros!”, añadía Amélie, con un castellano castigado por el alcohol. “No está Benzema, pero con Pogba todo es posible”, se sumaba Poncho, un colombiano con nacionalidad francesa.
Se abrieron las puertas de Saint-Denis y empezaron a tronar los altavoces con diferentes vídeos y canciones. Era una espera alegre y tensa que se aceleró cuando los futbolistas salieron a calentar y que se agitó con otra sesión de David Guetta a pie de césped, completado por el vuelo de siete cazas y los dos himnos. Luego, llegó la eclosión: rodó el esférico, marcó Giroud, empató Stancu y Payet la rompió para que París siguiera con la fiesta del balón.
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